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Cuaderno de bitácora

Diario de a bordo (II): Una avería mecánica obliga al Astral a hacer escala en Menorca

EL PERIÓDICO se embarca con Open Arms y navegará en el barco 'Astral' durante 10 días en busca de personas a la deriva en medio del Mediterráneo | La embarcación atraca en el puerto de Maó tras sufrir un problema mecánico en su segundo día de travesía

El fundador de Open Arms, Óscar Camps, en el puente de mando del Astral.

No había amanecido todavía cuando un olor punzante a aceite quemado invadió el puente de mando del Astral. Eran poco más de la 06.00 de la mañana del lunes y toda la tripulación dormía en sus camarotes salvo los tres miembros al frente del turno de guardia. Hasta entonces la noche había dado para escuchar las miserias que enfrentan las oenegés dedicadas al salvamento marítimo en el Mediterráneo Central por la escasa cooperación de las autoridades de sus dos orillas, que no solo han criminalizado a estas organizaciones, sino que a menudo ignoran los avisos de rescate o ponen todo tipo de trabas para que puedan desembarcar en sus puertos a las personas rescatadas. "¿Qué está pasando? ¿Notáis el olor?", dijo alguien antes de que los tres tripulantes de guardia se activaran de un salto.

Inspeccionaron la cubierta y los camarotes. No había rastro de fuego, pero sí un hedor intenso que subía desde la sala de máquinas para colarse en todas las estancias del Astral. El patrón despertó con sigilo al capitán y las primeras pistas aparecieron en el marcador de presión del reductor. Casi inexistente. "Tranquilo Savvas, no pasa nada, es un barco viejo", le dijo Óscar Camps, el patrón y fundador de Open Arms, al capitán, que daba vueltas taciturno por la cabina tratando de entender qué había pasado. En esos momentos la isla de Menorca protegía al Astral de una marejada con olas de dos metros, pero la barrera no iba a durar mucho, así que el equipo de mando decidió cambiar el rumbo para recalar en el puerto de Maó y calibrar la gravedad de la avería. 

Dos miembros de la tripulación tratan de localizar la avería en la embarcación Astral. Ricardo Mir de Francia

No es la primera que ha sufrido el Astral en sus 88 misiones ni tampoco será la última. El pasado mes de septiembre tuvo que volver a Barcelona tras su primera jornada de rescate en las inmediaciones de Lampedusa, donde logró poner a salvo con ayuda de la guardia costera italiana a casi un centenar de tunecinos hacinados en tres pateras. Si aquella vez el problema estuvo en la refrigeración de uno de los dos motores, esta vez se concentró en la caja reductora. Algo así como el equivalente a la caja de cambios de un coche. La reductora aminora las vueltas del motor, dando potencia a la hélice y tiene tres posiciones: adelante, punto muerto y marcha atrás. Pero súbitamente perdió el aceite e hizo que los ejes se recalentaran. Para repararlo habrá que cambiar sus discos y desplazar el eje principal del motor de babor con una grúa para sacar la reductora, el gran desafío que enfrenta ahora la tripulación.

Dos vueltas al mundo

El capitán no ha comido en todo el día. Está más preocupado que nadie desde que el 'Astral' llegara a puerto por la mañana. Prácticamente ha dejado también de hablar de cualquier otra cosa que no sea el problema mecánico. "Este barco ha dado el equivalente a dos vueltas al mundo y esta es quizá la avería más seria que ha sufrido", dice Savvas Kourepinis después de llamar a varios centros de suministros en busca de recambios. El 'Astral' lleva dando tumbos por el mundo desde 1970, cuando se echó inicialmente a la mar como buque escuela para los oficiales de la marina estadounidense. 

El 'Astral' de Open Arms, a punto de zarpar del puerto de Barcelona. Ricardo Mir de Francia

Entre la tripulación, no decaen los ánimos, quizás porque seguimos a más de un día de viaje de la zona de búsqueda y rescate (SAR, de sus siglas en inglés) y el verdadero trabajo del Astral todavía no ha comenzado. Si no hay contratiempos, las piezas de recambio deberían llegar este martes. "Hicimos bien en dirigirnos hacia Menorca. Es mejor estar en casa para solucionar esta clase de problemas", dice Camps con las manos manchadas de grasa. "No pensaba que pasaría algo así porque hicimos una reparación de mantenimiento antes de la misión, aunque este barco necesita 100.000 euros para ponerlo a punto".

Cariño de la gente

Con tres millones de presupuesto anual, Open Arms no tiene el músculo financiero de oenegés como Médicos Sin Fronteras para hacer frente a los imprevistos sin despeinarse. Lo que sí tiene es el cariño de la gente. Mientras parte de la tripulación aprovecha las horas muertas para conocerse frente a un café caliente, un menorquín que hace footing por el puerto se acerca al barco para ofrecer su casa a la tripulación para pasar la noche o darse una ducha. "Os dejo mi teléfono para cualquier cosa", les dice desde el muelle. No les hará falta. En el barco no faltan camas ni comida. Solo le falta un poco de buena estrella para reparar la avería y sortear el temporal que las predicciones vaticinan para el martes.

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