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Efectos de la pandemia

Los psicólogos piden tiempo para los adolescentes reticentes a quitarse la mascarilla

Muchos alumnos han entrado en la pubertad y han hecho el paso de primaria a la ESO con tapabocas | La mascarilla les ha permitido no mostrarse del todo en una etapa en que la aceptación del grupo es clave

Alumnos de ESO del instituto Valerià Pujol, prácticamente todos con mascarilla, este martes, cuando ya no era obligatoria. JORDI OTIX

El primer día sin mascarillas en los aulas catalanas dejó una imagen sorprendente en muchos institutos de secundaria, donde un buen número de estudiantes, en plena pubertad y adolescencia, siguieron llevando el tapabocas. Al preguntarles por los motivos, decían o que ya estaban acostumbrados o que lo hacían por precaución. Los menos admitían otra razón: para ocultarse, para no mostrarse.

El fenómeno se da más en el primer ciclo de la ESO (los dos primeros cursos), que no en el segundo. Y tiene una explicación relacionada con el momento vital de estos jóvenes y la situación de pandemia que han vivido en estos dos últimos años. "Los estudiantes que han empezado la secundaria en pandemia, no habían hecho el ritual de paso de un centro escolar a otro, con nuevos compañeros, como se hacía antes. Lo han hecho con las mascarillas. Se han conocido así", apunta la psicóloga social Gemma Altell. A ello se une una etapa marcada por los cambios hormonales y físicos y caracterizada por las inseguridades y por la búsqueda de la aceptación del grupo. "Les cuesta sacarse la mascarilla porque es mostrarse de nuevo", incide.

Le da la razón Sònia Soriano, psicóloga del hospital de día Sant Pere Claver. "Con la pubertad, estallan los cambios físicos. Muchos se visten para disimular curvas, para ocultar los cambios que no saben cuándo acabarán y cómo les hará ser corporalmente y sus supuestas imperfecciones. Y la mascarilla les permite no mostrarse del todo, ocultar dientes, nariz, granos... Los adolescentes presentan una imagen distorsionada de ellos mismos, aún está por definirse. La mascarilla les permite mantener su intimidad", analiza. "En este sentido, es un refugio o una protección emocional".

El impacto de la cara descubierta

A todos nos ha pasado que en algún momento, al ver por primera vez la cara de alguien sin mascarilla, nos hemos dicho 'no pensaba que esta persona fuera así'. En los adolescentes, esta situación genera mayor impacto. "Están en un momento delicado, en el que la mirada del otro es importante para la aceptación de uno mismo", subraya Soriano. "Mostrarse de golpe les puede ocasionar demasiado estrés . Por eso están a la expectativa". Es por ello que esta psicóloga apela a "entender qué es ser adolescente y empatizar con ese momento evolutivo, lleno de inseguridades y complejos".

En la misma línea, Núria Casanovas, psicóloga infantil y presidenta del Consejo Social del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, destaca que los alumnos de la ESO, preadolescentes y adolescentes, están en un momento en que "la imagen social toma mucha relevancia". "Mostrarte diferente tiene un impacto. Se preguntan 'cómo me verán, cómo me mirarán, 'seguiré estando aprobado socialmente sin mascarilla'. Tienen una sensación de lanzarse al vacío porque la cara sin mascarilla se ve más y ellos tienen una sensación de vulnerabilidad", reflexiona Casanovas.

Más las chicas

Y son más las chicas las que se apegan a la mascarilla. "La socialización genera en las niñas más exigencia con su cuerpo y su imagen. Y no han realizado el proceso de hacerse mayores mostrándose. Se han hecho mujeres con las mascarillas", señala Altell. Por eso insiste en que "cuanto antes normalicemos y naturalicemos nuestra imagen, mejor".

¿Cómo hay que abordar esta situación, ya sea en casa o en el instituto? Algunos centros de secundaria se planteaban en el primer día sin mascarillas aprovechar las horas de tutoría para hablar del tema con los alumnos. La receta de los psicólogos es no forzar nada y dar tiempo a los jóvenes para habituarse a la nueva situación. El diálogo y recurrir a los juegos puede ser una opción. Nunca la confrontación o la censura.

"No se les ha de obligar, pero sí hay que hacer un trabajo de concienciación y que se la vayan sacando, poco a poco. Lo que marque el sentido común", defiende Altell, que propone que "si hace falta" se hable del tema con los alumnos "uno a uno". "Los adultos hemos dado un mensaje de uso obligatorio de la mascarilla. Ahora no les podemos obligar a quitársela. Hemos de ser tolerantes con los procesos que cada uno necesite", añade esta psicóloga, que sí considera que hay que retomar ya la normalidad.

"Hay que ir poco a poco. Respetar el ritmo de cada uno", coincide Soriano, convencida de que cada joven "irá encontrando el momento, a medida que se sientan seguros". "Nos pasa también a los adultos", subraya.

Evitar burlas y comentarios

Este proceso de deshabituarse tiene un proceso positivo, a juicio de Casanovas. "Cada uno ha de poder decidir. No pudimos decidir si llevábamos la mascarilla cuando se hizo obligatoria. Los adolescentes, tampoco. Ahora pueden experimentar que tienen capacidad de decidir cuándo se la quitan, de tener cierto control sobre su vida. Eso es positivo".

Casanovas apunta un tercer elemento: evitar cualquier burla. "Sensibilizar a los jóvenes desde casa o desde clase de que deberían evitar burlas o comentarios sobre el físico facilitaría las cosas a muchos compañeros. Hay comentarios directos que pueden resultar hirientes", advierte. "Hay que ser cuidadoso con lo que uno dice", aconseja.

En el caso de un adolescente que tenga un fuerte bloqueo o que persista en el tiempo con la mascarilla, los psicólogos plantean que quizás el problema ya no es la mascarilla en sí, sino otro más profundo. En este caso, sí recomiendan que el afectado reciba ayuda profesional puntual.

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