Alcaldes de estreno o con años calentando el sillón. Alcaldes de izquierdas, de derechas o de ideología incierta. Alcaldes con mayoría absoluta, con acuerdos cómodos o con un pleno que parece una olla de grillos. Alcaldesas, pocas. Alcaldes populistas o ratas de despacho. Alcaldes que se sienten en el paraíso o frustrados porque se sienten dignos de ocupar, como poco, la presidencia del gobierno.

Los 53 mallorquines que ayer alzaron la vara que simboliza su cargo son como sus pueblos. Con miserias y grandezas. Con fuerzas y debilidades. En el momento de las emociones abundan las flors i violes. Sin embargo, en cuanto asomen las dificultades, afloren los miserables y aceche la traición quizás sea conveniente que recuerden los diez mandamientos del buen alcalde.

1. Amarás al pueblo sobre todas las cosas. Si eres de los que sientes la alcaldía como una condena, si el sillón es un trampolín para volar más alto, tus ciudadanos te calarán rápido. Si fracasas en tus aspiraciones de ascenso, ni se te ocurra volver a presentarte. El Dios pueblo ni olvida ni perdona y pagarás caro tu desdén.

2. No tomarás en vano el nombre del pueblo. Te llamarán desde Palma los dirigentes de tu partido para aconsejarte que escuches a alguien. Se te acercarán individuos con negocios. Olvida los intereses espurios. Calibra quien gana más con la propuesta. Si dudas, antes de tomar la decisión recuerda a Eugenio Hidalgo. Es el edil de Andratx que recibió una llamada de José María Rodríguez -condenado el viernes a tres años y medio de prisión- minutos antes de ser detenido.

3. Santificarás a tus ciudadanos. Cada mañana, antes de sentarte en tu mesa, reflexiona sobre lo que beneficia a tus paisanos. Te presionarán por el bien del partido, el interés del amigo del secretario de organización o del empresario que financió la campaña electoral. Sé fuerte. No importa si te llamas Luis (Bárcenas), Joan o Tomeu. Sé fuerte y piensa en lo mejor para el ciudadano.

4. Honrarás a tu padre y tu madre políticos. O sea, a los que te han dado la mayoría. Quizás seas alcalde con una relación de fuerzas compleja como las que se dan en Binissalem, Llucmajor o Marratxí. Procura que la familia se lleve, no importa que se lleve bien, basta que se lleve. Las desavenencias acaban repercutiendo en la gente... y en los resultados electorales. Y si no, que pregunten a Miquel Àngel March en Pollença.

5. No matarás la ilusión que el pueblo ha depositado en ti. Si lo haces, los electores te sacrificarán políticamente dentro de cuatro años. Recuerda la expectación con la que Guillem Balboa se convirtió en alcalde de Alaró por Més. Dos años después, el PP ha arrasado con una aplastante mayoría absoluta.

6. No cometerás actos impuros. Lo fácil es encerrarte en el despacho y practicar el onanismo político. Te sentirás satisfecho contigo mismo, pero no transformarás la realidad. Es mejor que salgas a ver lo peor de tu municipio. Así tendrás la posibilidad y el placer de mejorarlo.

7. No robarás. Es obvio. Y, sin embargo, hay que recordarlo.

8. No dirás falso testimonio ni mentirás. En campaña has prometido lo imposible. Incluso es probable que siguiendo los consejos de Quinto Tulio Cicerón hayas sembrado la duda sobre tus adversarios. Ha llegado la hora de hablar claro, incluso a los tuyos, y reconocer que de la misa, la mitad.

9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros. Los aduladores te rodearán. Apártalos. Es mejor que dejes que sean los críticos quienes se acerquen a ti.

10. No codiciarás las alcaldías ajenas. A veces la avaricia rompe el saco. Hace cuatro años en Manacor fue elegido alcalde Miquel Oliver de Més. Le desbancaron sin darle tiempo a manosear la vara. Cuatro años después ha vuelto con más apoyo. Las prisas no son buenas, si hay que plantear una moción de censura es preciso cargarse antes de razones.

Estos mandamientos no garantizan la supervivencia en el cargo ni mucho menos la reelección. Pero al menos te sentirás satisfecho contigo mismo.