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Lletra Menuda | Aprender a convivir con la bestia

Lletra Menuda | Aprender a convivir con la bestia Biel Capó

No fue un simulacro. Mucho menos una sesión teórica de entrenamiento. Lo vivido en la madrugada del viernes pasado en San Llorenç es la constatación de que la inmunización contra el desastre de hace cuatro años se vuelve imposible con el único consuelo de que se puede neutralizar en parte con disciplina cívica, serenidad y respeto. No es fácil quedarse petrificado, de brazos cruzados o, simplemente, subir al último piso, cuando ves que el agua alocada de proporción desmesurada avanza sin control. Pero es el único remedio, la única posibilidad de hacerle frente. El alcalde Pep Jaume lo ha dejado claro: que el mundo se pare para que el agua tenga paso libre y no engulla todo lo que encuentre a su paso.

El canto, más bien el rugido, de la sirenas no tiene nada de romántico ni fantasioso en Sant Llorenç. Es aullido mecánico y técnico de alarma que advierte de la proximidad de una bestia llamada torrentada y convoca a ponerse o quedarse a salvo.

Dado que la anarquía climática y los caprichos mediterráneos son imposibles de domesticar, conviene no dejarse amedrentar por su furia y aprender a convivir con la bestia invasora por inundación. 

Puestos a dar con el lado positivo de lo inevitable, el susto del viernes, aparte de alguna desafortunada refriega política, habrá servido para pulir sistemas de información y detección de lluvias torrenciales, planes de evacuación y ordenanzas de emergencia, incluyendo la posibilidad de sanción para quien estacione en zonas inundables cuando está prohibido. El serio amago de la semana pasada ha hecho que el vecindario volviera a experimentar el riesgo antes de conocer las correcciones hechas.

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