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Juan Carlos Mesa Diseñador de moda

«Vestiría a cualquier política si me lo pide, no veto a nadie»

El diseñador de la firma de moda Angel Schlesser apuesta por los modelos «para una mujer real y segura»

Juan Carlos Mesa. ANDRÉS GARCÍA LUJÁN

Desde que se hiciera cargo de la firma de moda Angel Schlesser, hace un año, su visibilidad ha subido como la espuma. Inclusión, sostenibilidad y el Premio L’ Oréal a la mejor colección en la Madrid Fashion Week le impulsan. Si hubiera que definirle en dos palabras, serían absolutamente divertido. Este genial diseñador, de talento y energía desbordante, es inclasificable. Tan personal y auténtico que no necesita autoafirmarse, por eso derrocha empatía y capacidad de adaptación. Además, las cifras le acompañan.

Juan Carlos Mesa con Francine Gálvez, Cayetana Guillén Cuervo y Cristina Piage. CONRADO MARTÍN

¿Está en su mejor momento?

Sí. Después de todo lo que hemos pasado durante el confinamiento, la energía con la que he arrancado de nuevo ha sido renovadora y, encima, recibir el Premio L’Oréal a la mejor colección en la Madrid Fashion Week... Era la primera que hacía para Angel Schlesser: fue llegar y besar el santo.

¿No le hubiera hecho más ilusión ganarlo con su propia firma de costura, Maison Mesa?

Pues no, lo que me hubiera gustado es tener el dinero en mi bolsillo (risas). Eso sí que me hubiera encantado.

¿Hasta cuándo podrá con dos talleres?

Siempre se pueden llevar dos firmas, lo que no se puede mantener es el alto nivel en las dos, claro. Espero ir acoplándolas de forma armónica. Lo que me estresa no son las dos colecciones, sino los dos desfiles, las dos presentaciones, los dos catálogos... Crear me sale solo, pero lo demás pesa.

¿Y no se ha planteado realizar una colección al año, en lugar de dos?

Muchas veces. Y en estos tiempos, más. En mi marca personal, que es Costura, las colecciones temporales no tienen mucho sentido, porque no se basan en las tendencias. Y en Schlesser lo que tampoco vamos a hacer es Prefall o Cruise, colecciones cada dos meses, porque eso al final es hacer ‘moda pronta’ y creo que no es el camino.

En junio de 2020 se hizo cargo del taller de Schlesser, ¿qué balance hace?

Ha sido un año maravilloso, pero es a partir de ahora cuando veremos el resultado real. Y los primeros índices son muy buenos, aunque con el marco de la situación económica que vivimos...

Un boceto de sus últimos diseños.

Schlesser fabrica toda su producción en España. ¿Es importante la sostenibilidad?

Claro, pero entendida desde tres patas: honestidad en el producto, igualdad de géneros y estatus y tejidos ecológicos. Hay que promover el consumo inteligente y equilibrar, no comprar tanto low cost y sí prendas con más calidad que te duren más tiempo. Estamos haciendo ropa para el mercado, para enriquecernos y no para las personas.

Otro de sus criterios creativos es la inclusión: desde hace años, sus desfiles lo protagonizan mujeres reales de todas las edades y tallas...

Mis modelos, ya en los 90, eran así: la bajita, la gorda, la madura, la transexual... y entonces se reían de mí, pero yo diseño para una mujer real y segura. La suerte es que ahora se puede hacer desde una gran casa y el mensaje llega a más gente. La belleza y el estilo no se encasillan en un rango de edad ni en una talla 36. En mi último desfile, el pasado abril, estaban la modelo de los 90 Cristina Piaget, la presentadora Francine Gálvez, la actriz Cayetana Guillén-Cuervo, la saltadora olímpica Ruth Beitia o la finalista de ‘Maestros de la Costura’ Yelimar Moreno.

¿Por qué tardó tanto en abrir su propio taller, Maison Mesa, en 2017?

Al principio, mi propuesta era demasiado personal: yo llevo haciendo desfiles desde los 90, pero de una forma muy underground aposta. Formábamos una comunidad de artistas llamada Laboratorio y teníamos incluso prohibido vender nuestro trabajo. Queríamos estar fuera del circuito comercial para mantener nuestra esencia. Lo tuve que dejar al entrar en Agatha y su maravilloso y absorbente universo. Después de 15 años allí, me pidió el cuerpo salir de mi zona de confort y abrí Maison Mesa. A los 24 meses, llegó la propuesta de Schlesser, que me ha dado de comer durante la pandemia. Sin bodas ni eventos, me hubiera arruinado.

En Maison Mesa era mucho más transgresor que en Angel Schlesser.

Bueno, es más la envoltura que el caramelo en sí, tampoco lo soy tanto. Cuando trabajas para otro, tratas de aportar cosas a un sello ya creado. Yo soy muy respetuoso con el pasado de las casas en las que he diseñado, porque además era fan antes de entrar.

¿Y no le hubiera gustado irse fuera de España, por ejemplo a Londres?

¡Uy! Me hubiera acabando suicidando, como el pobre McQueen. A mí me encanta España, el sol, la gente, mi casa… no lo cambio por nada. Aunque allí lo hubiera tenido más fácil, claro, porque en Inglaterra o Estados Unidos hay más poder de consumo por parte de las minorías. Aquí penalizamos la diferencia, aunque empezamos a abrirnos.

¿Ha conocido a Angel Schlesser?

No, y me gustaría porque soy fan y me encanta conocer gente. Hemos coincidido en Cibeles, pero como es tan reservado, no he tenido ocasión. Llegará el momento. ¿Que si entendí su salida? Pues como la de Purificación García. Es lo que tiene vender tu firma a un inversor.

¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de sus más de 25 años en el mundo de la moda?

Lo mejor es que he tenido la gran suerte de trabajar en las marcas que he querido, como Jesús del Pozo o Agatha Ruiz de la Prada. Y en todas ellas me han dejado hacer siempre, no me han cortado las alas. ¿Lo peor? Que tienes que sacrificar parte de tu vida personal.

¿Quiénes son sus grandes maestros?

Soy un apasionado de la moda, con locura y devoción. Y además me atraen los extremos, como Del Pozo o Agatha, grandes maestros del color. Empezaría con Balenciaga y acabaría con Oteyza y Ernesto Naranjo, más actuales. Y eso, solo dentro de nuestras fronteras...

¿Recuerda algún momento de ‘tierra, trágame’ en su carrera?

Me cuesta acordarme, porque siempre veo el vaso medio lleno. Pero recuerdo una vez que corté mal una tela carísima con pedrería y me fui llorando a Jesús del Pozo. Él se empezó a reír.

¿A qué política o político vestiría?

Que me entren ganas, a pocas, pero si ellas me lo piden, a cualquiera, y feliz de hacerlo. Yo no veto a nadie.

Si no hubieras sido diseñador, ¿dónde le encontraríamos?

En una tienda de flores: viajar por el mundo para descubrirlas, repartir emociones... me hubiera encantado. También disfruto mucho enseñando: estuve muchos años en el IED y me encantó. Y me he vuelto a enamorar del vestuario escénico: ahora estoy montando la obra Expulsión, de Dani Pannullo, que se estrenará en septiembre.

¿El momento más feliz de su vida?

¡Todos! Tengo miles...

¿Lo que menos le gusta hacer?

Mentir. Lo detesto, es muy desagradable y me cuesta muchísimo.

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