«Para qué esforzarse en exportar el vino si lo vendemos casi todo sin pasar del portal», afirmaba algún bodeguero antes de la pandemia. Como es evidente, el coronavirus ha dado un giro de 360 grados a la situación y se ha afrontado una vendimia cargada de incertidumbre, con un descenso de producción incluida. Concretamente se vendimiaron casi un 24% menos de kilos de uva en las bodegas de Vi de la Terra Mallorca, un 26% menos en las de la DO Binissalem y un 31% menos en las DO Pla i Llevant.

El motivo principal de este último aspecto se debe a que este año ha estado presente un hongo que ataca, primero, las hojas y, después, los racimos de uva: el mildiu.

Todo ello ha provocado que este sector, igual que otros profesionales, esté afrontando uno de los momentos más complicados de las últimas décadas. De hecho, pese a recolectar menos kilos de uva, los almacenes de muchas bodegas, por no decir todas, están repletas de vino de la anterior vendimia, por lo que algunos se han vuelto a esforzar para vender fuera de las fronteras de Balears.

Ayudas que no convencen

Catalina Ribot, de Galmés i Ribot, se toma la situación con serenidad: «Hemos vivido una temporada totalmente atípica y anómala, la añada vitivinícola también ha sido complicada, con una primavera húmeda que favoreció la bajada de producción, seguida de una vendimia larga y difícil. Teniendo en cuenta que en Mallorca el consumo de vino que se produce es mayoritariamente para el turista que nos visita, con la poca actividad que hemos tenido esta temporada hemos sufrido una bajada significativa de ventas, en cambio la venta directa y la exportación ha aumentado ya que algunos clientes al no poder visitar la isla han querido adquirir algunos de nuestros vinos y degustar este trocito de Mallorca desde casa».

Por su parte, Lluís Armero, del celler Armero i Adrover, comenta que «así como un hotelero puede cerrar el establecimiento y poner a sus trabajadores en ERTE, nuestra situación es diferente ya que los trabajos de la viña no se paran: empezamos en enero, continuamos con la pandemia y seguimos sin parar después de la vendimia». Además, si bien es cierto que con la crisis económica ha podido parar algunos proyectos previstos, también advierte que habrá algunos que no podrá frenar porque ya están firmados: «Es complicado, pero miramos de tirar hacia adelante».

Pese a que desde Europa y el Gobierno de España se han puesto medidas para ayudar al sector, en general, pocas entusiasman al sector vitivinícola mallorquín. Una de ellas es la vendimia (o poda) en verde que consiste en eliminación de racimos de uva inmaduros de una parcela, una medida que no acabó de convencer especialmente si han estado afectados por el mildiu. También hay otra ayuda que consiste en la quema de alcohol para fabricar destilados, pero los bodegueros de Mallorca tienen que hacerse cargo del transporte y no cobran ni directamente ni enseguida. La que más aceptación ha tenido por ahora es la inmovilización del vino durante 9-12 meses, con la que la Administración ofrece una ayuda económica. «Es una medida interesante porque lo peor que puede haber es que haya un excedente de vino ya que el precio que se paga por la uva y el vino bajará», apunta Josep Lluís Roses, de Bodegas José L. Ferrer.

Los bodegueros levantan su voz De izquierda a derecha, Josep Lluís Roses, de Bodegas José L. Ferrer; Catalina Ribot, del Celler Galmés i Ribot; Lluís Armero, del ‘celler’ Armero i Adrover; Maria Antònia Febrer, del Celler Blanca Terra; y Pep Rodríguez, del celler Soca-rel.

En este sentido, el precio que se paga por la uva en Mallorca es más justo que el que se paga en zonas de la península. En los últimos años el precio del kilo ha oscilado entre 1 y 1,5 euros, pero esta última vendimia ha bajado a unos 80 céntimos por la crisis, un buen precio si se compara con los 20 céntimos que se pagan en la DO Rueda o en Cataluña entre 24 y 30 céntimos por kilo. Además, hay que tener en cuenta que los bodegueros no pueden comprar uva de fuera de la isla.

¿Esnobismo o trabajo?

Otro de los retos de este sector es el aumento de bodegas en Mallorca, que ha sido exponencial y que ha pasado de una decena a un centenar en tan solo tres décadas. La crisis actual ha puesto sobre la mesa si esta situación es sostenible, con viñas abandonadas como es el caso de Es Fangar, cuyo propietario, Peter Eisenmann, se ha declarado en bancarrota.

