Cuesta dar algunos pasos y dejar atrás lo que siempre se ha hecho por costumbre, con buena voluntad y poca seguridad inconsciente que los avances sociales dejan en evidencia. Es un logro. No quedaba otra alternativa y al final habrá Firó regulado por las restricciones que las nuevas normativas obligan a implantar. Hablamos de fiesta, es decir, de un espacio cívico en el que no cabe la confrontación y la desavenencia. El entendimiento era obligado. Los desencuentros de los últimos días quedan en fogueo de readaptación necesaria para superar el trance. La fiesta insignia de Sóller se actualiza ganando seguridad. Es una buena fórmula para animar la participación y mantener la vigencia.
El cañón se queda en símbolo silencioso y los trabucaires tendrán límites de munición. Solo podrán disparar en los espacios acotados para ello. Las armas, incluidas las de fogueo, son un mal juguete pero, bien reconvertidas, pueden servir para recrear como divertimento y signo de identidad episodios transcendentales del pasado. Este es el sentido y la vigencia de las batallas impunes en un Firó del que los sollerics no pueden ni quieren prescindir.
Se supone que ahora se entra en una nueva normalidad que alejará la piratería vestida de polémica que ha irrumpido en la organización de la fiesta en los últimos tiempos. Sóller se reconcilia con su Firó exclusivo y con las autoridades que deben velar y garantizar por su seguridad. Se cumple con la recomendación popular de tener la fiesta en paz. Ahora solo queda afianzar el presente y mirar con tranquilidad el futuro.
