Es entrada la tarde y tres personas caminan adelante y atrás de manera repetitiva; se acercan a una pared y se vuelven a alejar para coger una especie de perspectiva que aclare sus ideas. Son Toni Planissi, Xisco Fuster y Alice Oplatková, tres artistas de primer orden terminando un nuevo mural en la calle des Pou Fondo de Manacor, un espacio que en apenas una semana se ha convertido en una auténtica galería de arte al aire libre.
La idea nació del actor Toni Gomila: «Con la intención de intentar complementar la Vila del Llibre» que tendrá lugar este fin «y revitalizar una zona como ésta mediante el arte mural».
Y es que la Vila del Llibre, formato catalán que este año se exporta a Mallorca a la manera manacorina, abrirá también locales de una de las zonas más degradadas de la ciudad (aunque irónicamente en los años 80 todavía fuera su eje comercial) para llenarlos de presentaciones literarias.
Pero volviendo a la pintura, Planissi explica lo que acaba de dibujar: «Unas matanzas alienígenas, con un cerdo de donde se extraen botifarrons ya hechos», un símbolo de sus últimos libros ilustrados con guión de Fuster sobre los últimos días de un imaginario Imperio Mallorquín. Justo en la pared de al lado, unos colores y una temática totalmente distinta: Cucarell y sus amigos viajando por encima del campanario: «Hasta ahora nunca había pintado un mural ni dibujado con estas dimensiones, pero estoy muy satisfecho del resultado».
Un poco más allá, en la esquina de la calle Pare Andreu Fernández, el muralista Joan Aguiló piensa todo lo contrario, y no porque su niña comiendo melón le haya quedado mal, sino porque acostumbrado a las grandes dimensiones «esto es más relajado porque puedo ver cómo queda en cada momento y el proceso es más sencillo». Una escena figurativa y realista que, a su vez, vuelve a contrastar con las dos siguientes, de Pau Escápula y Ake, en una escena de su cómic Atlas y Axis y la del colombiano Canizales representando una bandada santantoniera presidida por el Dimoni Gros de Manacor.
Un poco más arriba, ya subiendo la cuesta hacia el centro, destacan dos intervenciones: la de la pintora local Catalina Julve, «basada en una fotografía antigua» y que representa a una chica mirando al mar y el horizonte, mientras parece jugar con un cochecito de juguete sobre la playa. Y la del madrileño Abraham Calero, que ha compuesto un collage a base de carteles y una escena costumbrista en honor a Sobrassada de Peix, que hace unos días desplegó su última edición. Destaca sobre todo su peculiar interpretación de una pescadería regentada por un cerdo.
