Amargo estreno de Aguirre en el Real Mallorca

Buena culpa de ello, que no toda ni mucho menos, la tuvieron tanto Mateu Lahoz como Estrada Fernández a los mandos de la sala VOR, indicando un penalti a Russo, con regalo extra de tarjeta roja, que nadie entendió al verse que el balón golpeó en su codo cuando tenía los brazos pegados a su cuerpo. 

Si a un equipo que no ve el fin a su caída libre, con la autoestima tocada tras la marcha de su gran líder y obligado a reinventarse tácticamente en una semana, le añades una decisión ilógica, el resultado fue lo vivido en el Coliseum. Porque era un partido cantado de 0-0 con el beneplácito de todos y desequilibrado con una acción que no es nueva en la Liga, pero que sigue sin explicarse. 

De nada sirvió el penalti detenido por Rico, una dosis enorme de confianza para el sevillano. El mal estaba hecho y el partido, tras ver Russo la roja, se convirtió en azulón y acabó cayendo por su propio peso.

Más allá del colectivo arbitral y su disparidad en la toma de decisiones, Aguirre, ayer de estreno con el Mallorca, planteó un partido para no perder. Ganar, si eso, ya lo dejó para otro día. Un once ultraconservador, con hasta siete jugadores de corte defensivo, dejó claro cuál era su misión ante los de Quique Sánchez Flores. Pero si no se posee la capacidad de amenazar al contraataque, noventa minutos de no proponer nada más que despejar balones pueden hacerse muy largos. 

La baja de Valjent a última hora dejó al técnico bermellón sin centrales titulares. Obligado por las circunstancias, hizo lo que creyó necesario para blindar el área. Tres zagueros, con Baba como líbero por detrás de Russo y Oliván ayudando a cubrir huecos y un trivote de Salva y Dani en el que entró Battaglia. 

Una receta muy conservadora. Porque este nuevo Mallorca no va a querer el balón. Si con Luis García la idea era ser dueño de él, con Aguirre será todo lo contrario. Seguramente el Vasco fue el más contento al llegar el descanso. Su plan estaba funcionando, pero a coste del disfrute de los espectadores. Porque la primera parte tanto de Mallorca como Getafe fue una oda al anti-fútbol. La pelota voló más que rodó. Y la salida sencilla era siempre la mejor, con la táctica del ‘patadón’ como remedio. Una cosa sí es cierta, y es que los bermellones estuvieron muy ordenados en defensa. Pero no puede ser solo esa la fórmula para ganar partidos. 

El primer acto se diluyó sin nada que ocurriese, más allá de una jugada a poco del final que tendría consecuencias devastadoras para los bermellones. Sandro soltó un codazo a Russo. Ünal, por otro lado, se encaró con Gio, acudiendo al rescate Oliván, que recibió un cabezazo del turco sobre el que Mateu Lahoz no actuó -«me debes una», le dijo en el túnel de vestuarios-. Conclusión: dos tarjetas para cada equipo, una de ellas para Russo, el que menos hizo de todos para merecerlo. 

Quique Sánchez Flores metió la tijera en el equipo tras el descanso, dando entrada a un siempre peligroso Borja Mayoral. En el banquillo contrario, Aguirre, mucho más calmado, mandaba calentar a Antonio, Grenier y Ángel, que se llevó una gran ovación de su antigua afición al entrar en el campo. Los locales parecían ligeramente más entonados, volcando cada vez más el campo a su favor. Y de tanto intentarlo, se encontraron con un regalo. Y el show de Mateu Lahoz y el VAR dio comienzo.

Un penalti de VAR

Ünal, un peligro siempre en el área, soltó un disparo que dio en el brazo de Russo. Pese a las protestas azulonas, el árbitro valenciano no paró de indicar que lo tenía pegado al cuerpo. Así, durante más de dos minutos, el juego continuó hasta que se detuvo. Allí, Estrada Fernández le llamó a revisarlo al monitor y, como suele ocurrir, cambió de decisión, señalando penalti y, por consiguiente, segunda amarilla para el argentino. 

Rico, con su espectacular parada a Ünal y a Olivera en el rechace, pareció girar la tendencia del equipo, pero lo que consiguió fue alargar el sufrimiento. Aguirre no movió ficha, recolocando a Battaglia como central y dejando solos y vendidos a Salva y Dani en el centro. De hecho, hasta el 85 solo había realizado un cambio. Y así, con menos que nada, el Getafe poco a poco fue viviendo en terreno rival. Y llegó lo temido. Un pase de Villar que Battaglia no detectó encontró a Mayoral en el área, que disparó alto haciendo inútil la estirada de Rico. Allí acabó el partido para el Mallorca. 

Aguirre metió en el campo a Kubo, Kang In Lee y Antonio Sánchez, pero fue más un cambio a la desesperada que otra cosa. Y así se fraguó la séptima derrota seguida, la primera con Aguirre, que muchas vueltas le tendrá que dar a su sistema si quiere reflotar el barco. La próxima semana, el Atlético en casa. Casi nada.