La lucha por un Magaluf mejor, con menos conductas incívicas y donde no haya cabida para peleas con final dramático y prácticas de riesgo como el balconing, no es asumida únicamente por administraciones públicas, hoteleros, comerciantes y residentes hartos del hooliganismo.

Esa batalla, aunque pocas veces trascienda a la sociedad balear, la protagonizan desde Gran Bretaña amigos y familias de víctimas, así como los propios damnificados, que también reivindican en medios de comunicación y a través de las redes sociales que el destino deje atrás su lado más oscuro, pese a los avances conseguidos en los últimos años.

El último en levantar la voz ha sido un joven galés, Josh Pesticcio, de 24 años, quien ha iniciado una campaña en los medios para denunciar los peligros de salir de marcha por Magaluf, después de que, el pasado mes de junio, fuese «brutalmente atacado» por el portero de una discoteca de la zona.

La agresión provocó que estuviese tres días en coma. Sufrió una hemorragia cerebral y los médicos le dijeron que, si hubiese llegado un poco más tarde al hospital, habría muerto.

Las cruzadas de los británicos contra el lado oscuro de Magaluf |

Cruzadas particulares

Antes que él, otros compatriotas han intentado crear conciencia crítica en la sociedad de su país y en su propia administración sobre los peligros del destino. En los últimos años, han sido varias las cruzadas particulares que se han emprendido y que, en algún caso concreto, han logrado mejoras significativas.

Las cruzadas de los británicos contra el lado oscuro de Magaluf | BBC

Un ejemplo sería el caso de la familia del británico Thomas Channon, de 18 años, quien murió en 2018 al caerse de una altura de más de 20 metros en los apartamentos Edén Roc de Magaluf.

El muro por el que se precipitó al volver de una noche de fiesta apenas le llegaba por las rodillas. Desde entonces, sus familiares emprendieron una batalla personal para mejorar la seguridad en la zona y evitar que este tipo de siniestros se repitan con tanta frecuencia.

Pocos días después del accidente, su padre, John Channon, visitó el lugar de los hechos. Justificó la visita, porque, según declaró entonces, «tenía que comprender dónde pasó» su hijo sus últimos momentos antes del accidente.

Durante la visita, se mostró dolido, al considerar que este suceso «no tenía que haber pasado», ya que venía precedido por otros dos accidentes mortales en el mismo complejo.

Con el tiempo, gracias a su reivindicación, lograron que las autoridades consulares aplicasen un nuevo protocolo ante estos incidentes, como informó en su momento la cadena pública británica BBC.

El plan se conoce como ‘Tom’s Check’ -en recuerdo de Thomas Channon- y su significado sería algo así como el chequeo o la inspección de Tom.

Las cruzadas de los británicos contra el lado oscuro de Magaluf

Se trata de un programa de formación para el personal del Consulado británico a fin de mejorar la seguridad de los veraneantes. Entre los objetivos de este protocolo, está el de asegurar que el personal del Consulado británico se reúna con las autoridades locales para solicitar una visita a los lugares con peligro potencial y abordar los problemas de seguridad.

El plan prescribe además la necesidad de una comunicación más directa tanto de los empleados consulares como de las familias afectadas con la policía para estar al tanto de cómo se desarrolla la investigación.

Altura de los balcones

Las redes sociales constituyen un altavoz universal para las reivindicaciones de los allegados de víctimas de accidentes fatales en Magaluf, como fue el caso de Mia Smith. En 2019, el mensaje que difundió tras la muerte de su novio, Freddie, al caer desde un balcón, se viralizó hasta el infinito, generando, a su pesar, reacciones encontradas.

"Si yo hubiese sabido de la infinidad de accidentes relacionados con la caída desde balcones antes de que mi novio fuese a Magaluf, me habría asegurado de que él cerrase su balcón y no intentase salir después de beber"

«La falta de concienciación sobre la seguridad de los balcones es realmente chocante. Si yo hubiese sabido de la infinidad de accidentes relacionados con la caída desde balcones antes de que mi novio fuese a Magaluf, me habría asegurado de que él cerrase su balcón y no intentase salir después de beber», argumentaba Mia, quien arremetió contra la escasa altura de los balcones en los hoteles de Mallorca.

Apuntaba que, en España, la altura mínima legal para los balcones es de 3,7 pies (alrededor de 1,12 metros ), lo que, decía, los sitúa al nivel de la cintura de la mayoría de personas. Una altura, por tanto, que es peligrosa, se quejaba. Los relatos que transmiten en su país las víctimas de agresiones en Magaluf, una información de la que se hacen amplio eco los medios británicos, se caracterizan por su crudeza. Los amigos de Pesticcio, por ejemplo, explicaban con detalle cómo se lo habían encontrado en el exterior del local en medio de un charco de sangre. «Ha sido lo peor que he visto en mi vida», dijo su amigo Rhys Rogan.

También este mismo verano se produjo otro incidente fatal en la noche de ocio de Magaluf. Tobias White-Sansom, de 35 años, falleció tras un altercado en una discoteca de Magaluf.

El caso alcanzó una gran repercusión mediática al tratarse del hermano de un conocido multimillonario, Maximilian White, quien ha hecho su fortuna en el sector del cannabis medicinal. Tras la tragedia, llegó a amenazar con comprar todos los locales de Punta Ballena para cerrarlos y acabar con la inseguridad que, dijo, hay en la zona.

Las dos familias -la de Pesticcio y la de White- han aunado fuerzas para que las autoridades políticas de Balears se involucren más en garantizar la seguridad de los turistas que visitan el destino

En contra de lo que pudiera parecer, este tipo de relatos, pese a que encuentren eco a nivel de medios, no hace que el turista británico se replantee ir de vacaciones a Magaluf.

«No le influye para nada a la sociedad británica. Es por su propia naturaleza. Cuando vas a Londres, ves los ‘pubs’ abarrotados, no puedes llegar ni a la barra. Les gusta la multitud. Los años que llevamos con el problema de Magaluf y no ha afectado para nada a la demanda. ¿Por qué? Por su propia idiosincrasia. Los que no quieren ir a Magaluf no van. Van a Pollença, por ejemplo», apunta el consultor turístico Antoni Munar, quien agrega que incluso la reciente campaña mediática del diario sensacionalista ‘The Sun’ advirtiendo de que las autoridades insulares no quieren turismo británico tampoco tendrá ningún efecto.

La potencia de la marca

La marca Magaluf, viene a decir este experto, resiste a todo. «En torno al año 84, yo era el director general de Turismo. Un día, Margarita Nájera nos convocó en el ayuntamiento de Calvià a Gabriel Escarrer y todos los capitostes. ¿Qué hacemos para mitigar lo de Magaluf?, era la cuestión. Y salieron respuestas ‘clásicas’, como la necesidad de más vigilancia policial, más control de la oferta complementaria, y el hecho de que a medio o largo plazo se hacía necesaria una transformación urbanística. Quiero decir que en el 84, ya había el problema y, desde entonces, aun así, ha habido siempre la misma afluencia de turistas británicos», sostiene Munar.

Hablando de las acciones de los británicos que luchan por un Magaluf mejor, no pueden obviarse las actuaciones de la organización de raíces cristianas Street Angels, formada por voluntarios que, durante la temporada alta, recorren de noche las calles de este destino turístico.

Su labor consiste por ejemplo en prestar primeros auxilios a los turistas que se encuentren indispuestos por haber bebido demasiado, o bien acompañarlos a sus hoteles.