Los barrios de Cala Major y Sant Agustí descienden hasta la calle Joan Miró, la única superficie llana de esta parte de la ciudad. Infraviviendas, la proliferación de locales de masaje asiático en los que en realidad se ejerce prostitución, abandono y suciedad marcan la pauta de una zona «olvidada y abandonada» por parte del Ayuntamiento de Palma.

Es la denuncia que hacen Francisca Bennássar y Awi Hahne, de la asociación de vecinos de Cala Major y Sant Agustí. La primera lleva toda la vida allí; la segunda, originaria de Suecia, los últimos treinta años.

«Esta legislatura prácticamente no se ha hecho nada aquí. Al contrario, nos quitaron la línea 20 del bus que nos llevaba a Porto Pí y Son Espases. Reunimos más de 500 firmas para que la EMT restableciera el servicio, pero fue para nada», lamenta Bennássar.

Los grafitis son una constante en el barrio de Cala Major. | DM

Cala Major sufre una alta concentración de infraviviendas que se reparten entre enormes edificios como los Panam, Impala y Torre Mayor. También los apartamentos Pullman, aunque los bloques que conforman esta zona estigmatizada durante muchos años han hecho progresos gracias al impulso de vecinos y entidades como Càritas. «En el edificio Torre Mayor y en otros similares hay pisos patera. Es un problema porque la gente se hacina en espacios muy pequeños. Y los que lo sufren son sobre todo inmigrantes. Son las secuelas de los años de urbanismo desmadrado. Eran hoteles que se convirtieron en viviendas pero sin tener en cuenta las condiciones de habitabilidad necesarias», explica Bennássar.

Estas dos residentes recorren Joan Miró con ojo experto. Desde Sant Agustí, donde hay menos problemas, hasta Cala Major, más deteriorado. Se detienen ante los locales de masaje asiático que surgen a su paso y señalan los muchos edificios abandonados que «degradan el barrio desde hace años». Incluido un inmueble con vistas privilegiadas al mar que ARCA pide proteger porque es «el único edificio original de Sant Agustí superviviente en primera línea de costa». «Antes en el bajo había un restaurante, pero cerró y durante un tiempo hubo okupas. Da pena cómo está», lamenta Bennássar señalando los grafitis y la suciedad que lo rodea.

Temen que corra la misma suerte que Son Matet, una histórica casa señorial de principios de siglo XX que ha sido derribada para edificar una promoción de lujo.

Un banco dañado por la colisión de un coche. | DM

«Me da la sensación de que en este barrio estamos como castigados», indica Hahne. «Pedimos más limpieza, badenes en la calle Joan Miró para reducir la velocidad de los coches y aceras más anchas para que podamos caminar tranquilamente», reivindica esta residente. Un banco de piedra muy dañado atestigua la velocidad excesiva que alcanzan algunos conductores por esta vía. «Un coche se salió de la carretera y chocó contra un árbol y el banco. Llevamos desde febrero pidiendo al Ayuntamiento que lo retire, pero ahí sigue. Como te pases un día sin pagar un impuesto te multan, pero ellos dejan esto aquí meses y no pasa nada», critica Luisa Sans, cuyo estanco está a pocos metros de lo que queda de este elemento urbano.

Awi Hahne y Francisca Bennássar ante un local de masaje asiático en la calle Joan Miró. DM

El gran caballo de batalla de Bennássar y Hahne son los locales de masaje asiático que se extienden hacia Sant Agustí casi en línea recta desde la calle Marquès de la Sènia y la plaza Gomila. «Ya sabemos a qué se dedican y en estos tiempos en que hablamos tanto de feminismo habría que investigar qué sucede detrás de las puertas de estos locales», reclama Hahne. «No queremos ser un barrio rojo. Estos negocios deterioran las zonas residenciales y son un obstáculo para su posible recuperación, una cosa se relaciona con la otra», interviene Bennássar.

Temen que estos establecimientos de prostitución encubierta se sumen a una ya nutrida oferta de ocio nocturno que hay en el entorno de la playa de Cala Major y que incluye locales de alterne. «Nos gustaría saber qué tipo de licencias les dan para que puedan abrir con tanta facilidad», subrayan.

Alegaciones al PGOU

Presentaron alegaciones al PGOU para que la única superficie que queda libre de ladrillo, una parcela que ocupa la esquina de Joan Miró con la calle de la Gavina, sea un parque. «Sufrimos una enorme densificación humana por todo lo que se ha construido. Y en cambio prácticamente no hay zonas verdes. Pero aquí el Ayuntamiento quiere destinar parte de la parcela para levantar más edificios residenciales, será una oportunidad perdida», augura Bennássar.

A dos meses de las elecciones municipales, reclaman al próximo equipo de gobierno municipal «un plan de estética urbana» que, entre otras cosas, obligue a los locales asiáticos a eliminar las referencias a los masajes porque «es publicidad engañosa». Que dé más harmonía a los dos barrios y los libre de los grafitis. «El Ayuntamiento nunca viene a limpiarlos, pero nosotras nos hemos declarado antigrafitis. Así que compramos pintura con el poco dinero que tenemos en la asociación y llamamos a alguien para que lo limpie. Nos tenemos que responsabilizar nosotras porque si no la degradación es imparable», destaca Hahne.

Asimismo, reclaman a Cort que coloque badenes en Joan Miró, desde Marivent hasta el hotel Mar i Cel para frenar a los vehículos. «Ojalá el próximo Ayuntamiento agilice la relación con los vecinos. Es un proceso angustioso hasta pedir algo tan sencillo como que arreglen un bache», coinciden.