La pandemia cerró las puertas de Son Moix a los aficionados mallorquinistas condenándoles a un exilio que se alargó durante un año, dos meses y quince días desde el Mallorca-Getafe de la temporada 2019-20. Fueron 14.241 los espectadores que acompañaron por última vez a sus futbolistas, entonces todavía en Primera División, mientras que ayer regresaron diez mil menos debido a las restricciones sanitarias.
Los abonados agraciados con una entrada por sorteo estaban citados a entrar de forma escalonada en cuatro turnos según el sector del estadio. Con el fin de evitar aglomeraciones, los primeros hinchas que ingresaron en el feudo barralet lo hicieron a las 19:15 horas sometiéndose al protocolo de LaLiga de toma de temperatura corporal y presentación de la entrada nominativa junto al documento nacional de identidad.
El minucioso proceso de entrada provocó la acumulación de retraso en el último de los turnos que debía acceder a la Tribuna de Sol con un margen de veinte minutos antes del pitido inicial. Desde la organización se reforzó la presencia de personal de seguridad para dar fluidez a las largas colas que se formaron.
Una vez ingresaron los asistentes al recinto apenas se presenciaron tumultos y se respetó la distancia interpersonal mientras se ubicaban en su asiento. Aunque el protocolo prohibía el contacto físico en la grada, fueron inevitables los abrazos fruto de la euforia desatada tras los goles de Abdón Prats y Salva Sevilla.
Solamente en el descanso se produjeron algunos corrillos de no más de dos o tres personas en los vomitorios y, después de una ovación cerrada de la afición en pie, se desalojó Son Moix de forma ágil y sin aglomeraciones.