Diario de Mallorca

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Directora de la fundació Trobada de Manacor
Entrevista

Noèlia Hernández: «El modelo actual de albergue va hacia la desaparición»

«Hay 25 plazas, con una lista de espera que suele estar entre las 20 y las 30 personas»

Noèlia Hernández. SEBASTIÀ SANSÓ

Hablamos con Noèlia Hernández (Manacor, 1982), directora de la Fundació Trobada de Manacor, ahora que el albergue local cumple 30 años. Un lugar en el que dar acogida a personas en riesgo de exclusión social, y que hace unos años también cuentan con un centro de día a través del cual acompañan a estas personas para trabajar en su inclusión social y laboral.

¿Cómo surgió el albergue de la Fundació Trobada?

Fue en 1992 cuando mis abuelos sintieron la necesidad de ayudar a la comunidad. No sabían exactamente cómo, así que investigaron y pidieron a las entidades que ya estaban asentadas en Manacor, como Cruz Roja o Cáritas, qué faltaba, qué servicio… y así surgió la idea de abrir un albergue, un servicio que estaba centralizado hasta entonces en Palma. Se decidió comprar el actual edificio y empezar a funcionar con voluntarios.

¿Cuál era el perfil de los primeros usuarios?

Distinto al actual. Estamos hablando de hace 30 años, cuando la inmigración en Mallorca era más peninsular, de gente temporera que venía a trabajar y terminaba en una situación complicada de ligera vulnerabilidad. En cambio, cuando yo entré, en 2009, aproximadamente el 70% de los usuarios ya eran extracomunitarios.

¿También funcionaba de forma distinta hace 30 años?

Sí. En principio fue un servicio que abría sobre las ocho de la tarde y volvía a cerrar a las ocho de la mañana, es decir, que era para dormir y desayunar. Teníamos 12 plazas… ahora son 25 y con una lista de espera que en los últimos años suele estar entre las 20 y las 30 personas.

Pasados todos estos años, ¿el modelo tiene futuro o hay que buscar nuevas vías?

El del albergue tal y como lo conocemos es un modelo que va hacia la desaparición. El objetivo final es el de dignificar cada vez más a la persona y está claro que aquí las habitaciones son de hasta doce, que duermen en literas y que hay usuarios que tienen problemas de salud también. El modelo hacia donde se quiere ir es el que empieza a estar vigente en el norte de Europa y que también se está asentando en ciudades como Madrid o Barcelona, que es el de las viviendas tuteladas divididas en dos categorías: el ‘housing first ‘, para usuarios cronificados, y el ‘housing led’, donde se puede trabajar más para su inserción laboral. De hecho en Manacor ya existe un ‘housing led’ para tres personas.

¿Hacia dónde va el albergue de Manacor?

En un momento dado el albergue deberá transformarse en un servicio de filtro, porque una persona que viene de la calle debe tener todo un proceso de seguimiento y una primera acogida antes de pasar a uno de estos pisos. Y es ahí donde vamos. Pero para ello también se tendrá que habilitar el edificio. Sabemos que el IMAS (Institut Mallorquí d’Afers Socials) está trabajando en un reglamento de metros mínimos por persona. La idea es que el albergue se convierta a medio plazo en un filtro, en un modelo intermedio de seguimiento y valoración.

¿Ampliar la capacidad?

Nos encontramos en un punto en que la administración nos exige un cambio de paradigma y por eso necesitamos ampliar el espacio, para hacer una habitación más y que los usuarios puedan estar más cómodos. Una mejora cualitativa que por el momento el ayuntamiento de Manacor no nos acepta.

¿Es tediosa la relación con las administraciones?

Cuesta que nos entiendan porque nosotros trabajamos con unos perfiles que no están visualizados ni social ni políticamente.

¿Siempre ha tenido lista de espera? ¿Existe diferencia según la época del año?

Desde 2017 en adelante siempre ha habido, pero es cierto que va empeorando. Sobre todo desde la pandemia nunca había habido tantas personas que vinieran a pedir si podían quedarse. Hoy han sido tres en un solo día, por ejemplo. Antes había diferencia de afluencia entre verano e invierno; ahora ya no. Sólo se nota puntualmente los días de mucho frío.

¿Los usuarios pueden quedarse el tiempo que haga falta?

No suele haber un plazo máximo porque cada persona tiene un objetivo distinto: encontrar trabajo o conseguir hábitos de higiene, por ejemplo. Trabajamos con planes individuales.

¿Aún pueden disponer de algunas de las casas rurales municipales?

Ya no. Poder disponer de las casas de Son Talent o Sa Murtera nos salvó durante el confinamiento. Usted imagínese lo que hubiera sido 25 personas encerradas aquí sin poder salir a la calle. Y si alguien debía estar aislado… hubiera sido casi imposible.

¿Cuántas comidas sirven al año?

Servimos desayunos, comidas y cenas los 365 días del año, multiplicado por los 25 usuarios que caben.

¿Ha crecido el número de usuarias mujeres?

Ahora tenemos seis plazas para mujeres, en una planta separada. Pero estoy convencida de que si ofreciéramos el 50% también las llenaríamos. Yo diría que el hombre llega aquí más fácilmente, mientras que la mujer lo ve como una última opción, aunque normalmente su problemática sea más compleja.

Así pues, ¿Los problemas de los usuarios son más complicados hoy en día?

Sí, era lo que le decía que mientras antes llegaban muchas personas en situación de vulnerabilidad, ahora suelen ser gente en riesgo de exclusión o directamente en situación de exclusión social, con problemáticas diversas, complejas y simultáneas. Además ahora dependemos del Consell de Mallorca, así que recibimos usuarios de distintos pueblos de la isla, no nos centramos sólo en Manacor.

¿Llega a ser una labor frustrante?

No siento frustración, porque la situación refleja una problemática social, no del servicio en si. De hecho la evolución de la Fundació Trobada ha pasado de prestar un servicio caritativo a estar en la red del IMAS. Estamos muy satisfechos en ese sentido.

¿Funcionan con subvenciones que se deben ir renovando periódicamente?

Aún sí, y está claro que supone un problema de estabilidad, porque nunca puedes estar tranquilo. Lo ideal sería ser un servicio concertado. Actualmente recibimos unos 11.600 euros mensuales, pero de ahí también debemos pagar a las cinco personas que tenemos en plantilla… y con la nueva normativa esta cifra tendrá que aumentar.

¿Por qué?

Por la ratio de usuarios pronto tendremos que ser más trabajadores. Esto significa que sin la ayuda del Consell deberíamos cerrar. Porque sin profesionales que acompañen a los usuarios el IMAS nos quitaría la autorización como servicio. Es un poco el pez que se muerde la cola.

¿Cómo ha sido la relación con los Servicios Sociales locales desde 1992?

Durante estos 30 años nos hemos encontrado de todo, con políticos y funcionarios con buena voluntad y también con algunas decepciones. Actualmente la relación es muy buena y esperamos que siga así.

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