Al margen de las oportunidades que ofrece el reciclaje y la reutilización, habrá que conceder a los residuos domésticos y urbanos su valor como espejo y testimonio de los comportamientos humanos. Dime cómo te desprendes de la basura y te diré quién eres. Hay quien lo hace de forma modélica y quien la usa como contenedor de su propio incivismo y anarquía. Las consecuencias son colectivas.
Sabíamos del turismo de alpargata, del de borrachera, el furtivo, el de excesos varios, el de congresos y ahora, por vía municipal, se nos desvela el de basuras. Es este que consiste en abandonar escombros y derivados en cualquier lugar del municipio vecino.
En sus tiempos de alcalde de Algaida, Jaume Jaume, denunciaba ya la constante recogida de electrodomésticos a gas que hacía la brigada municipal cuando Algaida no disponía de red gasística. La cosa, por tanto, viene de lejos, aunque ahora, en la isla de la saturación, el turismo de basuras parece regenerarse. Así lo desvelan las reacciones de ayuntamientos como los de Inca y Felanitx que, entre la didáctica y la sanción, emprenden una necesaria cruzada contra la desordenada invasión de basura y escombros ajenos.
A pesar de medios obsoletos y contratas en precario –véase el conflicto laboral del Raiguer o el accidente de Andratx– existen más recursos que nunca para una correcta retirada de desperdicios. Sin embargo, también prolifera el abandono anárquico. Es lo que muestra el espejo.
