Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Iglesia católica

Seminarios: ¿Quién quiere ser cura hoy?

Los futuros sacerdotes de la Iglesia aseguran que no renuncian a nada cuando responden a la llamada del Señor y dejan todo atrás para ingresar en el seminario

Luis, Bruno y David en el Seminario Mayor La Inmaculada de Moncada.

"Cuando conté a mis padres mi verdadera vocación, les costó entenderlo". Luis González de Gregorio tiene 22 años y quiere ser cura. Su revelación familiar tuvo idéntico impacto inicial en los hogares de Bruno Jiménez Calvo y David Rojas Ivars. Los tres son compañeros en el Seminario Mayor La Inmaculada, en Moncada, Valencia. Jóvenes, bien parecidos y con mucho sentido del humor, comparten un mismo objetivo: ordenarse en unos años y enseñar la palabra de Dios. Cuando se les pregunta por las renuncias que ello implica, sonríen. "El Señor te pide mucho, pero no lo coge todo", comenta Bruno. "En realidad, no te quita nada", remarca de inmediato, a lo que asienten cómplices Luis y David.

A unos metros, el rector Fernando Enrique Ramón escucha y asevera con un ligero movimiento de cabeza. A partir de ahí la charla fluye de manera fácil. Sin complejos. Sin rehuir cuestiones como los sacrificios que implica la vida religiosa, las nuevas tecnologías, los amigos, las relaciones amorosas previas o lo que esperan del futuro cuando la Iglesia sufre para reclutar a quien tome el testigo de sus predecesores. "Estamos aquí porque queremos y nadie nos impone nada, es otra elección de vida", es su frase recurrente a lo largo de la tarde.

A los dos minutos de conversación, los tres estudiantes de Filosofía y Teología fulminan cualquier imagen preconcebida que pudiera existir momentos antes de abrirse las puertas del vasto recinto eclesiástico de Moncada. En el enclave, situado a poco más de diez kilómetros de València, predominan los edificios de ladrillo rojo y cuidados jardines. Un escenario que invita a romper por unos minutos la dependencia digital. Pero los tres "son chicos de hoy" tal como incide el rector. Van a clase, rezan y, por supuesto, tienen móvil.

El sacerdocio, en su caso, no fue la primera elección universitaria. Luis llegó a estudiar dos años de Arquitectura. A la pregunta de por qué lo dejó todo atrás, responde: "Creo que la gente está muy necesitada de conocer a Dios". Aunque su familia es religiosa, la decisión del mayor de tres hijos les pilló por sorpresa. Ahora han visto que no era un capricho juvenil. "Voy por el segundo año y estoy muy contento", asevera. Bruno, mientras, dijo adiós a la beca que hacía posible sus estudios de Ingeniería en Gestión Empresarial en EDEM. "Llegaron a decirme que iba a tirar todo por la borda por esto", rememora. Lo suyo no fue una revelación de un día para otro. "En la ESO yo tenía ya claro que mi vocación era el sacerdocio", explica mientras echa la vista atrás.

Primer año de reflexión

David, por su parte, andaba inmerso en la carrera de Magisterio en la Universidad Católica. También cerró aquella puerta cuando las dudas espirituales sobre el futuro arreciaron. Está en su primer curso en el seminario, el denominado propedéutico. "Es un año de reflexión, de formación humana, espiritual y doctrinal", desgrana el rector. "Se trata de hacer un parón para centrarse en la vocación", manifiesta. David solo sale del seminario una vez al mes, a diferencia de Luis o Bruno que el fin de semana pueden regresar a casa con sus familias. "Vivimos aquí y tenemos una rutina pero vemos a nuestro grupo de amigos, padres o hermanos como cualquier otro estudiante", comenta Luis.

Algunos de los futuros curas hasta han tenido novia, "pero la llamada de Dios es superior a todo". "Es otra opción de amor", asevera el rector. "Hay que cambiar esa idea de que decimos a muchas cosas que no", según Luis. "Yo lo veo como un reto y que se nos da mucho a cambio, tanto que para mí es un logro", reitera alguien a quien marcó la figura de Benedicto XVI. Bruno sí admite que temas como la paternidad son las que más le hacen reflexionar sobre el camino que ha tomado.

"Aquí lo que hacen es adentrarse en una vida más hacia dentro", prosigue Ramón, quien hace tres décadas realizó el mismo tránsito, también en Moncada, para formarse como religioso. Eran otros tiempos. Recuerda como en el seminario llegaban a estudiar más de novecientos jóvenes. El curso que se inició este septiembre pasado apenas llegaba a la cincuentena de seminaristas, incluyendo a los procedentes de Ibiza y Menorca. La crisis de vocaciones es evidente, pero Ramón recalca que ahora "la diversidad es mayor en cuanto a edades o procedencia". "En los trece años que llevo de formador nadie me ha dicho nunca que haya perdido su vida aquí", relata. "El año pasado lo dejaron seis, pero todos se marcharon con la sensación de haber aprendido mucho", comenta.

Un termómetro de la vida cristiana

Cuando se le inquiere por la falta de recambio generacional, apunta a que la juventud "se ha alejado de la Iglesia". "Al final todo esto es un termómetro de cómo está la vida cristiana, pero lo que cuenta es el testimonio de la fe", apostilla. A las siete de la mañana Luis, Bruno y David ya andan en pie para acudir a Laudes y dar gracias a Dios al comienzo del día. Madrugar no es lo que mejor llevan. Tampoco hay tanta diferencia con cualquier otro estudiante. Esta carrera, la del sacerdocio, es larga. Con su punto de complejidad, aunque es cierto que no hay cifras de paro. Todo lo contrario. El planteamiento de la periodista les arranca unas carcajadas. "Los párrocos de la diócesis tienen que atender muchos frentes, multiplicarse, pero entregar la vida a los demás compensa", destaca Ramón. Entre las asignaturas que abordan figuran Antropología Filosófica, Derecho Sacramental o Música. Esta última se la han saltado para atender a Levante-EMV, confiesan a unos metros de la clase donde sus compañeros ensayan para no desentonar. Cuando la puerta se entreabre y sale un momento el profesor, de rigurosa sotana negra, saltan unas risas. "Hay que cantar bien en las misas", admite el rector.

Una diócesis muy sólida

Fernando Ramón, que primero fue vicerrector y antes sacerdote en varias poblaciones, es un hombre afable, abierto a cualquier tema. Un optimista pese a todo. Estos nuevos discípulos son el futuro de una diócesis, la de València, que junto a las de Madrid y Toledo, es de las más sólidas de España, según revela la Conferencia Episcopal. Cuenta con más de 900 sacerdotes, 652 parroquias y una amplia actividad celebrativa con matrimonios, bautizos, primeras comuniones o confirmaciones. "Hay mucho trabajo pero lo importante es afrontar esta etapa con ilusión, con ganas de hacer cosas por los más necesitados", aconseja Ramón, mientras muestra algunas de las principales dependencias del seminario. Desde la capilla, sin apenas ornamentación para una mayor conexión con Dios, "aunque los chicos pidan de vez en cuando alguna decoración extra". O el refectorio, de amplios ventanales y mejores vistas a los verdes patios. "La comida es muy buena", responden cuando se les inquiere sobre una materia no menor. Por estos pasillos Luis, Bruno y David pasarán los próximos años hasta ser ordenados. Se les ve convencidos de que esta, sí, es la senda buena. La definitiva.

Compartir el artículo

stats