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Opinión | El partido que no se puede ni empatar

Valjent pugna por el balón con el realista Isak. EFE

De la misma manera que siempre te ofrece revancha, el fútbol siempre te ofrece una, o dos, o varias excusas. Si tú quieres explicar por qué pierde el Real Mallorca en San Sebastián, puedes. Vaya si puedes. Y si lo quieres explicar desde la mal llamada lógica del fútbol (el único deporte del mundo donde el malo puede ganar al bueno), también puedes hacerlo: era el líder contra un equipo de mitad de la tabla. En casa.

Vale, se puede explicar. Pero si ves cómo llegan los dos equipos al partido, si piensas que el mejor de ellos no juega (vale sí, el mejor tuyo tampoco, pero no es lo mismo, por favor), si ves que juegas más de medio partido ¡más de medio partido! contra 10 (¡menudo tongazo eso que decía HH de que «contra 10 se juega mejor que contra 11»), si observas que el rival te chuta dos veces a puerta y una es gol, si meditas que los tuyos no han hecho nada, nada, para ganar el partido, entonces puedes empezar a pensar que o hubo demasiado conformismo (cosa esperpéntica a estas alturas del campeonato, es decir, en octubre) o ni siquiera hubo intención de ganar, lo que ya sería más doloroso.

Nos pasó el año pasado en Segunda División y lo describimos aquí también. Cuando uno lo tiene todo para ganar, debe ganar. Cuando uno quiere ascender a Primera, no puede permitirse determinados lujos, los mismos que los ‘rojillos’ se permitieron en partidos que debieron empatar y perdieron, o debieron ganar y empataron. Aquellos fueron, sí, determinados ejercicios de sobradez en un equipo que no anda sobrado de nada. Repito: de nada.

El Real Mallorca ha empezado tan bien LaLiga que duele perder partidos como el del sábado por la noche. Pero, a mi entender, no duele por lo que le ha dolido a todo el mundo (por lo que veo, incluido Luis García Plaza y sus muchachos), es decir, por perderlo en el minuto 90 por fallo de Manolo Reina, no, no; duele porque esos son los partidos en que un equipo como el Mallorca, que debe, quiere y puede mantenerse en Primera División no puede perder. Esos, y no otros, son los partidos que te colocan por encima de los candidatos al descenso, posición que tú pareces haber descartado (cierto, totalmente cierto, por tu fútbol y méritos) desde que empezó el campeonato.

Pero, fallaste. Ni pudiste ni quisiste. Pensaste que un puntito ante el líder ya estaba bien. Y, no. Cuando empiezan a corearse los nombres de Getafe, Alavés, Levante y/o Celta como candidatos clarísimos al descenso (veremos cómo salen de ahí), tú, Real Mallorca, no puedes desaprovechar ocasiones como la del sábado: ante 10, con superioridad en todos los sentidos y frente a un rival que, casi, casi, ya se conformaba con salvar ese puntito. Son esos tres puntos, que muy pocos (por no decir que ninguno) de tus adversarios en busca de la salvación sacarán de Sanse, los que tú tenías en tus manos (si hubieses sido ambicioso, tenaz, peleón), hubieses podido ganar.

Y solo un apunte, como el mítico Ladislao Kubala le decía a papá: «Carlos, ninguno de mis tres hijos serán porteros, porque los delanteros se pasan el partido fallando goles y no les pasa nada, es más, meten el gol del triunfo de su equipo con el culo en el último minuto y son unos héroes; los porteros, fallan en el gol de la derrota de su equipo en el último minuto y son los culpables de todo». Y en ello pensaba yo cuando vi que Reina no podía detener el único arreón donostiarra.

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