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OPINIÓN

Luis García da la cara

Luis García, en sala de prensa, escoltado por Alfonso Díaz y Pablo Ortells. B.RAMON

La propiedad del Mallorca no se toma en serio la Primera División. Claro que si entendieran de fútbol, no habrían pagado esa fortuna por el club. De haber sido conscientes de la importancia de LaLiga, los dueños nunca hubieran colocado a Vicente Moreno al frente del equipo en uno de los mayores espectáculos del mundo. El caso de Luis García es muy diferente.

A diferencia de su predecesor, el entrenador ahora destituido es la causa principal de que el Mallorca recuperara inmediatamente la Primera, tras el trauma de un descenso logrado haciendo el ridículo a cada jornada. García no creía en los jugadores, creía en sí mismo, no nos pongamos altruistas. Sin embargo, el entrenador decapitado supo imbuir a sus huestes de una confianza superior a la valía real de la plantilla, con un estilo muy madrileño pero que siempre puso al servicio del Mallorca y de Mallorca. Rindió a la isla y se rindió a ella, estableció unos vínculos emocionales que ayer se deshicieron en lágrimas incontenibles. Responde con la máxima pena a la pena máxima del despido.

Desde las primeras ruedas de prensa de García en Segunda División, asombró por su sinceridad descarnada, por su avidez en exteriorizar su opinión más allá de la pregunta, por su libertad de expresión. Nunca olvidaré la crudeza irónica con la que despachó una supuesta oferta estratosférica por Stoichkov, mostrando su elegante estupor ante la hipótesis de que se le asignara una tasación millonaria al gaditano.

Conviene recordar que ningún entrenador está a la altura de la tarea que tiene encomendada, la flauta siempre suena por casualidad. De ahí que, con oportunidad de una entrevista, me sorprendiera el minucioso y ajustado conocimiento que tenía García de las capacidades y limitaciones de sus hombres. Por no hablar del lema que figura en su escudo heráldico: “Da la cara y no te escondas”. A diferencia del otro.

Ahora viene lo más difícil, explicar por qué esas virtudes han encallado, con el Mallorca atrapado en un descenso más amenazante de lo que indica la tabla. En primer lugar hay que evocar a Rafa Benítez en el Valencia, “pedí un sofá y me trajeron una lámpara”. A García le traicionaron los gestores del club y se le encabritó la plantilla, una revuelta descrita a la perfección por mis compañeras de redacción.

El desenlace es malo para todos, pero García ha preservado la gallardía hasta la despedida, permitiendo incluso que le escoltaran quienes le han apuñalado y que no tuvieron ni el coraje de comentarle su ejecución. El técnico saliente se ha distanciado de Vicente Moreno hasta el último día, no se me ocurre mayor elogio de un profesional.

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