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La fotografía subacuática como arma para concienciar

Pedro Riera es fotógrafo de profundidad, un arte que desde hace años enfoca a la ayuda y es testimonio de un mundo cuya invisibilidad le hace frágil

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La fotografía subacuática como arma para concienciar Son Cifre Vell Pedrosubb

Pedro Riera Llompart (Manacor, 1962) lleva dentro del agua prácticamente desde que nació. Su madre siempre le recordaba que aprendió antes a ir por debajo que a nadar sobre la superficie. Ya joven, hizo la mili entre Zaragoza, Huesca y Girona como buceador de asalto especializado en ríos y pantanos. Más tarde se convirtió en instructor de buceo para el Club Perlas Manacor, además de ser un experto pescador a pulmón. “Con todo ello quiero decir que llevo toda la vida en el mar y por eso pienso que lo más importante es su cuidado, ser respetuosos y luchar para que se mantenga en buenas condiciones”. Por eso y a través de su otra gran pasión asociada, la fotografía, quiere incitar a las administraciones para que luchen, de una vez por todas y de una manera definitiva, contra las redes ‘fantasma’ que cada año causan en el Mediterráneo la muerte de tortugas, delfines e incluso ballenas.

De hecho Riera fue quien, el pasado mes de mayo, se encargó de inmortalizar el rescate de una ballena jorobada de una de esas redes cerca de la Punta de n’Amer, en la costa este mallorquina. “Fue algo muy especial para todos los que pudimos estar allí y ayudarla. Fue impresionante estar cerca de una ballena de esa magnitud (no se había avistado ninguna desde 2010) y ver cómo se dejaba ayudar y colaboraba al ver que, poco a poco, íbamos cortando la red que la estrangulaba”.

Pedro Subb (como se le conoce también dentro del mundo de la fotografía subacuática) recuerda también su mirada, esa que plasmó en fotografías que dieron la vuelta al mundo y que incluso llegaron a las páginas de la prestigiosa National Geographic, todo un hito “que no cobré, porque, como le digo la principal intención es difundir lo más posible el problema”.

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La fotografía subacuática como arma para concienciar Son Cifre Vell Pedrosubb

Estas redes de deriva están prohibidas por la Unión Europea en el Mediterráneo desde el año 2000, aunque para algunos países como Italia o muchos del norte de África eso sea visto como una mera recomendación. O incluso para pescadores japoneses, que llegan hasta nuestras aguas para pescar el atún rojo, de forma irregular y utilizando estas redes. Pero no son la únicas. Paralelamente también proliferan en el fondo marino, enrocadas en el lecho (voluntaria o involuntariamente), las denominadas redes ‘fantasma’, aquellas que nadie reclama por no tener ya una vida útil; o tan viejas que ya no podrían ser arregladas o cuya denuncia de pérdida acarrearía más problemas que beneficios para el supuesto pescador.

Tiburones en peligro

Riera también colabora activamente a través de su objetivo con Sharkmed, la asociación científica que mediante estudios intensivos realizados en su hábitat natural, trabaja para conseguir datos científicos sobre la crítica situación de las poblaciones de tiburones en las aguas de Balears y el Mediterráneo Occidental, y así cuantificar el daño que les produce la pesca accidental.

Todo ello desmontando el mito de que los tiburones son peligrosos para el ser humano y demostrar que su presencia no solo no es un obstáculo para el turismo, sino que son fundamentales de cara a la conservación de los tiburones para poder mantener el equilibrio de nuestro ecosistema.

Limpiar las consecuencias

No solo los plomos y las redes son motivo de denuncia. Las fotografías de Riera tienen más vertientes. Uno de ellos también se enfoca en la pasividad mostrada por las administraciones a la hora de limpiar con distinta celeridad los residuos visibles de los ‘invisibles’ cuando ocurre una desgracia recurrente, como las ‘torrentadas’.

En la última de graves consecuencias, la de octubre de 2018 en Sant Llorenç, se tardaron incluso años en terminar de sacar la gran cantidad de residuos, motos, coches, lavadoras o restos de obra, que el agua del torrente arrastró hasta la playa de s’Illot, destino final del desastre, pero al que casi nadie prestó demasiada atención, excepto vecinos y voluntarios como Riera, quien, a través de sus fotos, también visibilizó la necesidad de recomponer el lecho marino más próximo.

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