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Resumen del 2021

El Moll de sa Duana de Portocolom, en el epicentro de la polémica

Pese a la insólita cadena humana de más de 800 personas en señal de protesta, la reforma del Moll se está ejecutando «con hormigón»

Una cadena humana de más de 800 personas inundó el Moll de sa Duana de Portocolom, el pasado 3 de abril.

La polémica se ha focalizado este año en el corazón de Portocolom. Uno de sus bienes más preciados «se ha visto amenazado»: el Moll de sa Duana. Una zona con más de cien años de vida y construida con piedras del yacimiento arqueológico de los Closos de Can Gaià (el poblado más antiguo de la zona datado en el 1.700 a.C.) ha visto cómo una reforma podía acabar con su técnica constructiva. Una técnica «única» que tanto entidades ecologistas como vecinos han combatido para que se preserve, aunque parece que en vano.

La voz de alarma saltó a principios de febrero de este año con la advertencia de diferentes asociaciones ecologistas de que el proyecto que había sobre la mesa contemplaba instalar una capa de hormigón bajo el histórico empedrado. Ports IB no tardó en responder, y dos días después aseguraba que un arqueólogo seguiría de cerca el proceso así como instaba a Patrimoni a recibir asistencia de sus técnicos especialistas. Desde la administración pública se comprometieron a conservar el conjunto patrimonial de Portocolom y anunciaron que pondrían en marcha una comisión, en la que participarían diferentes entidades, para seguir el desarrollo del proyecto. Palabras vacías, según la plataforma Salvem Portocolom, que a finales de marzo denunció ante los medios que la adjudicación de la obra se había hecho antes de que se reuniera dicha comisión. Fue en ese momento cuando la máquina se puso en marcha, y la ola de indignación vecinal y de entidades ecologistas se tradujo el 3 de abril en una insólita cadena humana con más de 800 personas reclamando preservar la técnica constructiva, «sin hormigón».

En un momento de especial tensión, el Gremi de Margers redactó un informe para garantizar una restauración respetuosa con el conjunto patrimonial de la localidad, mientras la comisión se echaba a andar. A penas unas semanas después (22 de abril), la comisión balear de Medio Ambiente informa a favor del proyecto de rehabilitación pero imponía una serie de condiciones patrimoniales. La propuesta definitiva llegó en el mes de junio, que fue rebatida por los margers: alertaban de que la reforma quedaría «artificial» y de que «la muestra realizada incurre en errores» y «no reproduce lo que había». Mientras, Ports IB pedía calma y aseveraba que la comisión seguía su curso y no había nada cerrado.

Y la rectificación no se hizo esperar. Llegó el 4 de octubre: el Govern anunciaba que restauraría el Moll con la «técnica original». Y apenas diez días después, las obras arrancaban. Parecía que las aguas se habían calmado y la reforma seguía su cauce, hasta que Salvem Portocolom en 19 de noviembre denunció que la restauración se estaba ejecutando con hormigón, material al que se habían opuesto desde el principio. «El Moll de piedra tendrá el alma de hormigón», criticaban, decepcionados. Un muro de cemento que no se verá, pero que rompe con la técnica constructiva que ha perdurado más de cien años en la localidad.

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