El color en movimiento, las estructuras casi flotantes y las comparsas uniformadas de rojos, azules, verdes o amarillos a ritmo sambero. Dos años sin carrozas han hecho que este domingo, a partir de las seis de la tarde, la avenida Antoni Maura se llenara de manacorins a la búsqueda del reencuentro del desfile que cada junio abarrota el paseo más clásico de la ciudad con escenas costumbristas y primaverales tiradas por tractores.

De hecho miles de personas han acabado en Na Camel·la después de ver el segundo baile anual de los Cossiers, con la intención de coger un buen lugar desde donde visionar el paso de escuelas y asociaciones, sin las cuales, sin su trabajo durante meses, no sería posible disfrutar del espectáculo.

Todo ha acontecido según el guión marcado de antemano y nada ha impedido, ni el tiempo ni los restos de pandemia, que las carrozas salieran puntuales del patio del colegio de La Salle, punto de concentración habitual y donde el jurado ha empezado a valorar los pros y contras de cada una para puntuarlas de manera escrupulosa.