La vida es sueño, y los sueños, sueños son. Y quizás, poco más. Porque, aunque la ciencia ha intentado explorar en las razones por las que soñamos, sabemos aún muy poco sobre ellos. Los procesos que los explican o su significado siguen siendo un misterio. Nosotros mismos, tras despertar, apenas alcanzamos a recordar, cuando lo hacemos, una pequeña parte de las imágenes y situaciones que hemos proyectado de forma inconsciente. Y eso incluso cuando se generan de forma tan vívida que, en el momento en que se producen, las confundimos con la realidad y nos emocionan o sobresaltan.

En ocasiones, algunos sueños se repiten en el tiempo. Determinadas visiones, incluso, son comunes a un gran número de personas, como las que reflejan temores o preocupaciones, de una forma más o menos evidente. Otros, en cambio, nos resultan inexplicables.

Entonces, ¿conocemos cuál es la razón por la que soñamos? A pesar de los intentos por desentrañar estos fenómenos, no existe un motivo claro. Esa indeterminación es precisamente la que a lo largo de la historia ha favorecido su mitificación, desde la cultura popular a las creaciones artísticas, de la misma forma que ha dado pie a todo tipo de teorías, más o menos esotéricas o románticas, así como a las que se derivaron del psicoanálisis. Todo un conjunto de ideas que no han conseguido sacar a los sueños de ese lado en sombra de nuestra existencia.

El recuerdo de los sueños

Lo que sí parece haber quedado más demostrado es que los que podemos recordar mejor ocurren en la fase profunda del sueño, conocida como REM (del inglés Rapid Eye Movement: movimientos rápidos oculares), que puede ocupar el 20% del sueño total en una noche. En esos momentos, las imágenes que recreamos son más elaboradas respecto a las que podemos proyectar en otras fases. El recuerdo de las mismas, que se experimenta de forma diferente en cada persona, puede depender de que despertemos en medio de uno de ellos. O también de la intensidad de las sensaciones que nos generan.

Según un estudio de 2018 de la Universidad de Monash en Melbourne (Australia), la clave está en el hipocampo. Este órgano encefálico, encargado de regular las emociones y la memoria, puede ser el responsable de que no los recordemos. Cuando nos dormimos, nuestro cerebro no se desconecta por completo y el hipocampo es una de las últimas estructuras que pasa al modo inconsciente. Hay personas que realizan la 'desconexión' de esta área un poco más tarde y eso les permite recordar algo más de esas imágenes oníricos. Hay personas que realizan la 'desconexión' del hipocampo un poco más tarde y por eso recuerdan algo más sus sueños.

Durante nuestro reposo nocturno, el hipocampo se dedica a cribar información importante de la que no lo es, borra imágenes vistas durante el día y elimina datos que no son trascendentes para guardar en la memoria a largo plazo aquello que considere sustancial. En otras palabras, está tan centrado en este proceso de selección que pocas veces presta atención a la película onírica que estamos viviendo.

Sin un aval científico sólido, sobre las razones por las que soñamos solo quedan hipótesis, desde las que consideran que juegan un papel en la consolidación de la memoria a las que exponen que los seres humanos proyectan en ellos su reacción a amenazas externas, pasando por las que descartan cualquier función trascendental o evolutiva. De nuevo, los sueños solo como sueños.