Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fuga de puestos en el mercado de Pere Garau en Palma: "Estamos con la soga al cuello, pero no queremos terminar como el Olivar o Santa Catalina"

En los últimos tres años se han bajado 12 persianas en la infraestructura municipal, que ha tenido un enero y un febrero flojos. La falta de aparcamiento, el estado de las instalaciones, los nuevos hábitos o los elevados costes pesan como una losa sobre los placeros

VÍDEO | El mercado de Pere Garau de Palma decae por la fuga de puestos y la bajada de clientela

VÍDEO | El mercado de Pere Garau de Palma decae por la fuga de puestos y la bajada de clientela

Para ver este vídeo suscríbete a Diario de Mallorca o inicia sesión si ya eres suscriptor.

VÍDEO | El mercado de Pere Garau de Palma decae por la fuga de puestos y la bajada de clientela Redacción

En el mercado de Pere Garau hay un goteo de cierres de puestos desde la pandemia. Hay doce que han dejado de operar en tres años y no se han recuperado. Los locales están vacíos. «La última clausura se produjo el verano pasado», cuenta José Luis Puchol, al frente de la verdulería y frutería que abrió su padre, Francisco Puchol.

Los placeros alegan diversos motivos para referirse a la decadencia del mercado. «La gente joven no cocina nada y no viene a comprar», lamenta Jorge, trabajador en el puesto Puchol. «Además nadie quiere comprar un puesto, sale muy caro, entre 150.000 y 200.000 euros. Después has de pagar la comunidad. Yo desembolso 500 al mes por los metros. Y tengo un trabajador. Puedo mantenerlo porque también trabajo en Mercapalma», cuenta José Luis. Su vecino, Damià, «un payés de Vilafranca», cerró porque «con todos los gastos no le salía a cuenta. Ahora vende directamente sus productos a Mercapalma o a los payeses que venden fuera en la calle». 

José Luis Puchol, en su verdulería. DM

Un 20% menos de puestos

«El mercado está tocado», sostiene el presidente de los vendedores Pep Bonnín. «Hay un 20% menos de puestos», asegura. Y empieza a enumerar: una carnicería, dos pescaderías, una charcutería, dos bares cerrados, dos puestos de comida preparada, otro de aceitunas, otros dos donde vendían café y chocolates y otro donde se despachaban cerámicas y cestas, y una verdulería. «Y alguno está empezando a abrir sólo tres días a la semana ante la situación. Estamos con la soga al cuello,», considera. 

«Enero no ha ido demasiado bien en ventas y en febrero han caído», advierte Bonnín. «Esperemos que este mes mejoren», indica. Para el presidente del mercado también está afectando a la afluencia de clientes la accesibilidad, «que ha empeorado desde la peatonalización de Nuredduna».

Persianas bajadas en un pasillo del mercado Pere Garau. DM

«Parece que hay un acoso y derribo de los mercados en esta ciudad, cuando estos espacios son los ejes de los barrios. Han dejado morir el de Camp Redó, acaban de firmar con el de Llevant un año más de concesión y nosotros y Santa Catalina tenemos problemas de accesibilidad. Si llegan a hacer el tranvía, el mercado del Olivar perderá una vía circulatoria de entrada, la de plaza de España, y quedará la de Porta de Sant Antoni», señala la carnicera Paquita Bonnín.

«Antes venía gente de Son Ferriol, Casa Blanca, Son Rapinya y Santa Ponça. Y también de restaurantes, pero ya no vienen presencialmente aquí. Yo tengo algunos clientes que me piden el favor de que les saque las bolsas a la salida, donde esperan en doble fila. Este mercado está medio enterrado y es una lástima porque es el único tradicional que ya queda en Palma. Santa Catalina y el Olivar están turistizados y en su interior hay muchos puestos de gastronomía», explica. «Nosotros también tememos acabar así o peor, el barrio está cambiando mucho», agrega.

"El mercado está medio enterrado y es una pena porque es el único tradicional que queda, los otros están turistizados"

decoration

En el mercado tampoco han podido unificar los mercadillos que hay en el exterior de frutas y verduras (martes, jueves y sábados) y de ropa y zapatos (lunes, miércoles y viernes). La separación fue temporal durante la pandemia y se alegó distanciamiento entre personas. «Hemos solicitado volver a la situación anterior a la pandemia, cuando estaban todos juntos tres días a la semana, pero el Ayuntamiento no contesta, lleva meses sin decirnos nada sobre la cuestión», denuncia Bonnín. 

Puesto que se vende en el mercado de Pere Garau de Palma. BERNARDO ARZAYUS

«Aquí lo que sucede es lo siguiente», ejemplifica Paquita. «Una persona sola que está al frente de un puesto puede tener un sueldo de 1.500 o 1.600 euros. Como viene menos gente a comprar, ese salario se reduce a 1.300 o 1.200. Por seis días a la semana y diez horas al día, ¿vale la pena? Al final te acabas yendo a trabajar a otra parte», indica. 

Las instalaciones también precisan una reforma. «Después de ocho años, el próximo día 28 empezarán a reparar el tejado».

Cambios de tendencia

Desde Peixos Bonnín, Eva y Fèlix creen que lo que sucede en el mercado se debe «a cambios de tendencia en el modo de comprar de la gente». «La gente trabaja por las mañanas y está habiendo un cambio generacional también. A mucha gente le resulta más cómodo ir al supermercado. Y los jóvenes apenas vienen al mercado, solo acuden los sábados y vienen a tomar un vermut o comer algo, no hacen la compra aquí», opinan. «No pensamos que haya un problema de aparcamiento o que ese sea el problema principal por el que ha bajado la clientela [lo mismo piensa el concejal Jordi Vilà]. La verdad es que la hemos ido perdiendo de forma progresiva», aseguran. «El hecho de que haya bastantes puestos vacíos también da mala imagen y provoca que apetezca menos venir. Tampoco tenemos las comodidades de un centro comercial, como aire acondicionado», indican. «Nos falta modernización», continúan. «La verdad es que estamos en una situación complicada los mercados. Si te quedas totalmente tradicional mueres. Los mercados están volviéndose otra cosa, ha llegado el turismo. No sé si sería una solución para éste», comentan. 

Fèlix y Eva, en Peixos Bonnín. DM

El frutero José Luis Puchol relata que en su puesto, que antes era de sus padres, «éramos cinco, ahora sólo somos dos. La gran cantidad de fruterías y tiendas de pakistaníes que hay en los alrededores del mercado nos están haciendo mucho daño. Hay gente que ya ni entra aquí», cuenta. «Ver todos estos puestos cerrados provoca sensación de abandono. Yo ahora mismo veo el mercado de Pere Garau acabado porque no entra gente a comprar. El Olivar es más turístico, está en otro tipo de zona. Tienen más género que aquí y muchas cosas son también el doble de caras. Y siguen vendiendo mucho», explica Puchol.

"Hace cinco o seis años venían mucho los chinos a comprar, pero ya no, han abierto en el barrio sus propias tiendas"

decoration

El placero también considera que los horarios del mercado son caducos. «Cerramos a las 2 de la tarde, cuando mucha gente que sale de trabajar podría venir. Hemos intentado abrir los viernes por las tardes, pero no hemos sido constantes. Hace cinco o seis años venían mucho los chinos a comprar, pero ahora ya no. Han abierto sus propias tiendas», concluye.

Compartir el artículo

stats