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La isla, el destino veraniego de los príncipes de Gales en la segunda mitad de los ochenta

Diana se quedaba a menudo sola en Marivent y convirtió a Juan Carlos I en su confidente

Los príncipes de Gales y sus hijos con la Familia Real. EFE

Lady Di se enamoró de Mallorca y causó revuelo en la isla, que se convertiría en el destino veraniego de los príncipes de Gales en la segunda mitad de los ochenta. En agosto de 1986, cinco años después de contraer matrimonio en la catedral de San Pablo de Londres, la pareja aterrizó por primera vez en tierras mallorquinas, en la base aérea de Son Sant Joan, para pasar una semana en el palacio de Marivent, invitada por los reyes Juan Carlos I y Sofía. «Legiones de paparazzi venidos de todas partes del planeta se instalan en la isla», titulaba la prensa mallorquina un día antes del inicio de sus vacaciones. Diana llegó junto a su marido el príncipe Carlos y sus dos hijos Guillermo y Enrique y fueron bienvenidos por un comité en el que se encontraba el entonces presidente balear, Gabriel Cañellas. Al llegar a Marivent cientos de turistas ingleses les esperaban en la puerta gritando y aplaudiendo. Horas después se les vería en el yate real Fortuna para seguir la Copa del Rey de Vela en la que participaba don Juan Carlos a bordo del Bribón.

Las visitas de Carlos de Inglaterra y Lady Di continuaron en 1987, 1988 y 1990. Lady Collin Campbell, la biógrafa de la princesa, cuenta que a menudo se quedaba sola en Marivent y convirtió al rey Juan Carlos I en su confidente, incluso se dice que «tuvieron una aventura en un crucero durante el verano de 1986 y 1987». De esos momentos son las fotografías icónicas de Lady Di en bikini en la cubierta del Fortuna.

Un año antes de su muerte en agosto de 1997, Diana fue huésped de su amigo Richard Branson, una de las mayores fortunas del Reino Unido, en La Residencia de Deià. Se alojó en la suite 66 el fin de semana del 10 al 12 de mayo de 1996, en plena negociación de su divorcio con el príncipe Carlos. Lo hizo en compañía de una amiga, Cosima Somerset, y rodeada de guardaespaldas, y el mal tiempo y la presencia constante de la prensa la llevaron a pasar buena parte de la estancia recluida en sus instalaciones. El hotel la agasajó con flores, fruta y una botella de champagne. «Tendrá el mismo trato que nuestros clientes», aseguraban entonces desde la dirección. Tal fue el idilio de Diana Spencer con Mallorca que estuvo tentada de hacerse aquí con una residencia estable. Su capricho, una vivienda de 700 millones de pesetas en el Port d’Andratx se quedó, sin embargo, solo en eso.

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