Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El arte de la pesca de la anguila en s’Albufera

Llorenç Perelló es uno de los pocos románticos pescadores de anguilas, una afición que desempeña con el único objetivo de «pasar unas horas de relax en un paraje único»

Llorenç Perelló, preparando para la ‘pesca de cucada’. FERRAN PETIT

Inmersos en plenas fiestas de Sant Antoni y en la celebración de la XIV Mostra Gastronòmica de s’Anguila, en sa Pobla se habrán consumido unas cuatro toneladas del tan característico pescado, según estimaciones diversas recogidas de comerciantes y restauradores. Cuatro mil kilos de anguila importada en su totalidad de la Albufera de Valencia y del Delta del Ebro.

Solo los más viejos del lugar, y ya quedan pocos de aquellos buenos conocedores y sabios explotadores de la fauna y flora de s’Albufera, recuerdan que unos 50 años atrás, en el gran humedal, además de otras especies, acuáticas y voladoras, se capturaban toneladas de anguila que se consumía durante todo el año como un alimento común, guisado en las diferentes variedades culinarias típicas de la comarca.

Uno de esos pocos románticos pescadores de anguilas que todavía quedan es Llorenç Perelló, que desde que se jubiló dedica parte de su tiempo a esta actividad, que considera como «una afición sin otro objetivo que el de pasar unas horas de relax en unos parajes tan únicos como son los de s’Albufera, pues la captura de anguila es muy escasa, por distintas razones que han contribuido a degradar su hábitat natural».

Perelló comenta que «actualmente, tan solo somos una decena de hombres los que nos dedicamos a esta actividad, solo por pura afición, de los pueblos de sa Pobla, Muro y Alcúdia, cuando no hace tantos años éramos unos sesenta o setenta». En cuanto a las cantidades capturadas, dice que son insignificantes y más de varios días vuelves a casa de vacío. «Ahora, cada uno de los que venimos a pescar, podemos capturar entre siete u ocho kilos por temporada, cuando, hace algunos años pescábamos unos cincuenta y cinco kilos. No vale la pena, si no te dedicas a esto, como he dicho, por pura afición».

Artes de pesca

Cuentan los verdaderos conocedores de los entresijos de la Albufera que la anguila se pescaba de diferentes maneras: con fiitora, con morenell, a l’encesa, vaciando las acequias e incluso los había que tenían la habilidad de capturarlas con las manos, arte nada fácil si se tiene en cuenta lo escurridizo que es este pez de piel fina y viscosa. Pero, la forma más antigua y tradicional era la pesca de cucada, denominada así porque se empleaban como cebo las lombrices de tierra, recogidas previamente en las fangosas orillas de las acequias. Los utensilios empleados eran tan simples como un salabre confeccionado por el propio pescador con una rama de ullastre que sujetaba un hilo en el que se enfilaban los gusanos y un gambaner de notables dimensiones donde iban depositando el mayor o menor producto de la pesca. La mejor época para pescar de cucada eran las oscuras y tormentosas noches invernales de luna nueva.

El pescador de cuc era un hombre paciente, tanto para preparar, laboriosamente, la cucada, como para esperar que la hambrienta anguila se lanzara a devorar el cebo, sin anzuelo, con tanta voracidad que no lo soltaba ni siquiera fuera del agua, hasta que el pescador las depositaba en el gran gambaner que sostenía con la otra mano.

Los antiguos trabajadores y explotadores de la flora y fauna del extenso humedal, no dudan en señalar el paulatino abandono de los antaño productivos terrenos como una de las principales causas de la degradación del medio natural. Aquellos hombres cuidaban de mantener el equilibrio ecológico del hábitat natural donde se desarrollaban las distintas especies animales y vegetales, realizando los duros trabajos de vaciado y limpieza de las acequias y torrentes, eliminación de cañizo, rastrojos y matorrales silvestres, así como otras labores necesarias para evitar la degradación del medio.

Además de las causas antes apuntadas, diversos estudios científicos señalan una serie de acciones que se han ido produciendo, a lo largo del tiempo, por la intervención de la mano del hombre, que podrían considerarse naturales o tradicionales, introduciendo nuevos elementos. En el caso de los terrenos que nos ocupan, hay que añadir el fuerte impacto ecológico que han ejercido la presión urbanística, especialmente en las dunas del litoral; la central eléctrica de es Murterar; el exceso de nitratos y fertilizantes utilizados en las marjales de sa Pobla y Muro.

Con todo ello, la Albufera actualmente tiene asumido otro rol y desarrolla otras actividades que apuntan hacia el ocio y disfrute de su naturaleza, a estudios científicos y educativos y a la preservación de su espacio natural. Los terrenos que quedan fuera de la protección de su parque, puede decirse que se reparten entre el total abandono y el cuidado de algunos románticos que disfrutan de sus propias parcelas, veles, en las que cultivan distintas hortalizas, a la vez que algunos jóvenes recuperan en las mismas el centenario cultivo del arroz bomba. La pesca de la anguila se limita, actualmente, a un ejercicio de ocio, practicado por parte de unos pocos aficionados titulares de una licencia de pesca fluvial que limita su captura.

Plato estrella

Sin ninguna duda, la anguila, cocinada de diferentes maneras, se convierte en el plato estrella de la gastronomía poblera, típica de las fechas antonianas, si bien se consume durante todo el año en bares y restaurantes de la localidad, en mucho menor cantidad. En el recetario popular local, las anguilas se guisan: amb fideus, trempades, ofegades, greixonera, frites amb alls, amb pebres i salsa de tomàtiga y en la típica espinagada, ésta última, sobretodo, por las fiestas de Sant Antoni, tanto en las casas familiares como en los establecimientos de restauración.

El consumo de anguila en sa Pobla se remonta al siglo XXVIII según consta en un famoso recetario culinario de la época y en el libro de cocina del escritor y polifacético intelectual Pere d'Alcàntara Peña i Nicolau, donde se citan desde las greixoneres d'anguila a les anguiles frites, consideradas como patrimonio gastronómico de sa Pobla.

Compartir el artículo

stats