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Medio Ambiente

El ayuntamiento de Manacor se replantea el futuro del ‘riuet’ de s’Illot por la mala imagen que da

Tras más de treinta años de historia, el proyecto vive sus momentos más bajos, con problemas de agua y malos olores que vuelven a poner sobre la mesa la restitución de la torrentera

Imagen del torrente de s'Illot, con el estanque artificial creado tras la gran torrentada de 1989. S.Sansó

«Nunca volveremos a ver esas imágenes del agua como una piscina del año 1990. Desengañémonos, esas fotos ya no volverán», dice Sebastià Nadal, concejal responsable de la zona costera de Manacor en referencia al torrente de s’Illot, reconvertido hace más de 30 años en estanque artificial y que durante los últimos años vive sus momentos más bajos entre vegetación indeseada y malos olores. Tanto que el propio ayuntamiento manacorí tiene dudas sobre si seguir gastando dinero en un mantenimiento más turístico que efectivo.

Hace justo un año, en el inicio del verano postpandemia de 2021, el Partido Popular ya denunció una situación precaria. Unas fotos de la zona con vegetación insalubre a la deriva, olores y un nivel de agua por debajo de lo normal, ampliadas después por las quejas de la asociación de vecinos, no daban precisamente una buena bienvenida a los turistas de los hoteles próximos a la playa de Cala Moreia, punto de intersección que separa los municipios de Manacor y Sant Llorenç.

Ahora, doce meses después «volvemos a una situación preocupante de falta de agua y de malos olores. Creo que son demandas en positivo y para saber qué se está haciendo y de qué forma se está actuando para corregirlo», señala la portavoz del PP local, Maria Antònia Sansó, cansada del problema recurrente que cada verano vuelve a brotar.

«Al menos no se ha contabilizado ningún pez muerto y los patos procrean a muy buen ritmo, la fauna está en perfecto estado y no ha proliferado la vegetación como en 2021», subraya Nadal, que a su vez explica que lo que se quiere conseguir es que el ecosistema del ‘riuet’ de s’Illot no entre en anoxia, es decir, que se produzca una falta de oxígeno que dañe a los peces del estanque artificial, pensado durante la reconstrucción del paseo marítimo tras los destrozos provocados por la torrentada de 1989.

Esas obras diseñaron una especie de río falso a partir de la desembocadura del torrente de ca n’Amer (normalmente seca) que llegara hasta la playa, con un puente elevado entre las zonas hoteleras de ambos municipios. Todo ello creando un espacio bucólico con peces y casetas para patos, más similar a una albufera que a una torrentera. Para ello pues, y desde hace 32 años, Manacor tiene que rellenar diariamente y durante horas el estanque con agua salada impulsada desde el mar, con el gasto económico que ello supone y las continuas roturas de tuberías y bombas.

«Es cierto que hemos tenido problemas para calcular el chorro de agua necesario tanto para que la maquinaria no se estropee como para no elevar demasiado el nivel de agua», lo que podría provocar esa falta de oxígeno para los peces «que también se ven afectados porque el lecho quede excesivamente removido cada día», concluye el regidor, que por lo que respecta a los problemas de olores culpa veladamente al ayuntamiento de Sant Llorenç. «Por nuestra parte aguas son Tovell revisa cada día que no haya vertidos… pero los olores vienen de la parte llorencina».

¿Futuro sin agua?

Dado que los perjuicios de una imágenes del estanque decrépito, sin agua y con olores extraños no es la más ideal para una zona turística, el alcalde de Manacor volvió a incidir durante el último pleno de julio la posibilidad de eliminar definitivamente el proyecto de los noventa: «Naturalmente debería ser una torrentera seca y limpia», aunque también lanzó un mensaje implícito a la conselleria de Medio Ambiente para que en invierno se encarguen del mantenimiento del espacio como si fuera natural, y evitar los problemas recurrentes de cada temporada alta.

Cabe recordar que el año pasado por estas fechas el lecho tuvo que ser limpiado varias veces por la brigada municipal, la mayoría de ocasiones de manera manual pero en otras tuvieron que utilizar la succión mecánica, lo que acarreó gastos de 1.500 euros cada vez.

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