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Lletra menuda | A la caza y control de traficantes de algarrobas

La importancia y el valor material de las cosas se mide por la voracidad con la que se ceban sobre ellas aprovechados y desaprensivos.

No es fácil camuflar el robo de unos sacos o cargamento de algarrobas, pero en la Mallorca que solo ve peligros en macrobotellones y demás excesos turísticos, está ocurriendo cada vez más, señal inequívoca de que hay rentabilidad con el tránsito del fruto de moda.

El trasiego y comercialización anónima de la apreciada algarroba proporciona algunos sustos a unos payeses que siguen siendo los parientes pobres de la seguridad en fora vila. Es una fragilidad tan evidente que hasta las autoridades comienzan a darse cuenta de ella y lleva a la conselleria de Agricultura a destapar un protocolo más completo para evitar los escandalosos robos de algarrobas.

Se trata, básicamente, de hacer un seguimiento documentado del fruto desde que se desprende del árbol hasta que llega al lugar de comercialización o manufactura. Para ello, las cooperativas y demás agentes exigirán una certificación homologada que identifique al agricultor o vendedor. Que nada sea anómico y sin huella, ésta es la cláusula de seguridad incorporada que, en el caso de la recolección a pequeña escala o de ocio, podrá plasmarse en una declaración responsable DNI en mano.

Si cogemos la referencia del año pasado, hay más de veinte mil toneladas de algarrobas en juego a un precio que ronda el euro el kilo.

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