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Hizo cumbre en las montañas más altas, superó un cáncer y fundó un club de mujeres ciclistas: la historia de Rosa Fernández

La única española en coronar las Siete Cumbres, entre ellas el Everest, se fue de expedición a Pakistán durante el tratamiento

Rosa Fernández, en el gimnasio donde entrena. / IRMA COLLIN

En la década de los noventa, un grupo de asturianos, varones, planearon una expedición al Himalaya. Ya habían estado, pero querían repetir. El problema era la financiación. Necesitaban dinero y alguien tuvo una idea: llevar a una mujer en el equipo. Se trataba de algo novedoso y llamativo para la época que sin duda les garantizaría foco mediático y muy probablemente algún patrocinio. Un plan brillante.

Eligieron a una chica menuda, morena, que nació en una pequeña aldea de Cangas de Narcea en 1960, se crío con sus abuelos maternos, estudió en un colegio de monjas Oviedo y empezó en la montaña “sin ningún interés”, solo porque a su marido le gustaba salir de ruta.

Esa mujer se llama Rosa Fernández y hoy y ahora es la única española que ha completado las llamadas Siete Cumbres, que son las montañas más altas de los seis continentes, incluyendo una cima de América del Norte. También ha hecho cumbre en seis montañas de más de ocho mil metros de altura. Rosa Fernández es, literalmente, una “rompetechos” por mérito propio.

“Me metí de casualidad en este mundillo, comenzó a apasionarme y le empecé a dedicar más y más tiempo. A veces pienso que perfectamente podría haber hecho otra cosa, como natación, pero lo mío era la montaña”, explica la alpinista desde un gimnasio ovetense, donde prepara una próxima expedición una vez superada una reciente afección en el hígado que le hizo estar fuera de juego durante varios meses.

Fernández reflexiona sobre un deporte, el alpinismo, en el que las mujeres han escalado, aunque siguen en un escalón inferior al de los hombres. “Muchos montañeros pueden financiar sus expediciones sin problema. ¿Por qué hay dinero para los hombres y no lo hay para nosotras? Arriesgamos lo mismo y la montaña trata igual a hombres y a mujeres, pero tenemos esas diferencias para llegar”. La escaladora recuerda sus inicios y los momentos inolvidables. El más importante, subir el Everest. Preparó la expedición durante seis años, de 1999 a 2005, y la aventura no pudo empezar peor.

“Hubo dos intentos fallidos. Uno fue en 2003. Todo me salió mal porque aposté muy alto, pensé que iba a llegar sin llevar oxígeno y me tuve que dar la vuelta. Luego murió un sherpa que yo conocía. Pasaron muchas cosas”. Dos años después, y con la ayuda de innumerables deportistas asturianos, hizo cima. Era su primera cumbre. Un sueño. No había puesto un pie en Asturias y ya tenía en mente el proyecto Siete Cumbres. Quería ser la primera española en lograr coronar las cimas, pese a que había otras dos mujeres, con más medios, que también perseguían el mismo sueño. Se encontró con palos en las ruedas. Alguno especialmente doloroso. Como la incomprensión de su padre, que fue agricultor y minero. “No podía entender que una mujer se fuese a la montaña teniendo hija y un marido. Yo necesitaba dinero para la expedición y me dijo que me lo dejaría para cualquier cosa menos para la montaña”. Aquel episodio, ya olvidado, le dolió, pero en ningún caso le desanimó. En febrero de 2007 coronó el Kilimanjaro, la última de las Siete (Everest, Aconcagua, McKinley, Pirámide de Cartensz, Elbrus y Vinson). Ninguna mujer española ha logrado igualarla todavía. La cumbre más dura, pese al esfuerzo, todavía no había llegado. En 2009 Fernández recibió una llamada del HUCA de Oviedo. Estaba fuera de España y pocos días antes se había hecho unas pruebas y también una biopsia.

–Rosa, ven rápidamente al hospital.

–Estoy fuera de España, no puedo.

–En cuanto llegues, pasa por aquí.

A los tres días la estaban operando de un cáncer de mama. “El cáncer, sin duda, ha sido mi montaña más dura”. Se sometió a radioterapia y en mitad del tratamiento hizo una expedición a Pakistán. “Volví súper feliz para empezar con la quimioterapia, que se me hizo muy duro”. El cáncer también fue una oportunidad. Gracias al reposo obligado tuvo tiempo para poner en marcha el que sin duda es el proyecto de su vida: un club de bicicleta de montaña solo para mujeres. Se llama “Una a Una”, se fundó en 2011 y tiene casi cien socias. La idea surgió en la tienda de bicicletas que Fernández regenta con su marido a raíz de una aventura que la asturiana vivió en el Everest, cruzándolo en bicicleta. “Es de las cosas más bonitas que he hecho”, presume la alpinista, que resume su forma de vida en una frase. “Me apasiona lo que hago, soy aventurera y siempre tengo ideas y proyectos. Creo que hay que ser un poco así porque si no, no haces nada y te limitas a hacer lo que hace todo el mundo”. Rosa no se limitó a hacer lo que hace todo el mundo, ella directamente ascendió el mundo.

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