En el fútbol, la senda hacia el éxito está abarrotada de escollos. Es mucho más fácil quedarse por el camino que saborear las mieles de la gloria. Ansu Fati, que este domingo volverá a los terrenos de juego ante el Mallorca tras una lesión, lo ha podido comprobar varias veces en su todavía escueta trayectoria. Con solo 19 años, el futbolista bisauguineano ha sufrido tres lesiones graves: fractura de tibia y peroné, rotura del menisco interno y afectación en el tendón proximal del bíceps femoral.

Nunca se ha rendido. Quiere cumplir su sueño de triunfar en el Camp Nou y hace tiempo que trabaja incansablemente para lograrlo. Concretamente, desde la temporada 2018/19, cuando efectuó un cambio de chip necesario para reconducir su carrera y dejó de ser una de las perlas más prometedoras de la Masia para convertirse en una inmensamente ilusionante realidad.

Ansu empezó su primer año en el Juvenil A blaugrana con 15 primaveras y muchas dudas. Tenía una seductora oferta del Niza y su renovación estaba estancada. Aunque hacía tiempo que, junto con el ahora bermellón Takefusa Kubo, era uno de los talentos más esperanzadores de las categorías inferiores del Barça, no era uno de los futbolistas de la plantilla entrenada por Denis Silva y Óscar López que contaba con más minutos. «Había jugadores que se esforzaban más. No teníamos ninguna duda de que acabaría jugando, pero se lo tenía que merecer», comentan fuentes de la entidad culé.

La rebeldía de la joya llegó a su fin a mediados de curso, cuando él mismo se dio cuenta de que estaba muy cerca de ser profesional y «empezó a controlar todos los detalles necesarios para dar el paso adelante definitivo». Fue un cambio, sobre todo, de mentalidad.

«Empezó a cuidarse, a seguir los protocolos en el gimnasio, a ser el primero en llegar a los entrenamientos», asegura un miembro del cuerpo técnico del equipo que acabaría llegando hasta unas semifinales de la UEFA Youth League contra el Chelsea que se tiñeron de color ‘blue’ gracias a una tanda de penaltis que anuló el doblete de Ansu Fati (2-2).

«En esa época, cada jugador tenía deberes individualizados a hacer. Algunos de ellos, los más disciplinados, nos pedían más cosas. Él se llevaba muy bien con Konrad de la Fuente, cuya cultura americana de trabajo y persistencia le ayudó mucho», añade otra fuente del Barça.

Un cambio de posición clave

El otro factor que provocó la ‘explosión’ del internacional absoluto español fue futbolístico. Los entrenadores del Juvenil A se cercioraron de que tenían que cambiarle de posición y situarlo en el extremo. En la demarcación de ‘11’. «Cuando jugaba de delantero centro o de falso nueve, bajaba demasiado a recibir el balón, ocupaba espacios de otros jugadores. Quería estar en muchas posiciones. No tenía definido exactamente su rol. Ansu es rápido, tiene uno contra uno y sabe ‘aparecer’ por dentro. Desplazarse a la banda le permitió lucir su mejor versión», declara Denis Silva, el principal encargado de tomar una decisión que fue vital para el heredero del ‘10’ de Leo Messi.

«Necesitó alrededor de dos meses para adaptarse. No se quejó en ningún momento. Llevaba toda la vida siendo muy protagonista en la construcción del juego. En un principio lo seguía haciendo, pero con vídeos y los consejos que le dimos lo corrigió. Jugando de extremo no puedes participar constantemente», complementa.

Ansu acabó esa temporada siendo el máximo goleador del equipo. Fue determinante en los compromisos más importantes del curso y, a finales de julio de 2019, firmó su renovación hasta 2022. Aunque la intención era que siguiera siendo uno de los líderes del Juvenil A y ayudara al filial cuando García Pimienta lo considerara oportuno, menos de dos meses después, el 25 de agosto, debutó con el primer equipo. El resto es historia.