El refugio de Guillem Nadal en Son Servera evoca el sentimiento místico que provoca el vacío (espacios amplios, minimalismo), fundamental en el pensamiento y las religiones orientales. Es decir, tiene un toque zen muy bien combinado con una suerte de caos ordenado, muy propio de la naturaleza que le rodea en este montículo del Llevant mallorquín. Precisamente, el caos, el proceso inicial de un dibujo caótico es el germen de todo un proyecto de piezas nuevas que serán presentadas el próximo día 19 en el Centre Cultural Contemporani Pelaires. Una exposición que Nadal adelanta a este diario, testigo de las entrañas donde trabaja el artista: un retiro del mundanal ruido.

Grandes formatos con líneas traducidas al lenguaje textil que atraviesan el cuadro como si tuvieran vida propia y fueran seres vivos. Una suerte de raíces arbóreas en algodón que envuelven la pieza y escriben un mensaje sobre un lienzo como si de una página en blanco se tratara. Nadal deja sus nuevas huellas, su rastro, su memoria, su energía, su gesto tensado entre lo pictórico y la construcción escultórica en estos trabajos últimos, que guardan un vínculo de enorme intensidad con la fuerza natural de la Madre Tierra. "Hay un proceso de la Naturaleza que me interesa mucho", comenta Nadal. "Y es que en la Naturaleza no existen los conceptos referidos al bien y al mal. Precisamente, esa amoralidad de la Naturaleza es para mí más moral que nuestra propia moral y hacia dónde hemos evolucionado como seres humanos", reflexiona.

La producción de las piezas -cuadros, papeles, instalaciones y esculturas- está estrechamente vinculada a Tailandia, país habitual en la biografía del mallorquín. Allí, un grupo de mujeres de Chiang Mai, una ciudad con una tradición textil muy antigua, teje y otorga volumen a los dibujos del caos -así se titula una instalación y el catálogo de la muestra, con texto del escritor y articulista de este periódico José Carlos Llop-, unos trazos que o bien entrega en persona o bien envía por correo a las bordadoras, dirigidas por una especialista, también tailandesa, en Bellas Artes. "Al principio, con las primeras probaturas [este proyecto arrancó en 2009 y las primeras piezas no comenzaron a funcionar hasta 2010], hube de enseñarles que aquellos gestos con el lápiz más intensos, en los que apretas más, debían ser tejidos de manera más gruesa", indica el artista, que se ha llevado sorpresas durante este proceso de producción a distancia. "En alguna ocasión he recibido alguna obra mejorada en relación al dibujo enviado. Y me interesa mucho este intercambio, porque algunas cosas que recibo no son cien por cien mías", asegura.

En cuanto al dibujo, "para mí se trata de invadir un espacio", sostiene, "de enmarañarlo un poco". "Podría decir que está relacionado en parte con la teoría del caos de la Naturaleza", apunta. "Aunque, por otro lado, no es posible del todo dibujar el caos porque detrás siempre está la conciencia humana", agrega. "Por eso no existe un abstracto cien por cien real, aunque uno intente buscarlo, como Pollock, porque detrás está todo lo relacionado con tu vida y lo que te rodea, el paso del tiempo, la historia", considera.

Después de recorrer un espacio diáfano donde contemplar las obras (hay piezas de cuatro metros, una instalación de libros inventados en blanco y cráneos níveos entrelazados), Nadal abre la caja que contiene sus ideas, su caos personal, su taller. Y uno empieza a comprender (si se le suma su nomadismo tailandés). En las mesas de la entrada: maquetas de proyectos, algunos inacabados. Son como bonsáis pues muchos de ellos están trabajados a partir de las irregularidades de las ramas. Hay fenómenos en miniatura, objet trouvé, esqueletos diminutos, bodegones poéticos y accidentales que surgen después de colocar un erizo o los restos de varios gatitos muertos. Hay muchos libros, y una torera de picador intervenida que recuerda una tumba episcopal.

¿Dibuja Nadal rodeado de este torbellino de estímulos? No. "Siempre llevo conmigo un bloc y un lápiz donde voy tomando apuntes de ideas y dibujos, luego los transformo aquí", explica. En el suelo y en las paredes, reposan los grandes formatos. Ahí mismo es donde le aplica a los lienzos una mezcla de acrílico y pasta de papel. Materia. Y entra la luz. Uno ve desde dentro del estudio los árboles, la madera, la piedra, los elementos presentes en la obra del mallorquín. Y uno comprende mucho mejor, desde este lugar, cómo se entrelazan los fragmentos de la Naturaleza con las materias del artificio artístico. Aquí las piezas hacen la fotosíntesis.