Joaquín Caparrós era en la rueda de prensa posterior a la derrota de Vallecas la imagen de la impotencia. Su discurso, plano y repetitivo, ahondó en el descrédito de un entrenador que no encuentra fórmulas para reconducir el rumbo de un equipo que ha sumado uno de los últimos 24 puntos en juego. La del domingo no fue una derrota más. El equipo ofreció su peor versión de la temporada y por eso mismo exigía algo diferente del entrenador. Pero el utrerano se atrincheró en las frases de siempre -"hay que apretar los dientes"- y una retahíla de tópicos -"hay mucha igualdad"- sin que apareciera el menor asomo de autocrítica.

De nuevo Caparrós se limitó a constatar la mala situación deportiva pero sin explicar sus posibles causas y, menos todavía, sin valorar las posibles soluciones. Los futbolistas -los pocos que dieron la cara- no fueron mucho más allá, pero sí hicieron autocrítica. "Tenemos que mirarnos a la cara y ver qué estamos haciendo mal", dijo Pina. "Los rivales aprietan más que nosotros y tienen más posesión", admitió Víctor.

El discurso de Caparrós no cala. Ni fuera ni dentro del vestuario, cada vez más distanciado de un argumentario efectista pero poco pragmático. Lo que una vez funcionó ya no lo hace y el utrerano, en su peor momento desde que asumió el timón del Real Mallorca, ha quedado desnudo.

En Vallecas hablaron mal de Caparrós sus palabras y sus actos. Está empecinado en desplazar a Víctor a la banda derecha cuando juega Gio, pese a que ha tenido sobradas muestras de que no funciona. El algaidí, pegado a la cal, desperdicia su talento y pierde contacto con Hemed, destruyendo una sociedad que ha dado muchos frutos al equipo. Y en la segunda parte ordenó un cambio incomprensible -Pina por Alfaro- que además le hizo un roto al equipo porque inmediatamente después llegaron los dos goles del Rayo. Ninguna de estas decisiones fueron explicadas después por Caparrós.

Caos en el mediocentro

El utrerano puede esgrimir el atenuante de las bajas por lesión de hombres importantes como Nunes, Antonio López y Javi Márquez. Pero lo cierto es que nada de lo que ha intentado para contrarrestarlas ha funcionado. El desconcierto ha reinado en el mediocampo, con constantes entradas y salidas de Martí y Fontàs, sin que ninguno de los dos haya rendido. Ante el Madrid tampoco se libró Pina del banquillo, pese a ser uno de los jugadores más en forma del equipo.

Serra Ferrer se rascó el bolsillo para pagar los honorarios de un Caparrós que técnicamente está fuera de las posibilidades de un club como el Mallorca. A cambio su entrenador no encuentra, de momento, la manera de detener la hemorragia de puntos. Claro que el técnico podría escudarse en el bajo rendimiento de algunos futbolistas, y no le faltaría razón. Conceiçao, Bigas, Pereira, Martí o Fontàs personifican el mal momento del equipo. Y la incidencia de Arizmendi y Alfaro, casi siempre desde el banquillo, es prácticamente nula.

Lo cierto es que sobre el papel el técnico tiene a la mejor plantilla rojilla de los últimos años. Serra Ferrer agasajó a su técnico con un buen contrato y peticiones expresas. En verano le dio a Arizmendi y en octubre a un futbolista contrastado como Fontàs.

La crisis deportiva -"mala racha", en palabras de Caparrós- es sobre todo de resultados, pero también de juego. El buen fútbol -o fútbol a secas- ha brillado por su ausencia desde que Caparrós asumió el banquillo bermellón. Y siempre ha justificado que la precaria situación del equipo exige resultados al margen de cualquier otra consideración.

Pero algunos futbolistas empiezan a criticar, muy sutilmente, el excesivo conservadurismo del técnico lejos de Son Moix. En el repertorio de Caparrós no existen propuestas que sean remotamente atractivas o atrevidas. Y el domingo el Rayo, fino en el trato a la pelota, sonrojó a un Malllorca que ni gana, ni juega.