Hay quienes apuntan, como Maria Antònia Febrer, del Celler Blanca Terra, que «este aumento de bodegas ha sido positivo porque se han recuperado parcelas de tierra abandonadas», mientras que otros remarcan que puede hacer peligrar la calidad y el precio del vino. Ante esta polémica, el Govern balear aprobó el 23 de noviembre limitar el potencial vitícola de la comunidad autónoma. Roses apunta que es una medida con la que solo se podrá crecer un 1% en nuevas plantaciones, especialmente entre jóvenes payeses y mujeres agricultoras. Hay que tener en cuenta que en 3 años habíamos crecido un 25%. «De manera que ahora pasará algo similar con los hoteles, que también tienen el número de camas limitadas», compara el bodeguero. Armero comenta que muchos empresarios ricos habían decidido hacer vino como una moda o esnobismo, llegando a limitar el acceso a ayudas: «Para ellos no es nada invertir grandes cantidades de dinero o cumplir con requisitos de subvenciones en poco tiempo». Hay muchas otras bodegas que se habían preocupado por el aumento de cellers, especialmente este año con viñedos sin vendimiar porque no tienen donde poner la uva, que curiosamente se trata de nuevos inversores.

No todo el mundo puede sembrar viña dado que se necesitan derechos que otorga la Administración. Lo que se hacía anteriormente era comprar los derechos, explican fuentes del sector, algo que se prohibió. Después se alquilaban y, en un año, se arrancaban todas las cepas, por ejemplo de Cuenca, y se traían a Mallorca. Ahora, con esta medida del Govern se parará este despropósito ya que antes de trasladar un viñedo a la isla, los gestores o propietarios tendrán que explotar la finca originaria durante 3 años y, de esta manera, se intentará frenar este aumento de viña que puede desembocar en un excedente de vino que haga inviable la competitividad de los profesionales del vino.

Ganar consumidores locales

También hay voces del sector que apuntan que el problema se acentúa porque la mayoría de mallorquines no consume el vino que se produce en su tierra. El motivo es la competencia de precios con otros que se elaboran en zonas de España a un coste mucho menor. Aquellos que realmente saben apreciar el vino de Mallorca son muchos visitantes. «Esto se puede notar en las ventas de supermercados situados en zona turística -afirma un especialista del ámbito- ya que por cada 10 cajas de vino que se venden en las tiendas de zona costera, se venden 5 en la part forana y una en Palma».

No todo fue negativo en este 2020

El 2020 también ha traído alguna buena noticia como la autorización para usar tres variedades autóctonas para hacer vino: se trata de Callet Negrella, Esperó de Gall y Mancès de Tibús. Catalina Ribot, del Celler Galmés i Ribot, afirma que es una gran noticia ya que enriquece «nuestro patrimonio varietal, pues aportan al vino una personalidad única». En su caso, ha apostado por el Callet Negrella, un híbrido de Callet i Mantonegro que popularmente se conoce como de Cas Concos, ya que las cepas se encontraron en esta localidad. «La probamos y nos gustó mucho, tiene buen ph y una relación armónica acidez-azúcares, está muy bien adaptada a la isla, de ciclo largo, resistente a la sequía, aportando complejidad a los vinos», explica Ribot  

Sobre el Esperó de Gall, Pep Rodríguez, del celler Soca-rel, explica que el año que viene sacará al mercado un vino con esta variedad. «La descubrí hace 7 años y destaca por unas peculiaridades aromáticas espectaculares. Se ha atribuido siempre al Cabernet Sauvignon el aroma de pimiento, pues esta mallorquina también la tiene, así como frutas rojas y mucho tanino». Tanto Rodríguez como Ribot destacan el trabajo realizado por Carme Garau y Antoni Martorell del Institut de Recerca i Formació Agrària i Pesquera (IRFAP) ya que sin ellos no hubiera sido posible recuperar estas variedades autóctonas.

Por otra parte, la Denominació d’Origen Binissalem prepara novedades en su funcionamiento para que próximamente se puedan hacer vinos con predominio de Callet, Giró Ros i Gorgollassa y Monastrell; una medida pensada en potenciar variedades más resistentes al cambio climático y potenciar la elaboración en la isla de u os vinos únicos y diferenciados. 

Cae la producción de vino en Mallorca.