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Lletra menuda: Las formas políticas contundentes

Los votos y la representación política de Vox no tiene, en absoluto, mayor valor democrático que la de las demás formaciones políticas, pero su irrupción creciente en la administración local de Mallorca, a la vista de sus postulados ultraconservadores, uniformadores de cultura y sociedad y en algunos aspectos excluyentes, obligan a fijar la atención sobre el modo de actuar del partido. Juan Antonio Amengual, el alcaldable del PP en Calvià que todavía no puede condimentar su inesperado éxito, dice haber experimentado que la gente de Vox «no muerde». Menos mal. No causa mordisco físico pero el ideario y el programa político que balancea entre las buenas formas de Fulgencio Coll, la acusación y el rechazo de Jorge Campos y la rudeza de Pedro Bestard, mastica aspectos esenciales de la lengua catalana, la identidad y la igualdad de género, la violencia machista o la libertad de cátedra, entre otros. Y lo que es más importante, lo hace con el beneplácito de un sector de la sociedad, como se acaba de demostrar, que se cifra en 16.498 votos y representación efectiva en 16 ayuntamientos. Todo junto, puede ser objeto de indigestión colectiva porque el menú de Vox no cuenta con los ingredientes del pluralismo, la tolerancia e identidad local. Vox ha salido de Palma. Ya no va solo de visita a la Part Forana. Se ha instalado en ella. La explosión demográfica que ha experimentado el conjunto Mallorca en los últimos años y el cansancio de las viejas políticas, sin nuevos líderes carismáticos, pueden conducir a la explicación de un fenómeno con signos de preocupación y que el tiempo deberá colocar en su lugar adecuado. Solo cabe esperar que los costes de ello no sean demasiado gravosos.

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