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Redes sociales

Los retos virales: subir la autoestima con riesgo

Los psicólogos advierten del peligro de participar en los desafíos de las redes sociales: “Es entrar en una espiral dañina”

Los retos virales, subir la autoestima con riesgo.

Dar toques con el pie a un rollo de papel higiénico como si fuera un balón; intercambiar el atuendo con tu pareja o pintar la frente de un familiar desprevenido al ritmo de la melodía del “Rey León”. Estos son algunos de los retos virales que triunfaron a raíz del confinamiento; inofensivos, divertidos e incluso lúdicos. Sin embargo, los juegos propiciados por las redes sociales también encierran otro tipo de pruebas que han llegado a poner en riesgo la integridad física y psíquica de algunos e incluso a acabar con la vida de sus integrantes. La cuestión más recurrente, en especial para aquellos que no se encuentran familiarizados con el entorno tecnológico, es: ¿cómo puede participar una persona en algo que puede resultar potencialmente dañino?

La desaparición de las jóvenes de 14 y 15 años, que fueron halladas ilesas el pasado domingo en la calle Pepe Cosmen de Oviedo, reabrió este melón sobre qué motiva los denominados “challenges” de las plataformas de internet. Una de las hipótesis que se barajan en la investigación en torno a este peculiar suceso es la realización del conocido como “48 hours challenge”, en el que los menores huyen de sus hogares sin dar cuentas ni paradero a nadie. A mayor revuelo social y difusión en los medios, mayor éxito virtual en esta misión.

“Estamos hablando de falta de empatía, de adolescentes que se esconden sin pensar en el sufrimiento de sus seres queridos. Para conocer ese fenómeno es necesario un análisis del contexto”, afirma la psicóloga infantojuvenil Alejandra Álvarez Cienfuegos. Y para analizar ese contexto, asegura, hay que ponerse en la piel del momento histórico que vivimos, no rememorar cómo eran los jóvenes de otras épocas con sus consecuentes comportamientos.

La situación actual gira en torno a una pandemia y las secuelas psíquicas que ha dejado. “Las consultas de menores con ansiedad han aumentado en un 60%”, cuenta la psicóloga general sanitaria Angélica Rodríguez. Parte de ese estrés es el que propicia la necesidad de evadirse y buscar nuevas metas que envíen recompensas al cerebro. “Una mente sin logros y novedades no aporta bienestar, y en ocasiones esas emociones positivas se encuentran en los retos”, explica Rodríguez.

Con esta afirmación coincide el psicólogo Daniel López: “Con estas pruebas virales, los jóvenes se adhieren a situaciones que les hacen sentir importantes, parte de un grupo, convertirse en alguien”. Se trata de una cura de autoestima para la situación de angustia que viven las nuevas generaciones. El covid ha arrojado incertidumbre sobre el futuro, según explica Cienfuegos, y los menores tienen miedo porque no ven evolución. Es en esos momentos en los que caen en las redes sociales, donde encuentran respaldo y diversión.

“Es entrar en una espiral dañina”, advierte López. Se trata de alejarse de las decisiones racionales para dar paso al mundo emocional, tal y como explica el terapeuta. Por lo tanto, después de tantos “síes” y aceptar el comienzo de una práctica, es muy complicado recular para decidir que es “no”. Así se genera un efecto túnel, que atrapa a los participantes en un aro cada vez más estrecho que imposibilita la salida.

En el año 2017, se viralizó uno de los juegos más macabros de la red: la ballena. Constaba de 50 órdenes diarias que el usuario recibía y culminaban en el suicidio. “Al comienzo las pruebas eran aparentemente inofensivas”, rememora López sobre este challenge que se cobró varias vidas, una de ellas en España. “Las redes son el espejo donde se miran los adolescentes y hay mucho contagio emocional para lo bueno y lo malo” añade Rodríguez. Por eso, muchas veces quieren explorar, saber si lo que a otra persona les ha funcionado puede aplicarse en su propia piel.

¿La solución a este peligroso laberinto de logros? Todos coinciden: intervención con las familias y educación temprana. En gran cantidad de ocasiones, los progenitores ni siquiera conocen estas plataformas donde se viralizan los retos. TikTok, Instagram o Twitter son nombres que suenan lejanos o irreconocibles para muchos padres. Por eso, el primer paso es informar sobre estas aplicaciones y el uso responsable de las mismas. “Muchos padres desconocen lo que hacen sus hijos y los hijos lo que el padre necesita de ellos”, ilustra Rodríguez, quien asegura que sin la comunicación hay imposibilidad de calibrar el sufrimiento ajeno que pueden conllevar estos juegos.

“Controlar las redes sociales es como poner puertas al campo”, dice López. Por ello, el remedio perfecto es la información. No se pueden ocultar estas situaciones o minimizarlas: “Hay que hacer conscientes a los jóvenes de que estas actividades, lejos de potenciarlos, los humillan. Para el resto simplemente son un número más en una interminable lista de participantes que se dejan llevar”. Según explica, estas dinámicas se escudan mucho en el anonimato, como si fuera un efecto secta, por lo tanto sacar a la luz su realidad e inconvenientes puede ser útil para que los potenciales usuarios pierdan el interés en ellos.

Además, es necesario analizar cada situación individual y el panorama en el que se desarrolla. Para Cienfuegos es fundamental conocer el perfil de cada persona en aras de poder actuar: “Normalmente estos chicos dan alguna otra señal de comportamiento inusual que hay que estudiar. A veces los adultos pensamos que lo que ellos consideran problemas no es algo importante y eso es un error. Hay que escuchar”.

De esta manera, de nuevo coinciden los profesionales, si hay que buscar retos, que sean de crecimiento personal.

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