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Sant Antoni 2022 - Las consecuencias de la suspensión

Los secretos del hombre detrás de la tradición del ‘corb’ de Son Servera

La representación recuerda la historia bíblica del Sant Pau ermitaño que en la soledad de su retiro recibía diariamente la visita de un cuervo, portador de un pan entre su garras

Un instante de la celebración antes de la pandemia. Biel Capó

En los festejos de Sant Antoni de Son Servera, Miguel Morey lleva más de medio siglo encargándose de que cada 17 de enero un cuervo, en este de caso uno de buen agüero, haga llegar el sustento alimenticio en forma de coca dulce a un Sant Pau y Sant Antoni. Es el acto conocido popularmente como la Baixada del corb.

Se trata de la representación del relato histórico que narra cómo un cuervo portaba diariamente un pan a Sant Pau, que se encontraba de contemplación y penitencia en el desierto.

El día que este santo recibió la visita de Sant Antoni, el ave llevó una ración doble de pan.

En Son Servera, junto con Mancor, sigue viva esta tradición, justo antes de ses beneïdes, Miguel es el encargado de hacer volar el cuervo disecado, desde una altura aproximada de cuatro pisos, de la Plaza Nova, hasta la otra punta, donde se encuentra un cabaña de pino, supuesta vivienda de los dos santos anacoretas; lugar donde recibían las tentaciones del dimoni, que intenta que el ave no deje el alimento a los destinatarios.

Miquel Morey lleva más de medio siglo encargándose de la ‘Davallada del corb’. | BIEL CAPÓ

53 años

Morey no recuerda con exactitud la fecha en que inició esta labor, pero Maria, su mujer, le recuerda los años que llevan casados, los que cortejaron y ya realizaba esta labor, por lo que sus cuentas son que hace unos 53 años. Él fue el primero en realizarlo en la Plaza Nova, ya que anteriormente se hacia en sa Punteta desde la altura de un piso hasta la calle, con dos trozos de madera pintados de negro que recordaban el ave, cuenta. El primer año tuvo que ingeniárselas para que el cuervo, en este caso un ave disecada, con las alas abiertas, bajara de más altura, al tiempo que el recorrido era mucho más largo, al tener que cruzar la plaza.

Rememora cómo el cable por el que bajaba el cuervo hasta la cabaña, inicialmente, los operarios del ayuntamiento lo dejaron a una altura de unos tres metros, por lo que era imposible que el Santo pudiera retirar la coca de las garras del animal. Esto provocó que se tuviera que corregir de prisa y corriendo la altura del cable, para que la coca fuera accesible a Sant Pau.

Antiguo ‘forn’

Morey, cada 17 de enero, acudía al antiguo forn de Can Ceba para retirar la coca de Sant Antoni, que la Obreria tenia encargada. La ataba en las garras del cuervo con una especie de garfios de hierro. Acto seguido colgaba el ave de dos ganchos que tiene el cuervo sobre su espalda, para que llegado el momento se pueda deslizar hasta llega a la cabaña de los Santos.

La misma mañana del 17, el horno le preparaba una suculenta coca, pero se vio obligada a pedirles que la prepararan el día anterior, porque, de lo contrario, no tenía la suficiente textura para aguantarse en las garras la rapaz.

El paso del tiempo, así como la inexperiencia que tenía los primeros años, cuando el dimoni en su afán de impedir que el ave dejara el alimento, lo hacía con tanta ímpetu que fue provocando que con el paso del tiempo el animal se deteriorara y se hayan tenido de cambiar de aves en varias ocasiones.

Detalla cómo cada vez es más difícil poder conseguir un ejemplar. Los últimos obtenidos, recuerda, han sido ejemplares que han fallecido en el centro de Natura Parc.

Después de más de cincuenta años haciendo bajar el cuervo, el relevo generacional parece estar asegurado, ya que en las tres últimas interpretaciones su nieto Salvador Galmés ha sido el encargado de ayudarle con interés en las tareas.

Después de dos años sin representación por la situación sanitaria, la vieja plaza ha sufrido una reforma considerable de embellecimiento y modernización.

Algunos ya aseguran que, una vez que se pueda volver a realizar el acto, el escenario habrá perdido este nostálgico encanto que tenía la plaza el día de la bajada del cuervo.

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