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¿Es Palma una 'ciudad de los 15 minutos'? El 90% tiene cerca colegios y supermercados, pero seguimos lejos del trabajo

Sólo el 26,6% de los palmesanos tarda menos de 20 minutos en llegar a su empresa o centro laboral - Las farmacias son los establecimientos más cercanos

Ciudadanos paseando y haciendo comprasen las Avenidas. María Pedraz

Palma cumple a medias la premisa de que los ciudadanos deben tener a un cuarto de hora de casa los servicios básicos y el lugar de trabajo y estudio. En este último aspecto, hay mucho trecho por recorrer. Decisiones políticas y planes de ordenación urbana marcados por las corrientes urbanísticas con más predicamento en su momento marcan la Palma actual, con sus virtudes y defectos.

En un mundo amenazado por el cambio climático, está ganando adeptos el concepto de ciudad de los 15 minutos, popularizado por la alcaldesa de París Anne Hidalgo, que propugna que todos los vecinos de una ciudad puedan tener próximas las seis funciones sociales básicas: «Habitar dignamente, trabajar con el menor número de engorrosos desplazamientos pendulares, acceder a compras y servicios básicos, a su salud física y mental, a educación y cultura y poder descansar en espacios públicos de calidad», según el urbanista Carlos Moreno, asesor de Hidalgo. «Es decir, se está hablando de regresar al concepto de ciudad compacta», prefiere decir el catedrático de Geografía de la UIB Jesús González.

Esta urbe ideal que persigue la sostenibilidad, reducir la contaminación o ganar tiempo útil y que tanto perturba a la ultraderecha, pues ve en ella una conspiración oculta para encerrar a la gente en su entorno, controlar la sociedad y restringir su libertad de movimiento, lo cierto es que ya se cumple en gran parte en Palma si se atiende a algunos de los datos recogidos en la última Encuesta de Características Esenciales de la Población y Viviendas que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE).

En las cifras ofrecidas puede comprobarse que nueve de cada diez hogares palmesanos consideran que tienen cerca de casa disponibilidad de servicios como colegios (96%), hospitales, centros de salud o ambulatorios (93%), supermercados (96%), farmacias (98%) y servicios de bar o restauración (97%).

En este caso, la encuesta no mide la cercanía de las viviendas a infraestructuras culturales o deportivas. Sin embargo, sí puede calibrarse la percepción que existe sobre zonas comunes verdes. El 30% de hogares palmesanos considera que son insuficientes las que hay en su zona.

La mayoría de los habitantes de Ciutat dedican más de 20 minutos al día para desplazarse al lugar de trabajo o estudio. Ahora mismo no hay visos de que la ciudad de los 15 minutos se cumpla en este aspecto. Según las cifras del INE, el 26,6% de ellos tarda menos de 20 minutos en llegar a su empleo. El 40,7, entre 20 y 39 minutos. El 22,2, entre 40 y 59. El 8,5, entre 60 y 89. Y el 1,9%, 90 minutos o más. En resumidas cuentas, el 73,4% de todos ellos precisa más de un cuarto de hora.

Para el también impulsor de la Càtedra d’Estudis Urbans, Jesús González, el hecho de que la mayoría de palmesanos tengan que desplazarse más de 20 minutos para llegar al trabajo «es debido a la zonificación que hay de los centros laborales, algo por lo que se apostó directamente en el Plan General de Palma de 1973, donde pueden verse bien delimitadas una zona sanitaria, una zona colegios y otra industrial, aunque hay que decir que el Polígono Son Castelló es anterior», refiere.

También están presentes en dicho plan «zonas de polígonos de viviendas, como Son Cladera o el Polígono de Levante. Son monofuncionales residenciales. Se proyectaron como espacios de crecimiento de función solo residencial. Jamás se pensó que contaran con bajos comerciales. Este modelo puede observarse también en la ciudad socialista», reflexiona González.

«En estos polígonos de viviendas se hizo mucha vivienda protegida. Son los casos como he dicho antes de Son Cladera, Polígono de Levante o Son Gotleu, que fueron concebidos como espacios segregados para la población trabajadora», subraya. «En el periodo democrático, en estos barrios periféricos que casi ni tenían calles, se fueron construyendo algunos equipamientos para hacer cierta justicia espacial y también social».

