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CRISIS MIGRATORIA | LAS CADENAS INVISIBLES DEL COMERCIO DE PERSONAS

Víctimas de la trata de personas: "Con ocho años, me desnudaban y los hombres se echaban encima de mí"

Cruz Roja detecta 49 casos de migrantes llegados a Canarias como víctimas de trata | Dos jóvenes relatan las explotaciones sufridas en sus países de origen

Mujeres y niños rescatados por Salvamento Marítimo en Fuerteventura. / CARLOS DE SAÁ / EFE

"Me obligaban a mendigar y cuando no conseguía la cantidad impuesta o no recitaba bien los versos del Corán, me castigaban y me azotaban. Con ocho años, me desnudaban y los hombres se echaban encima de mí. Yo no podía hacer nada. Con mi hermano pequeño hacían lo mismo". Las víctimas de trata son mayoritariamente mujeres, pero esa es la historia de Ismael. Un joven senegalés que logró romper las cadenas invisibles que le ataban a sus explotadores después de diez años de abusos. A lo largo de 2021, Cruz Roja detectó en Canarias 49 casos similares al de Ismael, 40 en Las Palmas y nueve en Santa Cruz de Tenerife. Solo una de las víctimas de trata era un hombre y el resto mujeres, que llegaron de manera irregular a las costas isleñas huyendo de la explotación en sus países de origen o engañadas para comercializar con ellas bajo la promesa de una vida mejor para ellas y sus familias.

Ismael –quien quiere mantener su anonimato– llegó en patera a Tenerife en noviembre de 2020, en plena crisis migratoria. Tenía solo 16 años, pero no creyeron que era menor de edad y fue reseñado como adulto, porque no tenía documentación que acreditara su fecha de nacimiento. Fue atendido por Cruz Roja y derivado a un centro de atención humanitaria de la isla, donde permaneció cuatro meses hasta que lo trasladaron a un recurso de la Península. Allí encontró un entorno seguro y decidió a contar su historia personal, marcada por la pobreza y la precariedad.

Pasó su primera infancia en Gambia, pero su familia pronto se trasladó a Senegal con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida. La situación empeoró cuando tuvieron que amputarle una pierna a su padre. Ante este escenario, con solo cinco años, su tío lo cedió a una escuela coránica –conocidas como daras– donde se iban a encargar de su manutención y alfabetización. Así se aliviaba la economía familiar. Poco después, su hermano menor siguió sus pasos. La vida en la casa escuela consistía en mendigar en las calles durante más de siete horas diarias, a las que se sumaban otras diez horas de estudio. Apenas dormía cuatro horas y, con suerte, podía hacer una comida al día. 

Ismael era forzado a mendigar siete horas cada jornada y, con suerte, podía comer una vez al día

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Lanzó reiteradas llamadas de auxilio a través de su tío, pero durante más de una década no supo nada de sus padres. "Un día me desnudaron para agredirme delante de mi hermano. Pude ver su dolor, pero no contábamos con el apoyo de ningún adulto que nos defendiera", relató Ismael, quien identifica ese momento como un punto de inflexión en su vida. Fue entonces cuando se decidió a buscar una vida mejor para los dos y emprendió su viaje hacia Europa a través de la peligrosa ruta atlántica, en la que el año pasado murieron más de 4.000 personas.

Ismael logró ponerse a salvo, pero su hermano pequeño seguía atrapado en el infierno de la dara. Su principal demanda era sacarlo de ese pozo y ponerlo a salvo de los abusos sexuales y de la mendicidad. El equipo de profesionales que lo acompañaba en su recuperación inició los trámites para solicitarle protección internacional y ayudarle a restablecer el contacto familiar de forma segura. Sin embargo, el reencuentro de estos dos jóvenes ya no será posible. El hermano menor falleció en mayo en la escuela coránica en la que fue explotado durante años.

Ismael logró ponerse a salvo, pero su hermano pequeño seguía atrapado en el infierno de la dara. Su principal demanda era sacarlo de ese pozo y ponerlo a salvo de los abusos sexuales y de la mendicidad. El equipo de profesionales que lo acompañaba en su recuperación inició los trámites para solicitarle protección internacional y ayudarle a restablecer el contacto familiar de forma segura. Sin embargo, el reencuentro de estos dos jóvenes ya no será posible. El hermano menor falleció en mayo en la escuela coránica en la que fue explotado durante años.

