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Eclipse por colapso en formentor

Far de Cap de Formentor

El abuso recurrente del transporte particular puede acabar ejerciendo un efecto superior al del árbol que no deja ver el bosque. Es capaz de tapar todo el paisaje y, no solo eso, también dañarlo y aumentar su fragilidad. Es lo que está pasando en la península de Formentor, pese a las medidas disuasorias que se están introduciendo. Puede más la presión que la corrección.

Una de las más claras manifestaciones del buen pronóstico de la temporada turística, siempre que entendamos por efecto positivo el de la cantidad, han sido los atascos que ya se han producido durante la Semana Santa en el mirador y en los accesos a la torre de Albercutx. Si a ello añadimos que en los últimos tiempos se ha puesto de moda el ir a contemplar la puesta de sol en lugares estratégicos, no puede extrañar que las autoridades se decidan ahora por ampliar el veto a los coches particulares, en dirección al faro, hasta las 22:30.

La verdad es que la presión obliga a una vigilancia y corrección permanente y a mentalizar al visitante sobre la necesidad de moderación y prudencia.

El alcalde de Pollença apunta la conveniencia de informar sobre la disponibilidad de estacionamiento en la playa. También hay que asegurar las obras de contención del muro la carretera del faro y el incremento de buses lanzadera.

El hecho de que el año pasado, y en apenas un mes, Tráfico impusiera 7.400 sanciones por saltarse las normas de las restricciones, da cumplida cuenta del caos que puede llegar a instalarse en Formentor. El efecto humano sobrepasa de largo al meramente natural.

Es una nueva forma de eclipse nada romántico ni vistoso, el de la presión turística que impide disfrutar de la bonanza del paisaje en un lugar único. La dosificación de accesos resulta inevitable.

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