El catedrático considera que en el caso de Palma va a ser difícil «tener el empleo cerca de casa». «El teletrabajo sí funcionará en muchos casos, pero en otros es complicado. Además mucha gente trabaja también en las zonas costeras por el turismo. Y por ejemplo los que trabajamos o estudiamos en la universidad, pues está difícil porque el campus está donde está. Hay que recordar que en el momento de su creación se debatió localizarla en el centro urbano. A mí me parece lo más adecuado. Entiendo que a veces es más fácil y barato empezar de cero, pero no lo es a la larga porque has de hacer una carretera para llegar, un tranvía, poner autobuses. En la época que se hizo la UIB había otros campus que se estaban generando de manera similar, casi todos basados en el modelo norteamericano».

Además del Plan General del 73, que fue el de la zonificación, «existieron otros que marcan cómo es la Palma actual. El del 63, altamente desarrollista. El del 85, de la democracia, que vela por la aplicación de la rehabilitación urbana y la dotación de equipamientos en barrios desfavorecidos, o el del 98, en plena burbuja inmobiliaria», enumera.

«El actual tiene en cuenta conceptos como las supermanzanas o la ciudad de los 15 minutos que me gustan. Hay que apostar por ellas por el bien social y medioambiental. Y en un territorio insular como el nuestro, aún más».

González señala que el término ciudad de los 15 minutos ya fue trabajado por la periodista norteamericana Jane Jacobs. «En realidad es una defensa de la ciudad compacta, el modelo de ciudad clásico hasta el siglo XIX. Luego, en el mundo anglosajón, aparecieron las city garden para descongestionar las grandes urbes. Las city garden son esas zonas de viviendas unifamiliares que hoy las asociamos a clases sociales altas, pero nacieron como un proyecto del socialismo utópico, en concreto, de Ebenezer Howard. Es decir, eran casas para los obreros. Así que puede decirse que el origen del chalé, de las urbanizaciones de unifamiliares con jardín, proviene del socialismo. Lo que sucedió finalmente es que esas casas de las city garden no fueron ocupadas por los obreros sino por las clases pudientes. Y acabó siendo un modelo que se extendió por todo el mundo».

González refiere que las condiciones de vida en las grandes ciudades eran terribles: había situaciones de pobreza, de enfermedad y muerte, «como lo cuenta Charles Dickens». «A finales del XIX y principios del XX, al industrialismo se le sumó el romanticismo, que propugnaba una huida al campo, y por eso nacieron también estas city garden». Este modelo británico es el que posteriormente se extendió a EE UU y dio lugar al crecimiento urbano difuso. «Fue un modelo para salir del Crack del 29. Se dejó atrás la crisis a partir del sector inmobiliario y el automovilístico». Este modo de hacer se extendió por todo el mundo. «Entonces, el modelo de ciudad compacta, que emplea poco suelo y sube en altura y tiene todos los servicios cerca, se empezó romper», reseña González, «algo similar volvió a pasar con la pandemia, que parecía que la ciudad era un lugar cerrado, de enfermedad». El patrón urbanístico americano consume mucho territorio «y es mucho menos sostenible porque se ha de coger el coche para todo y consume muchos más recursos. Es un modelo socialmente injusto también y más segregado. En los barrios de ciudades compactas nos podíamos encontrar antes en un mismo edificio a familias de distintas condiciones sociales. Se producía una mezcla social muy interesante que se daba también en los espacios públicos que se compartían», considera.

«En el modelo de urbanización y ciudad difusa las viviendas son iguales, son todos de la misma condición social y tienen el mismo nivel económico. La homogeneización es un desastre para las ciudades y las personas. Es un modelo que triunfó, que triunfa y que tiene muchos adeptos, pero que desde el punto de vista académico, incluso en EE UU, se es muy crítico con él porque es insostenible y segregacionista», abunda.

Para González, Palma es una ciudad que «afortunadamente no tiene mucho suelo urbanizable, un hecho que favorece la compactibilidad, aunque sí existen en ella fenómenos de urbanización difusa. Como decíamos anteriormente, la zonificación de los lugares de trabajo o de estudio, como la UIB».

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