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El último mono en la ciudad

Cuando vas andando por Palma, te das cuenta de que eres el último mono. Las intersecciones de las calles casi nunca están pensadas para que quien camina en soledad o acarreando un cochecito de bebé, o un carrito de la compra, pueda atravesar en línea recta con seguridad. Lo habitual es tener que sustituir ese trayecto recto por uno en zigzag, cruzando varias veces de acera y esperando entre dos y tres semáforos o pasos de cebra, y eso en el mejor de los casos. Es decir, para desplazarnos 15 metros —algo que haríamos en 10 segundos— por prudencia, debemos invertir un minuto y medio y caminar entre 60 y 80 metros. Repito, eso en el mejor de los casos.

Porque si usted llega pongamos a la calle 31 de Desembre desde una bocacalle, por ejemplo, desde Rei Sanç, y quiere seguir por esa misma que cambia de nombre y se transforma en Fèlix de les Meravelles hasta Blanquerna, pues lo tiene crudo. O se arriesga a cruzar a la brava, con peligro de atropello o multa, o tiene que andar pacientemente hasta el semáforo de las Avenidas o hasta el de Antonio Marqués. No queda otra. Es decir, debe incrementar su recorrido un 400% o mucho más, ya que ambos pasos están a una distancia de 240 metros; ¡casi nada!

Igual ocurre si desemboca caminando en la misma 31 de Desembre desde Pere Martell, Guillem Massot o Manuel Sanchís Guarner, ha de elegir entre susto o muerte, porque no se piensa en primer lugar en quienes más esfuerzo hacen para desplazarse y en quienes menos contaminan: los peatones. Pongan que hablo de 31 de Desembre o de cualquier otra calle, claro.

Mal lo tenemos, pero especialmente los mayores, los críos y las personas con movilidad reducida. Da pena y rabia que, para ir a la tienda de enfrente, tengan que moverse hasta 300 metros. Es para denunciarlo, y eso es lo que intento.

Si hace buen tiempo, la odisea es menor; pero si llueve, hace viento o un sol de justicia, entonces es normal que se acuerden de toda la parentela de los responsables de la movilidad en la ciudad.

«Los peatones son los que más infracciones cometen en Palma», me espetó un cargo público hace un par de años. Aquel hombre no hacía ningún esfuerzo para averiguar el porqué, ni trabajaba para que dejáramos de ser el último mono.

Hace un par de días fui a la presentación de un libro de estupendas fotografías de Melcior Guardia sobre Palma. El acto, organizado por FAM (Fotos Antiguas de Mallorca) era en Can Sales, a las 18.30. Salí de mi trabajo a las 18h, cogí el bus número 5 y a las 18.23 me bajé en la parada del Ramón Llull. Caminé hasta el puente de la Riera esperando el verde del semáforo de la calle Miquel dels Sants Oliver. Tras otra parada, atravesé hasta la mediana de las Avenidas, donde, después de más de medio minuto de espera en situación desagradable de riesgo por tráfico intenso, pude seguir y llegar a la acera esquivando un carril bici con un usuario que se saltó lo que quiso. A mitad del Passeig Mallorca me lie la manta a la cabeza y crucé por cualquier sitio. Luego solo tuve que esperar el semáforo de Jaime III y llegué a mi destino. Tarde. Huelga decir que por el camino me peleé con varios patineteros y sorteé numerosas sillas y mesas de bares que superaban con creces sus dominios.

De todo lo que he contado, un comportamiento cívico evitaría a los peatones los sustos con las bicis y patinetes, así como los excesos de algunos bares y restaurantes en el espacio público. Pero o desde las autoridades en movilidad se empieza a pensar en primer lugar en quienes van andando, o la injusticia en los desplazamientos por nuestra ciudad seguirá imperando.

Que en las Avenidas no sean obligadas las esperas en la mediana, y poner en muchas más calles pasos de cebra que no hagan patinar a las motos pero den continuidad en el camino de los peatones, es la solución necesaria tanto en calles anchas como en las estrechas. No es aceptable que quienes caminamos, los más débiles, tengamos que andar cediendo siempre el paso a los todopoderosos coches y motos, porque si nosotros no tenemos dibujado el paso, no tenemos ningún derecho. Démosle la vuelta, por favor.

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