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El campanario de Manacor se prepara para acoger visitas

La Torre Rubí, construida a principios del siglo XX, es todo un referente arquitectónico y una atalaya privilegiada para ver toda la ciudad

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El campanario de Manacor se prepara para acoger visitas.

Si Manacor tiene un lugar que combina perfectamente el sentimiento espiritual con la representación social de pertenencia a un entorno común, este es su campanario. Construido como parte del nuevo templo neogótico ideado a finales del siglo XIX y concluido a principios del XX (pese a que quedan muchos elementos por rematar aún a día de hoy), su silueta de casi 80 metros de altitud (la segunda construcción más alta de las islas solo por detrás de las chimeneas de la vieja central térmica de Alcúdia) sigue imponiendo respeto se mire por donde se mire. Sin embargo, transcurridos más de cien años, sigue teniendo una importante cuenta pendiente con sus ciudadanos: el acceso civil y normalizado a su interior. Un deber que podría quedar resuelto en breve.

El acceso a la conocida también como Torre Rubí (por el rector que ideó el proyecto de substitución de la antigua iglesia barroca por otra de grandes dimensiones) desde la calle sigue cerrado y es necesario entrar dentro de la sacristía para poder adentrarse en su base, un cuadrado casi perfecto donde comenzaría la visita: «Aquí, bajo las escaleras de subida se colocarían los elementos religiosos que aún conservamos de la antigua construcción», explica el vicario parroquial de Els Dolors, Marc Capó, entre las cuales está la estructura de madera de la campana, su badajo y otros elementos. En el lado opuesto se instalarían unos paneles diseñados para explicar la historia pasada y presente del lugar.

«Es una cuestión que nos estamos planteando en serio, pero para la cual primero debemos resolver algunos aspectos importantes», añade Capó. Eso significa que falta la pertinente visita del arquitecto del Bisbat de Mallorca, para ratificar la seguridad de la visita, la colocación de tres redes de seguridad a diferentes alturas de la subida o la contratación de un guía que pueda explicar los pormenores del conjunto y el patrimonio artístico-religioso.

De hecho hace pocos meses acabaron otro de los trabajos preceptivos antes de plantearse las visitas: rehabilitar por completo el conjunto de barandillas escultóricas de todos los tramos de la escalera, afectados por la humedad y los excrementos corrosivos de las palomas y que habían provocado que el alma de hierro del interior se herrumbrara y dilatara hasta reventar la piedra. Un proyecto de 130.000 euros realizado a conciencia y pagado íntegramente y sin subvenciones por la parroquia manacorina. El campanario como edificación que es también ha pasado la pertinente inspección técnica del Ayuntamiento, con lo cual la puesta a punto estaría completa.

Además, la apertura a las visitas de la torre también ayudaría a la financiación de la parroquia: «Somos conscientes de que sería muy beneficioso para nosotros, pero tampoco queremos que sea con afán recaudatorio, ni mucho menos. Pensamos que es un patrimonio del pueblo y que como tal tiene que ser visitado, con lo que la entrada no iría más allá de los uno o dos euros».

Según se sube, la sensación de pisar por donde pocos han podido hace que cada giro a la izquierda sea como el de un viaje en el tiempo y el espacio difícil de explicar. Aquello de la experiencia religiosa se nota a cada visión, a cada giro de cabeza para notar la ciudad cada vez más distante, pero cada vez (curiosamente) más ‘abrazable’.

Pues eso. Al final de la escalera, a 242 escalones de altura, la ciudad parece más lineal y comprensible. Más silenciosa. Cuando termina el tramo transitable (a unos 60 metros), un entarimado de madera sustenta la maquinaria donde se alzan las cinco campanas: n’Eloi, Vicenta, n’Esperit, Vespretes y Missetes. Y aquí se prepara una nueva sorpresa: «Queremos que en estos vanos», el vicario señala unos arcos de vistas privilegiadas, «queden más abiertos; eliminar unas de las piezas de marés de cada uno y colocar en su lugar un metacrilato transparente desde donde ver Manacor desde todos sus ángulos».

Finalmente y por una escalera metálica de pequeñas dimensiones (no apta para corazones sensibles o aquejados de vértigo), se accede al pináculo. Todo un espectáculo para la vista y que alberga las últimas campanas. Un espacio también reformado hace apenas veinte años y que, en este caso, dado su angosto paso, no podría ser visitado.

Un paseo por las bóvedas escondidas

Otro lugar recóndito y complicado tránsito es el interior de las bóvedas del templo. Un espacio entre las capillas y la cubierta exterior, que tiene el aspecto de una bodega girada al revés. De hecho, su suelo cóncavo (el negativo de las bóvedas de crucería que hay debajo) solo es practicable a través de un entarimado de tablas de madera colocadas estratégicamente y siguiendo un recorrido casi laberíntico, pero igualmente emocionante. En estas ‘habitaciones secretas’ todavía quedan moldes y materiales de obra de la construcción del siglo XIX.

Salto a la iluminación led

Muchas veces las nuevas tecnologías tardan pero acaban llegando a todos sitios. También a la parroquia de Els Dolors de Manacor que poco a poco va iluminando todas sus capillas laterales, que desde hacía muchos años estaban a oscuras y sólo recibían la luz general de la nave central y los cruceros de la iglesia. Demasiado débil para unas tallas y esculturas dignas de ser admiradas con claridad, y así de paso prestigiar a sus autores.

De este modo, hace unos meses que cada sábado el vicario Marc Capó ayuda al electricista Guillem Parera a limpiar primero y a pasar cables después, para acabar de completar la instalación de bombillas led a ritmo de una capilla por semana. Ya llevan 18 de las 20 de las que consta el templo manacorí. Y a fe que se nota, y mucho. «Antes muchas eran una cueva. Ahora les damos vida y espiritualidad», explica Capó, que dice que tanto fieles como visitantes lo agradecen mucho, y se quedan un buen rato admirando las figuras.

«La parroquia paga el material y Guillem hace el resto de una forma totalmente altruista y sin cobrar nada. Todas las capillas ya contaban con una antigua instalación pero en algunos casos ha tenido que ser renovada». Se ha intentado también que las bombillas led estén ubicadas en lugares más estratégicos donde la luz deje lucir más todo el conjunto artístico. «Los padres de La Salle, por ejemplo, estuvieron muy contentos al ver que su retablo y la cúpula de la capilla ya se ven perfectamente», recuerda Capó, que cree que esto también ayudará a aumentar los donativos.

Asimismo, la nueva iluminación también ha llegado a las dos capillas más importantes de la iglesia, la de la Inmaculada, por un lado, que ahora sí queda en condiciones, y la del venerado Sant Crist de Manacor, la mítica talla de madera enmarcada dentro de un conjunto al que se le ha añadido, en la parte superior, mucha más luz que ayuda a darle un nuevo aspecto, a la vez que deja ver con mucha claridad la bóveda superior en piedra.

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