Un punto que sabe a gloria. Tras una lamentable primera parte en la que el Mallorca fue un muñeco en manos de la Real Sociedad y que parecía imposible levantar, el equipo se recompuso en la segunda con un despliegue muy meritorio que dio sus frutos al inicio con un gol de Kang, el mejor de los locales y posiblemente del duelo. El empate sirve para romper una racha de dos derrotas y para hacer olvidar, en parte, el inesperado e incalificable tropiezo ante el colista Elche. El Mallorca da por bueno el empate en un tramo de la temporada en que puntuar es vital cuando los de abajo aprietan. 

 142 segundos. Este ridículo tiempo es lo que resistió el once de Aguirre ante el de Alguacil, que entró al partido dispuesto a zanjar cualquier discusión sobre qué equipo era mejor. El inicio parecía la continuación del partido de la pasada semana ante el Elche. La tarde pintaba mal y parecía una quimera evitar lo que hubiera sido la tercera derrota consecutiva, la cuarta en cinco partidos. Como muy bien dijo el mexicano, el Mallorca corrió serio riesgo de salir vapuleado ante el inicio del rival. Pero el equipo supo reaccionar en la segunda parte. Este debe ser el camino. Jugando como se ha hecho este domingo tras el descanso no hay motivo para sufrir por la permanencia. Treinta y dos puntos a falta de tres meses para el final del campeonato es una cifra más que respetable y que debe servir. 

Tocaba arriesgar, y tras el descanso Aguirre se olvidó de la defensa de cinco y apostó por Abdón y Amath

La primera parte sirvió para ratificar que los hombres de Aguirre no pasan por su mejor momento. Parecen no creer en ellos mismos, dudan de lo que hacen, de todo. Fueron continuos los gestos de desaprobación de los jugadores, un lamento por aquí por un pase mal dado, otro porque me la tendrías que haber pasado al hueco, y así todo el partido. Los jugadores no sabían qué hacer con el balón en los pies, y si el que mejor saber hacerlo, Galarreta, el único junto a Kang capacitado para dar algo de luz en la oscuridad, está desaparecido en combate, el Mallorca es un alma en pena.

Llegaba la Real Sociedad con varias derrotas en el bolsillo en las últimas jornadas, la última ante la Roma de Mourinho. El conjunto donostiarra parecía haber encontrado un bálsamo en Son Moix ante un rival tocado, en lo futbolístico y en lo anímico. La derrota ante el Elche, que el Valladolid puso en su sitio el sábado, hacía mella en los jugadores. De repente han entrado todas las dudas del mundo y, tras el primer tiempo, la Real parecía una losa imposible de superar. El equipo desesperaba. Todas tus carencias quedan más en evidencia cuando enfrente tienes a un señor equipo como es la Real, posiblemente el que mejor fútbol practica de la Liga y al que le pudo su conformismo, su falta de ambición para rematar a su rival.

Jarro de agua fría

El gol que resume la primera parte llegó segundos después de cumplirse los dos minutos en un remate picado con la zurda de Carlos Fernández que entró junto al poste izquierdo de la portería de Rajkovic. No marcaba el 9 de la Real desde abril de 2021. No es de extrañar su alegría después de tanto tiempo. El guardameta serbio ya evitó el primer gol un minuto antes en un remate a bocajarro de Oyarzábal. Conseguido el objetivo de adelantarse en el marcador, los donostiarras dejaron que el Mallorca se hiciera con el balón, un objeto extraño en los rojillos.

Kang crece a cada partido. Es un lujo para el Mallorca, que habrá que ver cuánto tiempo puede retenerlo

Acabó la primera parte con las peores sensaciones. Aguirre estaba obligado a hacer algo. Y movió ficha dando entrada a Abdón y Amath por un mareado Kadewere y un inoperante Jaume Costa. Pasó a una defensa de cuatro, con Gio en el lateral derecho y Maffeo a la izquierda. Un once más ofensivo que dio sus frutos muy rápido, a los cuatro minutos de este segundo periodo cuando Abdón peinó el balón a Kang, que se deshizo de Pacheco y dribló a Remiro para lograr el gol del empate. Un gran gol y merecido premio para un jugador diferente, que crece a cada partido. Hoy por hoy, es todo un lujo para el Mallorca, que habrá que ver cuánto tiempo puede retenerlo. El partido volvía al punto de partida en una reacción inesperada. El equipo le puso una marcha más al partido, algo que se antojaba imprescindible si al menos se quería sumar un punto, agua bendita en estos momentos de zozobra.

Se entraba en una fase en el que ninguno de los dos se conformaba con el empate. La Real pasó a ser el dominador y el dueño del balón. Al cuarto de hora, Munuera Montero, muy protestado en la primera parte, anuló un gol a Le Normand por entender que se apoyó en el salto sobre Galarreta a la salida de un córner. Tres minutos después, ya con Sorloth en el campo, la Real reclamó un agarrón en el área de Dani sobre Oyarzábal, insuficiente, para pitar penalti.

Con el paso de los minutos parecía que el Mallorca daba por bueno el punto ante una Real a la que Abdón taponó con su marcaje a Zubimendi. Y se despejaron las dudas con la entrada de Battaglia y Antonio por Galarreta y Kang, ovacionado por la afición puesta en pie. Los locales lo fiaban todo a lo que pudieran hacer a la contra. Y a punto estuvieron de obtener frutos en un pase de Abdón a Amath. El remate del senegalés se estrelló en el palo izquierdo de Remiro. A estas alturas de la temporada el punto sirve de mucho para conseguir el objetivo. Si no puedes ganar, al menos no pierdas. Esta ha de ser a partir de ahora la consigna de un Mallorca que tuvo la virtud de transformarse tras una primera parte para olvidar. Quedan muchos capítulos para conocer el desenlace de esta serie, pero la historia pinta bien.