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Lletra menuda | La regeneración religiosa

Cinco años después de que las concepcionistas se quedaran sin medios humanos para seguir dando vida al Palau de Sineu, el obispo cumple su promesa de aportar una nueva comunidad al monasterio femenino más importante de la Part Forana. Con el peso de un retraso no deseado, Sebastià Taltavull se apresura ahora a proclamarlo sin dejar de insinuar su mérito personal, incluso antes de hacerlo saber formalmente a los sineuers. Todo un síntoma, porque el viejo palacio de Jaume II no es un edificio más para la primera vila ni el monasterio creado en 1583, un recinto religioso del montón. Llega una congregación colombiana joven, con apenas una década de existencia, las Hijas de la Sagrada Familia, en su doble vertiente, la misionera y la contemplativa. Éstas últimas son las que habitarán el Palau y deberán hacer compatible su estricta clausura con el uso público de un recinto catalogado como Bien de Interés General. De la rama de vida activa solo se anuncia que se integrarán en un conjunto de parroquias por determinar. Lo importante es anunciar que llegan aunque la forma de hacerlo deje en evidencia una cierta improvisación y penduleo pastoral. La llegada de religiosas colombianas a Sineu, a la que podemos sumar la de los Franciscanos Menores mexicanos ya integrados en Petra, es también el reflejo de una regeneración religiosa impuesta por la necesidad derivada de la falta de relevos autóctonos en la diócesis, un fenómeno que no es exclusivo de Mallorca ni mucho menos. Muchos conventos y parroquias de la isla ya tienen miembros extranjeros, pero que las dos comunidades íntegras venidas de fuera estén en Petra y Sineu, dos villas de larga tradición religiosa, es la muestra evidente de una necesidad que pasa por la integración y el testimonio en época de secularización.

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