El partido de Montilivi enfrentó a dos equipos con los deberes hechos, unos más que otros, pero ello no impidió que se viera a dos rivales que se han tomado en serio acabar la Liga con el mayor número de puntos para redondear la temporada. Los catalanes querían asomarse a Europa y los de Aguirre certificar matemáticamente la permanencia. Dos equipos modestos y dos estilos muy diferentes. Los de Michel hacen un fútbol más vistoso que los de Aguirre, con un Oriol Romeu amo y señor del centro del campo y con mayor poder ofensivo, porque en ataque tiene con Castellanos, Tsygankov o Riquelme más diversidad que los rojillos.
El partido se decantó en favor del Girona con justicia porque quien puso más argumentos fueron los locales, pero el resultado pudo ser otro si el Mallorca hubiera tenido más eficacia con las escasas oportunidades que se le presentaron, unas veces a causa del infortunio, como la pelota que se estrella contra el poste tras disparo de Antonio Sánchez, o si Dani Rodríguez no desperdicia la clarísima ocasión que tuvo para batir a Gazzaniga en la segunda mitad.
Otro gol encajado segundos antes de que el partido se fuera al descanso desbarató los planes iniciales de Aguirre, que no se decidió a irse con todo a por el empate, cambiando a defensa de cuatro, hasta el minuto 65.
El gol de penalti, esta vez gracias al otrora criticado VAR, pudo darle al Mallorca un punto que le hubiera otorgado la tranquilidad que ahora hay que ganarse dentro de ocho días ante el Cádiz. Será la segunda ocasión para celebrar la fiesta de la permanencia.