Fortaleza y resiliencia

A sus 27 años, Fatoumata llegó en patera Canarias con una mochila cargada de duras experiencias vitales. En diciembre del año pasado, finalizó el viaje que inició para escapar de la explotación sexual y laboral. Pasó su infancia en Costa de Marfil, donde la extrema pobreza se apoderó de su familia tras la muerte de su padre. A los 17 años le ofrecieron un puesto como empleada doméstica. Trabajaba las 24 horas del día y dormía en un rincón de la cocina. En el suelo. Asegura que jamás recibió una compensación económica por su labor y que durante años solo pudo salir para hacer la compra. En una de sus visitas al mercado conoció a una mujer que le prometió ayuda para construir una nueva vida en Marruecos. Lejos de mejorar su situación, Fatoumata entró en una red de explotación sexual. 

Fatoumata fue violada a diario en Marruecos y casi muere tras un aborto clandestino

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"Me quitaron la documentación nada más llegar y me violaban cada día", rememora la joven marfileña. Debido a las agresiones, se quedó embarazada y le practicaron un aborto forzoso y clandestino en una casa. Estuvo a punto de perder la vida durante la intervención. Debido a su mal estado de salud, la dejaron literalmente tirada en la calle. Ya no les servía. Para sus explotadores era un juguete roto.

Cuando se recuperó, logró reunir fuerzas para iniciar su viaje hacia Canarias en busca de una vida digna. Fatoumata fue acogida en un dispositivo para mujeres y allí creó un estrecho vínculo con una de las educadoras, quien se convirtió en su confidente y en su soporte. Cuando se le identificó como víctima de trata, se le trasladó a un centro específico de Cruz Roja, donde está acompañada por otras mujeres que han pasado por situaciones similares y recibe el apoyo de un equipo multidisciplinar de profesionales.

Gracias a su fortaleza y a su esfuerzo, Fatoumata ha logrado dejar de responsabilizarse de todo lo que le pasó. Ahora es consciente de sus derechos y tiene confianza en ella para hacerlos valer. En estos meses ha mejorado su domino del castellano y se está preparando para la vida laboral. Además, Cruz Roja trabaja para que pueda conseguir un permiso de residencia y trabajo que le permita reiniciar su vida en España.

Hay personas que han sido tratadas en sus países de origen, como es el caso de Ismael y Fatoumata, y otras que son captadas aquí, debido a su situación de riesgo y vulnerabilidad. Ambas vías tiene en común que las víctimas no se reconocen como tales, señala la referente del Programa de Trata de Cruz Roja, Rosa Flores, quien achaca esta situación a que en sus países de procedencia se normalizan prácticas como la explotación laboral o las agresiones sexuales.

Desde la oenegé señalan que quienes logran escapar de las redes de trata en sus países de origen y llegar a España necesitan espacios seguros para recuperar la confianza, asimilar lo que les ha ocurrido, verbalizarlo y comenzar la recuperación para retomar sus vidas. 

En sus países de origen se normalizan las agresiones sexuales o la explotación laboral

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Una de las señales de alarma para detectar a los migrantes que arriban a nuestras costas como víctimas de trata es que no saben explicar para qué han emigrado. "Detrás de ellos hay otras personas que han decidido qué deben hacer con sus vidas", detalla Flores. Las víctimas más rentables para las mafias de trata son las mujeres jóvenes, de entre 18 y 35 años, porque pueden explotarlas en la agricultura, en el servicio doméstico y, sobre todo en la prostitución –España es el país europeo con mayor demanda de sexo pagado–.

Hay ocasiones en las que los profesionales se encuentran ante casos en los que las mujeres no son capaces de salir de las redes de la trata, porque sus familias están amenazadas en sus países de origen y no quieren que sus hijos pasen por el mismo sufrimiento que ellas. Flores lamenta que las mafias utilizan a estas mujeres hasta que saldan la deuda impuesta por el viaje, a la que se suma la que acumulan aquí por cuestiones como el uso de preservativos, poner la lavadora o utilizar sábanas. 

"Acaban terriblemente rotas. Su salud mental se deteriora y terminan disociadas entre quienes son como personas y quienes son en el contexto de la explotación", apunta Flores, quien detalla que la reconciliación y la recuperación de la identidad es un proceso muy largo. A los problemas de salud mental se suman las enfermedades de transmisión sexual y las adicciones, ya que a muchas se les obliga incluso a menudear o consumir sustancias. "La recuperación existe", subraya la referente del Programa de Trata de Cruz Roja, quien sostiene que «son mujeres con una fortaleza descomunal y eso juega a su favor en el lento proceso de recuperación».

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