Diario de Mallorca

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Filólogo, escritor, periodista y docente
Entrevista

Antoni Janer Torrens: «Los turistas tienen hoy en día más derechos que los residentes»

«Creo que estamos en el cuarto boom turístico: la gentrificación de la foravila»

Antoni Janer Torrens posa con su libro para esta entrevista. J. Frau

El libro del filólogo clásico, periodista y escritor Antoni Janer explica cronológicamente y de forma muy amena cómo la industria turística irrumpió en el paraíso balear para cambiarlo para siempre en todos los sentidos.

¿Cuándo empezó a gestarse este libro? 

Nació en 2018, la época del documental ‘Tot inclòs’, que empezó a dar una visión crítica de la industria turística. A partir de aquí me propuse hacer una cronología de los grandes hitos del turismo. Empecé a recoger testimonios de gente anónima de aquellos años y comprobé que era una mina. El libro es una recopilación de 85 reportajes. El autor del prólogo, el investigador Joan Buades, de quien dicen que fue el ideólogo de la ecotasa, me abrió el camino. Fue el primero en abrir la puerta a esta visión más crítica de la industria. Ivan Murray y Macià Blázquez también me han ayudado mucho. 

No las prometíamos muy felices con los primeros años del turismo... 

Durante el siglo XX padecimos la sacudida más grande de nuestra historia con el boom turístico, una industria que nació como un elemento modernizador. Miquel dels Sants Oliver decía que era una heramienta para abrirnos a la modernidad. Antes de la Guerra Civil se construyó Alcanada, Ciudad Jardín...Era otro tipo de turismo, una actividad elitista. Después llega la guerra y, según dice Joan Buades, el turismo fue la salvación del franquismo, que salió de la autarquía. A partir de aquí, Mallorca se abrió en canal al turismo, desatendiendo el tejido industrial que había. Se desmanteló el tren porque molestaba al turismo y llegó el boom del coche. También nació la aristocracia turística y llega un punto en el que el turismo ejerció de cortina de humo para tapar las estrecheces de la posguerra. Los muertos de las cunetas quedaron olvidados.

Y empezó la transformación urbanística de Mallorca...

Los mallorquines dejaron los trabajos pesados del campo y el turismo empezó a ocupar unas tierras, las de la costa, que antes no valían nada. Mallorca se convirtió en una tierra prometida. Los peninsulares que antes emigraban a Alemania ya venían aquí y empezó la fiesta.

¿La llegada de estos trabajadores también supuso un choque cultural?

Hubo hoteleros que fueron a buscar trabajadores a la península, venían familias enteras y, por la normativa de la época, los hoteleros estaban obligados a darles alojamiento, las famosas ‘llorigueres’ en los sótanos de los hoteles, lugares inhóspitos, húmedos y muy ruidosos. Surgió la figura de los curas obreros como Jaume Santandreu o Francesc Obrador, los primeros que ofrecieron ayuda a los trabajadores. Les enseñaban a leer y escribir y les daban información jurídica. He entrevistado a los hijos de estos peninsulares para radiografiar la identidad insular a partir de la mirada del otro. ¿Cómo fue el encuentro entre ambos mundos? Mallorca era un mundo endogámico que se abrió a la modernidad. También he querido retratar la parte más festiva del boom, con los músicos de hotel, que pudieron hacer dinero. Antes te comprabas un piso después de hacer tres temporadas.  

¿Está todo perdido, el paraíso ya no volverá? 

No lo sé, pero debemos ser realistas: una industria que lleva 70 años en marcha y se ha convertido en un monocultivo no se rehace de un día para otro. También es cierto que hace cinco años era impensable escuchar las voces críticas que han surgido. De repente hemos visto que esto se nos ha escapado de las manos. Se ha abierto un debate, pero soy pesimista, o realista: ya rozamos los 16 millones de turistas, una barbaridad. Solo se habla de cifras récord. ¿Nos interesa superar récords? Además, la gente se da cuenta de que son unos pocos quienes se enriquecen con el turismo. Nos hemos convertido en un plató de negocios inmobiliarios.

¿Cree que los políticos van en la misma línea de esta conciencia que ha empezado a cuestionar las bondades del turismo?

No, creo que no somos conscientes de la gravedad de la situación, que es de emergencia social, ya no paisajística, con el tema de la vivienda y la sensación de saturación que vivimos los residentes. Los turistas tienen más derechos que los residentes desde el momento en que un maestro destinado a Eivissa debe renunciar a la plaza porque no puede pagar una vivienda. O que te saquen a la calle porque la casa en la que vive se dedica al alquiler turístico. Es que debemos pedir perdón por vivir aquí. Me preocupa mucho.

¿Podemos enterrar ya el eslogan de la isla de la calma?

Un amigo me dijo que la frase de Gertrude Stein a Robert Graves de que ‘Mallorca es el paraíso si puedes soportarlo’ sería ‘Mallorca es el paraíso si puedes pagarlo’. También es cuestionable, porque si yo fuese turista no vendría a Mallorca. El turismo se ha democratizado, ya no es elitista.

En el libro habla de hasta tres booms turísticos...

Debemos tener en cuenta que en 1973 hubo la crisis internacional del petróleo. Fue nuestra salvación porque había urbanizaciones planificadas en la Serra de Tramuntana y no se ejecutaron por esta crisis. El concepto famoso de la balearización fue orquestado por la prensa francesa con la ayuda de la clase hotelera del sur francés porque veían que Balears era una competencia feroz. Aquí se ha construido mucho, pero en el sur de Francia también. No había conciencia ecologista, se creció sin planificación. Yo creo que ya estamos en el cuarto boom: la gentrificación de ‘foravila’. Mallorca se convierte en una gran extensión de Palma.

¿El Pla de la isla es el último foco de resistencia frente al turismo devorador? 

Yo creo que todos los pueblos han caído ya. Los alquileres están imposibles por todo. La administración debe regularlo, porque la sensación es que los indígenas molestamos al negocio inmobiliario.

¿Cuál puede ser el punto de inflexión a partir del cual empezaremos a decrecer?

El cambio climático será el motivo de causa mayor para reconducir la situación, pero esto no se arreglará rápido. Durante la pandemia parecía que se iba a reformular la industria y seguimos igual o peor. La sensación de saturación es manifiesta. 

¿Los hoteleros todavía mueven los hilos?

Se presentaron como salvadores de las islas en la posguerra, pero el hambre era la causa del golpe de estado. Antes de la guerra había un tejido industrial que funcionaba. ¿Qué han hecho los hoteleros por nosotros, han mejorado las infraestructuras? Todo ha sido con nuestros impuestos. Durante estos últimos ocho años no se ha llegado a plantear un decrecimiento porque nadie se atreve a tratar el tema tabú de la sobrepoblación. Somos un territorio limitado. Ningún político quiere tener el triste honor de sacrificar puestos de trabajo.

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