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Medio Ambiente

Un mar de excesos

Fondeos incontrolados sobre posidonia, invasión de espacios de bañistas o alteración del medio natural son algunos de los numerosos impactos sobre el entorno marino de Mallorca

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Un mar de excesos

El verano de 2022 ha finalizado y muchos coinciden en que el concepto que mejor define la temporada turística alta de este año es el de masificación. Grandes playas y pequeñas calas saturadas, carreteras atascadas y grandes multitudes de turistas en las calles son algunos de los efectos más visibles y molestos para los residentes. Un fenómeno que también afecta al medio marino, que es la atracción turística por excelencia de los veranos mallorquines. 

Diariamente se producen en el ámbito marino y a lo largo de toda la costa numerosos excesos que tal vez pasan inadvertidos porque en ocasiones solo son apreciables desde el mar. La incesante llegada de inmensos cruceros contaminantes al puerto de Palma suponen solo la punta del iceberg de los impactos ambientales que afectan al mar mallorquín. Los fondeos incontrolados sobre la posidonia, la invasión por parte de embarcaciones de espacios reservados a los bañistas o la alteración del medio natural de la costa en beneficio privado son algunos de estos microimpactos que ocurren cada día en el entorno marino y que son difíciles de controlar por la administración por falta de personal o competencias. 

Profesionales que trabajan en el mar han documentado para este diario algunos de estos excesos, con fotografías tomadas desde el medio marino que demuestran las heridas que, de forma incesante, se causan sobre el litoral. 

«Sin exagerar, en los últimos cinco años tal vez se ha multiplicado por cinco la actividad náutica en la isla», señala Pep, que se dedica a organizar paseos en piragua por el litoral mallorquín y está familiarizado con los excesos en el ámbito marino. Según explica, cada vez se ven más pequeñas embarcaciones de recreo que pueden alquilarse «sin ninguna licencia de navegación» y que se mueven por toda la costa ocupando espacios prohibidos con total impunidad. «Lo más grave es que muchos fondean sobre praderas de posidonia sin enterarse», añade. Al ser advertidos sobre la infracción, «la mayoría aseguran que nadie les había informado de la prohibición de fondear y cambian de sitio, aunque otros incluso se enfadan y no te hacen caso». 

Un problema es la falta de vigilantes para controlar toda la costa de la isla. Además, estos pueden levantar actas pero «no tienen la capacidad de multar allí mismo», lamenta, por lo que en la mayoría de ocasiones los infractores se marchan sin ninguna consecuencia. Eso sí, con matas de posidonia enganchadas en las anclas . El daño producido sobre esta planta vital para el ecosistema mediterráneo tardará décadas en recuperarse.

Otra práctica habitual, también muy dañina para el medio, es el vertido de combustible o el vaciado de las aguas sucias en el mar. «Lo vemos cada día», denuncia este profesional del medio.

La invasión de espacios reservados a los bañistas también está a la orden del día. Y cada vez ocurre más en las calas sin vigilancia, donde una simple boya delimita los espacios que no pueden traspasar las embarcaciones. «El problema es que son pequeñas boyas que se mueven al primer día de mal tiempo porque los muertos no pesan lo suficiente, y nadie hace seguimiento». Con la boya desplazada, hay vía libre para acercarse lo máximo posible a la playa. También lo hacen las golondrinas turísticas. Es algo habitual en playas no urbanizadas como Cala Torta, Na Clara, Son Serra o Cala Bóquer

Otro problema que suele pasar inadvertido desde tierra son las pequeñas obras ilegales que alteran el medio natural para obtener espacios privados privilegiados, una práctica muy extendida en la Costa dels Pins. «Hay gente que privatiza pequeñas calas y construye estructuras metálicas clavadas con cemento solo para tener un toldo; cada año vemos nuevas construcciones como escaleras o terrazas particulares sobre la costa», apunta Pep.

Vigilancia del Govern

El director general de Espacios Naturales y Biodiversidad, Llorenç Mas, confirma que este pasado verano «ha habido más masificación» que en 2021 en la costa mallorquina, y ello se ha traducido en una mayor actividad de los agentes medioambientales que vigilan la costa, que «se ha multiplicado por dos o por tres», si bien todavía no se han cerrado los datos sobre el número de denuncias tramitadas por incumplimientos de la normativa de la posidonia, que son competencia de la Guardia Civil, institución con la que «se ha aumentado la coordinación». 

Mas destaca que el servicio de vigilancia ha ganado este año una embarcación «más potente» para controlar la costa de la Tramuntana, que se suma a las cinco que operaban en 2021. También se ha prolongado la vigilancia hasta el 10 de octubre en las zonas de Andratx, Calvià y Alcúdia, cuando antes finalizaban su actividad el 30 de septiembre. A su entender, los medios disponibles «son más o menos suficientes», pero apunta la necesidad de que la población sea cada vez más consciente de la necesidad de proteger el mar y que todavía falta mucha información sobre la normativa que protege a la posidonia.

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