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Análisis

Lo que me cuentan del ‘caso Sarver’

Robert Sarver, en la Ciudad Deportiva de Son Bibiloni. RCDM

Uno tiene amigos en Estados Unidos, más fruto de su pasión por el béisbol que por el periodismo o, tal vez, por ambas cosas. Y uno lleva tiempo conversando con esos amigos, todos periodistas en activo, sobre, no solo el juego que se celebra en los ‘diamantes’ sino, por ejemplo, sobre la investigación que acaba de abrirse, a lo grande, a lo bestia, sobre el poderoso magnate de Arizona Robert Sarver, dueño de los Phoenix Suns, equipo grande, finalista el pasado año de la NBA, y, cómo no, propietario, de rebote, nadie sabe cómo, aunque Javier Tebas, presidente de la patronal del fútbol español, sí lo sabe, del Real Mallorca, de nuestro ‘Mallorqueta’.

Todo el mundo sabe en qué lío anda metido el señor Sarver, que, posiblemente, vaya a traer como consecuencia que deba desprenderse, tal vez, del Real Mallorca, club que ha saneado y limpiado de deudas, lo que ya es mucho, muchísimo. El caso es que, de la mano de la poderosa ESPN, la cadena de televisión que, desde hace un montón de años, ofrece los partidos de la NBA en EEUU y, poco después, de The Washington Post, lo que no es poca cosa, Sarver es acusado de generar “un lugar de trabajo a veces tóxico y hostil de racismo y sexismo durante los 17 años años de su mandato en el club”.

El primer planteamiento que me hacen mis amigos y colegas es que el mundo, perdón, Estados Unidos, no tiene nada que ver con los Estados Unidos tradicionales desde que Donald Trump fue lo que fue e hizo lo que hizo y cómo lo hizo. Es decir, la ‘era Trump’ aún colea y, cuentan, coleará muchos años. Explican que, ahora, los ricos, poderosos y blancos se creen que pueden hacer lo que quieran. Como hacía Trump.

Es más, la Cámara de Representantes de EEUU acaba de tomar medidas contra el congresista republicano Paul Gosar después de que este personaje publicase un video animado en las redes sociales en el que aparece asesinando a la popular congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez y atacando al presidente Joe Biden. Gosar no solo ha hecho esa barbaridad, sino que ni siquiera se ha arrepentido de ella.

No significa eso que Sarver, que está agazapado en su mansión, en manos de sus abogados y esperando los resultados de una exhaustiva investigación abierta por la NBA, que ha contratado al bufete de abogados Wachtell Lipton para que la lleve a cabo, no vaya a ser sancionado y/o obligado a venderse la franquicia de la NBA que posee además, tal vez, de otras muchas cosas. No, no significa eso. Significa que los poderosos siguen creyendo que pueden hacer y decir lo que quieran, aunque luego les ocurra lo que les pasó, en el 2014 y en el 2015, a Donald Sterling, dueño de los Clippers de Los Ángeles, y Bruce Levenson, accionista importante de los Atlanta Hawks, que tuvieron que desprenderse de esa propiedad por cosas parecidas a las de Sarver.

Cuentan mis colegas que es evidente que lo que ahora está en juego es si las expresiones y comportamientos machistas deben ser sancionadas al mismo nivel que el racismo. Sterling, por ejemplo, admitió haber denigrado a la raza negra en una conversación, que se hizo pública, con su compañera sentimental. El dueño de los Clippers no se arrepintió de ello y desde Michael Jordan hasta Lebron James, pasando por el desaparecido Kobe Bryant, pidieron su expulsión de la NBA. Y así fue.

Lo de Levenson fue también muy triste y lamentable. Levenson era uno de los accionistas de los Hawks y escribió una carta-informe al gerente de su club, Danny Ferry, en la que lamentaba que la mayoría de público, fans y espectadores de su equipo fuesen de raza negra pues apenas gastan dinero en la cancha ni permiten hacer negocio con el merchandising del equipo de Atlanta, pidiéndole a Ferry que promoviese la llegada de público blanco “porque esos sí tienen dinero y sí gastan”. La NBA obligó a Levenson a venderse sus acciones de los Hawks.

Algo huele mal alrededor de Robert Sarver, de eso no tiene duda nadie en Estados Unidos. Es cierto que, de momento, todo lo sabido ha surgido del periodismo. Es decir, lo publicado por ESPN y el ‘Post’ es lo único (que ya es mucho) que se sabe de las maneras, formas y estilo del poderoso magnate norteamericano. Pero todo ello ha sido suficiente para que la NBA haya aceptado que tiene un problema, perdón, otro, tipo Sterling, tipo Levenson, en sus manos y, ante la cultura tóxica, la liga de los aros no ha tenido más remedio que abrir una investigación y ponerla en manos del bufete Wachtell Lipton para poseer sus propias pruebas y tomar la decisión adecuada.

Los abogados que ya han empezado a investigar si todo lo descrito es cierto e, incluso, si hay algo más, tardarán meses en presentar sus conclusiones. Lo primero que han dicho es que piensan aceptar declaraciones anónimas y que, en ese sentido, todo el que contribuya a esa investigación estará protegido, lo que es muy posible que permita obtener más relatos de los conseguidos por los periodistas de ESPN y el ‘Post’.

Nadie sabe qué puede ocurrir, pero el hecho de que los precedentes de Sterling y Levenson estén estos días en la mente de todos hace pensar que Sarver puede ser obligado a venderse los Suns y algo más. Ni quédecir tiene que en EEUU nadie habla del ‘Mallorqueta’. Es más, son contadísimas las personas que saben que Robert Sarver es dueño del club balear. Por no decir nadie.

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