Distante, tímido, celoso de su intimidad y amigo de sus amigos. Así es Héctor Raúl Cúper (Chabas, 1955), que esta semana cumple 25 años de su idilio con Mallorca y el Mallorca. El entrenador argentino, uno de los ilustres del banquillo en los 106 años de vida de la entidad bermellona, junto a Juan Carlos Lorenzo, el recientemente fallecido Antonio Oviedo, Luis Aragonés y Llorenç Serra Ferrer, llegó procedente del Lanús como un auténtico desconocido y, prácticamente de la nada, edificó un equipo que fue la sensación de la Liga. Su éxito a la hora de liderar al grupo que pusieron en sus manos y su forma de ser, convincente, explicando cada situación sin subterfugios, derivó en que se ganara desde el primer día el cariño de la afición, que de nuevo iba a disfrutar de ver a su equipo en Primera.

Un cuarto de siglo después, Cúper ha echado raíces en Mallorca. Pese a que pasa largas temporadas en su país natal, es en la isla donde se siente más a gusto y donde se han criado sus hijos, Agustina, Santiago y Emilia. Siempre junto a su mujer, Cynthia, la primera, psicóloga de profesión, les ha hecho abuelos de mellizos recientemente. Y una de las primeras fotos que les hicieron fue enfundados con la camiseta del Mallorca. El hijo varón es el único que vive en Argentina, administrando los negocios de su padre. Y la hija menor, licenciada en Derecho, pero sin ejercer, es la pareja de Abdón Prats, una relación que llevan con total normalidad al publicar continuamente fotografías en las redes sociales.

Cúper, cenando en el Pesquero de Palma junto a su mujer Cynthia y sus hijos Agustina, Santiago y Emilia. Toni Camps

«Cúúúper, Cúúúper, Cúúúper”, ha coreado el mallorquinismo tantas veces que incluso cualquier aficionado con edad para recordarlo lo tendrá fresco en su memoria. Su historia como bermellón está ligada al rotundo éxito en su primera etapa y al sufrimiento en la segunda, pero para entender los años dorados de la entidad es obligado recordar su figura.

Campeón de la Supercopa y subcampeón de la Copa del Rey y de la Recopa, en su segunda etapa salvó al Mallorca del descenso y, a la temporada siguiente, dimitió sin cobrar

En el verano de 1997, el presidente Bartolomé Beltrán, asesorado por la empresa Bahía Producciones, había apostado por un joven técnico, de apenas 41 años, que había conseguido brillar en los banquillos de su país con el subcampeonato en el torneo de Clausura con el Huracán en 1994 y el título sudamericano de la Copa Commebol con el Lanús en 1996. En su presentación el 10 de julio de ese año, Cúper ofreció algunas pistas de su forma de entender el fútbol. Quería un Mallorca rocoso, “con mucho orden”, una frase que fue un mantra en sus dos etapas en el club, la primera en el Lluís Sitjar y la segunda en Son Moix. Y lo consiguió con creces.  

 Con una plantilla plagada de futbolistas con hambre de triunfo, como los fichados Roa, Romero, Iván Campo, Engonga, un jovencísimo Valerón, Mena y Amato, entre otros, más la base de los que habían ascendido el curso anterior, como Olaizola, Soler o Stankovic, entre otros, los rojillos fueron la gran revelación de Primera División. Fueron quintos, que suponía la primera clasificación para Europa y alcanzaron la final de la Copa del Rey, que perdieron de forma dramática en los penaltis ante el Barcelona en Mestalla. “Es lo contrario a todos los entrenadores de su país. Este tiene mucha pala y poco pico”, decía siempre sobre Cúper el famoso periodista José María García. Su primer curso ya había sido todo un hito para un club recién ascendido, pero es que la segunda fue todavía mejor.

Primer título de la historia

La temporada 1998/1999 empezó con el primer título de la historia del Mallorca al conquistar la Supercopa de España ante el Barcelona (2-1 en el Lluís Sitjar y 0-1 en el Camp Nou). Cúper, al que es habitual verle en bicicleta por el paseo del Molinar, consiguió elevar el nivel con un equipo que había abandonado algunos de sus referentes y al que habían llegado Siviero, Miquel Soler, Ibagaza, Lauren, Dani y Biagini, entre otros. Los bermellones llegaron incluso a ser líderes arrancando elogios del panorama nacional e internacional por su fiabilidad en defensa y pegada en ataque. “Y algunos nos acusaban de que no jugábamos bien a pesar de que ganábamos muchos partidos”, decía el de Chabas años después recordando con nostalgia aquella campaña. 

Su hija mayor Agustina le ha hecho abuelo de dos mellizos, a los que enfundó la camiseta del Mallorca a los pocos días de nacer

  Alcanzar la final de la Recopa de Europa -la última de la historia, en 1999- no fue casualidad. Tras eliminar en semifiales al Chelsea, en el que militaba el Chapi Ferrer, después técnico de los rojillos, en la final de Birmingham el Lazio de Roma, lleno de estrellas como Vieri y Nedved, fue mejor. En la Liga, además, consiguió la mejor clasificación de su historia, con una brillante tercera posición. El Mallorca, que dos años antes militaba en Segunda, iba a disputar la Liga de Campeones. El presidente Beltrán intentó por todos los medios que el técnico renovara una temporada más. “Nosotros te queremos, Cúper quédate”, se escuchaba constantemente en las gradas del Sitjar en los últimos partidos de aquel curso. Pero su prestigio era imparable. El mallorquinismo se quedó sin su gran ídolo. Finalmente apostó por el Valencia en el verano de 1999, donde siguió triunfando, alcanzando dos finales consecutivas de la Champions y conquistando una Supercopa, méritos que nunca le fueron reconocidos en la capital del Turia. 

Al rescate del Mallorca

Después de haber dirigido también al Inter de Milán, donde mantuvo una complicada relación con el hoy presidente del Valladolid, Ronaldo Nazario, y tras un año sabático, Cúper, con barco atracado en el Paseo Marítimo y con el que sale a navegar con sus amigos Paco Soto, Toni Tugores y los exfutbolistas Amato y Siviero, acudió al rescate del Mallorca, que estaba en puestos de descenso en la décima jornada del curso 2004/2005. Sustituía a Benito Floro, que apenas aguantó tres meses en el cargo. Es la conocida como la temporada del ‘milagro’, ya que consiguió salvarse tras recortarle al Levante once puntos en las últimas siete jornadas. Una hazaña en toda regla porque el propio entrenador había reconocido que la salvación era “casi imposible”. Hizo debutar a un jovencísimo Víctor Casadesús para salvar un curso terrorífico. Eso le valió continuar, pero las cosas no le salieron nada bien. El 13 de febrero de 2006, con un equipo que no levantaba cabeza y que llevaba camino de la Segunda División –colista con diecinueve puntos tras veintitrés partidos–, decidió dimitir antes de que le despidieran y perdonó su salario. “Se va un amigo y un ídolo”, dijo el entonces presidente Vicenç Grande.   

Cúper siempre se ha sentido querido por la afición del Mallorca, que le ovacionó en su segunda etapa. B. Ramon

 Seleccionador en diferentes países, el último el Congo, Cúper, que toca el saxo en sus ratos libres, se considera un mallorquín más. Practicante del golf, amante del cine -Jose Coronado es uno de sus actores favoritos- y espectador por televisión de los partidos del Mallorca -aunque alguna vez se le ha visto junto a su hija Emilia en Son Moix-, 25 años después, la relación de amor con Mallorca continúa, y está muy lejos de llegar a su final. Cúper, mito y leyenda siempre.