Los chiringuitos de playa están asociados a la explotación económica rápida y al ocio ilimitado. Eso, aparte de molestias vecinales y lesiones medioambientales que ahora se intentan corregir.
Parece que por lo menos habrá una excepción en sentido positivo. Después de haber estado un tiempo en la picota y ser objeto de controversia, el chiringuito de s’Oratori de Portals Nous ha dado con una salida compatible con los cimientos y principios de su titularidad. No era posible entregar una propiedad eclesiástica a la mera explotación comercial.
Dentro de la vorágine del turismo de masas, queda resquicio y algo de visión para la solidaridad. Con Cáritas de por medio, la ganancia íntegra del bar privilegiado será destinada a la construcción de un albergue para familias con dificultades de acceso a la vivienda. La Iglesia cumple con su fin social y la gente palpa la predicación práctica. Es un beneficio recíproco que se vuelve excepcional en esta isla acostumbrada al negocio irrefrenable y solo material.