A medida que se acerca el final de Liga la suma de puntos se convierte en una tarea titánica. La ansiedad aparece y provoca que sean muchos los equipos que no saben muy bien cómo sacar los partidos adelante. El Mallorca es uno de esos conjuntos que tiene en el horizonte la suma de esos 42 puntos que certifican la permanencia y que parecen más lejos de lo que están. Son tres victorias más solo, pero lograrlo cuesta más que nunca. El partido de Osasuna era uno de aquellos que se antojaba propicio para acercarse a ello, por muchas razones, especialmente pensando en que los navarros tenían su mente puesta en el que puede ser su gran logro este año, llegar a la final de la Copa.
Arrasate reservó a buena parte de sus titulares, pero no tiró el partido. El Mallorca tampoco aprovechó las ausencias de David García, Moi Gómez, Moncayola o Abde del once inicial. Los de Aguirre le pusieron empeño en los primeros minutos, pero después se fueron diluyendo, fiándolo todo a la inspiración de un Kang, agotado por un viaje transoceánico. Control de pelota, pero ni un solo tiro entre los tres palos en los primeros 45 minutos. Hubo que esperar al 65 para contabilizar un flojo remate de Raíllo.
Los dos equipos se sumergieron en un fútbol trabado, aburrido para el espectador, en el que primó el miedo a perder. La expulsión de Copete cambió el guion para Osasuna, que se vio exigido de intentar la victoria, pero fue era demasiado tarde. Vistas las circunstancias, el empate es un bueno para el Mallorca, aunque habrá que ver cómo acaba la jornada. El único pero, los daños colaterales en forma de ausencias para Valladolid de Baba, Copete y Gio. Y esa es otra cita clave.
