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UN FASTIDIO PERMANENTE

No se trata de una plaga ocasional susceptible de ser erradicada a base de chutes químicos salidos del laboratorio. La xylella ha conocido Mallorca y le ha cogido adicción. Está dispuesta a hacer honor a su principal apellido y fastidiar su hábitat vegetal, tanto el cultivado como el silvestre. Se queda, sin permiso de residencia, tiene sobradas bazas para hacerlo. El fastidio ya vive aquí.

Esta, en sentido práctico y directo, es la principal y más desalentadora conclusión de un análisis pormenorizado y multidisciplinar presentado ayer en Inca. Nos hemos gastado 1,3 millones de la ecotasa para saber cómo nos aqueja la plaga de la xylella fastidiosa y para poder comenzar a intuir el modo en que se expandirá en el futuro. La camamil·la lo tiene difícil. Es uno de sus principales caprichos. No tiene mal gusto la bacteria. Es probable que una aniquilación que no ha logrado el embate marino sea realidad a causa de la xylella. Los expertos ya dejan intuir la necesidad de un replanteamiento, o por lo menos vigilancia, sobre las especies endémicas de Mallorca.

Otra señal de alarma, la bacteria en cuestión tiene también especial apego al ullastre. Con lo abandonadas que están amplias zonas de cultivo, cedidas por omisión a estos arbustos, la plaga dispone de más campo libre.

Es verdad que con los vastos estudios realizados en los últimos meses los movimientos de la xylella y sus efectos se conocen más y mejor. No han aparecido subespecies nuevas y, en cuanto a los cultivos, se sabe que la plaga podrá domesticarse un tanto con tecnificación y especies más resistentes de almendros, vid y olivos. El verdadero reto está en aceptar que el control deberá ser por necesidad una constante, una tarea permanente. La débil vegetación de la isla tiene otro parásito.

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