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La paz colapsada por la fijación en los coches

Tanto la administración insular como la local han invertido tantos esfuerzos en la recuperación del aparcamiento de Cala Llombards que el anuncio de su previsible apertura se desvela como salida de compromiso para una visión y una interpretación parcial. Por eso mismo, el atrevimiento de pronosticar la «pacificación de la zona» quedará estacionado sobre la decepción y la insuficiencia. Será así porque la amplia costa de Santanyí tiene problemáticas mucho más amplias y complejas que incluso la belleza y gancho del Caló des Moro es incapaz de amortiguar. El olfato y la vista también perciben lo repelente y en estos días la depuración precaria y el coloreado en negro –oficialmente son algas– expulsan por lo menos a tantos bañistas como la escasez de aparcamiento.

La paz de los coches ordenados en Cala Llombards reportará tranquilidad y evitará tapones a los residentes pero será, en el mejor de los supuestos, artificial y forzada, por tanto insuficiente, porque el bienestar digno solo llegará con una buena gestión integral y coordinada de toda la costa de Santanyí, respetando unos recursos y valores naturales que deben ser compatibles con la explotación turística y la acogida de pateras.

De momento, Ayuntamiento y Consell solo aventuran, no sin riesgos, que al final de temporada podrá dejarse el coche en condiciones y sin molestar en Cala Llombards. Lo que ocurra o se encuentre después, al poner el pie en tierra firme, ya es harina de otro costal y otro mar de incertidumbres y carencias sobre las cuales las administraciones seguirán librando su guerra de acusaciones.

Pero hablan de la paz del coche aparcado.

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