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Lletra menuda

El mérito y la utilidad de saber esperar

Tres meses atrás, cuando la borrasca Gloria mordió con fuerza la costa del Llevant, se generó de inmediato un lastre de nerviosismo...

Tres meses atrás, cuando la borrasca Gloria mordió con fuerza la costa del Llevant, se generó de inmediato un lastre de nerviosismo y preocupación entre gestores institucionales y turísticos. Se temió de inmediato por una temporada vacacional que, de todos modos, el coronavirus ha acabado devastando con mayor virulencia y precipitación que el temporal marítimo.

Después del Gloria fueron pocas las voces que reclamaron calma y espera. Pedían simplemente que se devolviera al mar lo que es suyo y que se dejara al medio costero reaccionar con naturalidad. Recuperación del equilibrio, en pocas palabras. Las reacciones pasivas fueron recibidas con escepticismo en el mejor de los casos. El tiempo, las olas y la brisa han devuelto la razón a los reverentes con la naturaleza en esta isla que ya no es de la calma cuando se trata de negocio y rápida rentabilidad turística.

En Cala Millor, el arenal insignia del Llevant, la playa se ha regenerado sola. Está a punto, solo le faltan los turistas de los que le priva el Covid-19 y que muy a duras penas tendrá en verano. Esperar, observar y actuar solo si es imprescindible. Esta es la lección de la arena que quizás conviene contemplar en el momento de vincular los efectos de la pandemia con la promoción turística, porque la clientela vendrá enseguida que el bolsillo se lo permita. Necesita unas vacaciones para olvidar al coronavirus.

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